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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

El microscopio gráfico de la vida

Chris Ware logra su gran obra con Rusty Brown, historias triviales -en principio- que atrapan mediante su excepcional dibujo

El microscopio gráfico de la vida
Pablo Delgado el

Cuando observamos de forma detenida una nevada copiosa, vemos un manto blanco que cae sobre la tierra, formando capas y más capas de millones de pequeñas cantidades irregulares de agua congelada. Si vamos al detalle, si nos fijamos mucho, e incluso podemos cogerla con nuestras manos y llevarla a un microscopio, podemos ver cómo está compuesta por unas agrupaciones de muchos cristales de hielo que se forman en las nubes a gran altura y a temperatura muy baja, formando estructuras geométricas totalmente ordenadas. Para que se puedan formar esos cristales de hielo, primero se debe congelar una gotita de agua alrededor de una partícula en suspensión en el interior de la nube, al congelarse el agua, toma forma de un prisma hexagonal. En consecuencia, una auténtica belleza.

Como la novela gráfica realizada por el enigmático Chris Ware titulada Rusty Brown (Reservoir Books). 360 páginas que han reunido 16 años de trabajo, a cada cual más bella, en la que responde a una obra cumbre total, después de que sus predecesoras Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo (2016) y Fabricar historias (2014) fuera ensalzada por la crítica especializada, ante la magnitud de su gran trabajo. Rusty Brown vuelve a elevar la calidad de este gran autor de cómics, como un microscopio gráfico que ahonda en la cotidianeidad y en la vida de sus personajes.

Plasmada de forma original y espectacular por los excepcionales dibujos de Ware, traslada al lector a una atmósfera invernal y evocadora, cargada de quietud, en donde fusiona los atributos del arte secuencial del cómic con una ambientación cinematográfica al más puro estilo Jean-Luc Godard, por querer representar el más mínimo detalle de la historia; sumando la gradación de colores planos que contrastan entre si, con una paleta de colores minimalista que imprime a la obra una calidez encantadora, a su vez que la inunda de un gran dramatismo, gracias a lo cual, su trabajo fluye con gran naturalidad y sutileza a través de la imagen impresa hacia la imagen en movimiento, impregnando la obra de una gran ingenio y nostalgia.

Los dibujos de Ware son como ese copo de nieve que abre la obra, geométricos y de una gran belleza, en la que el autor desarrolla historias paralelas con puntos en común, aportando a la estructura narrativa varias líneas argumentales y en algún momento paralelas, dotándola así de un experimentalismo particular, donde confluyen varias voces, por lo que me viene a la cabeza una especie de estilo Joyce, que la enriquece aún más. Una obra desgarradora y de asombrosa genialidad inventiva e íntimamente narrada y dibujada desde el rigor estructural.

La historia empieza con dicho copo de nieve como metáfora dominante. Al comienzo del libro, un programa de televisión nos informa cómo es un copo de nieve: «no hay dos copos iguales (…) Un copo es la exquisita y milagrosa forma del resultado del singular camino recorrido en unas condiciones únicas de nubosidad, temperatura y humedad, una verdadera imagen de toda su vida, desde su nacimiento como mota de suciedad, hasta su final como frágil flor de cristal en miniatura».

Esos copos caen en el Omaha natal de Ware en la década de 1970, en una escuela, dónde un niño de tercer grado acosado, se imagina como un superhéroe llamado Ear Man, después de escuchar a sus padres discutir, por lo que Rusty sospecha que tiene oídos sobrehumanos; instantáneamente comprendemos que sus fantasías son su refugio de una casa llena de problemas y vemos hacia donde nos quiere dirigir Ware.

Su padre es W.K. Brown, calvo, con gafas y bastante amargado. Enseña lengua en la escuela de Rusty. Escritor frustrado de ciencia-ficción, Ware aprovecha para realizar un viaje al pasado y así mostrar la historia por lo que nos hace disfrutar de una metatrama de ciencia ficción extraída de las páginas de una revista pulp de los años 50 y escrita por el mismo W. K. Brown en su juventud. Su trabajo en el periódico se ve arruinado por un amargado romance en la oficina, la base de obsesiones posteriores.

Sin embargo, es la vida de Jordan Lint, cuya primera aparición es más que desalentadora al escupir en la manopla del pequeño Brown, vemos que nos encontramos ante un personaje difícil. Lint, es un chico que se burla de cualquiera y además toma drogas.

Ware estructura la historia de Lint de manera brillante, con una página que equivale aproximadamente a un año de su vida, generando así una estructura narrativa completamente visual. Cuando era bebé, Lint solo ve puntos, caras, las manos de la madre que pronto perderá. Una vez que avanza, hay una sensación casi vertiginosa al absorber los fragmentos del drama, los fragmentos del sueño y la pesadilla final. Un desarrollo que llega hasta que Lint tiene 60 años y uno de sus hijos escribe unas memorias, que recuerdan el comportamiento violento de su padre.

La escuela es el núcleo central del copo del que van saliendo las vidas de sus personajes que no suelen ser gente rica, poderosa o con éxito social; son cohibidos, a menudo inarticulados, que tratan de liberarse de lo mundano o anestesiarse a sí mismos, deteniéndose en los detalles que es realmente lo que la engrandece, con su olor a café y leche agria en la sala de profesores. Metáforas de la vida de cada uno de ellos, cargada de angustia, soledad y amargura, mostrando esos personajes a través del tiempo que han vivido.

La historia más conmovedora a este respecto pertenece a Joanne Cole, la maestra de tercer grado de Rusty y el personaje afroamericano central del libro. Independiente pero solitaria, se mueve a través de las décadas tratando de ser una buena maestra, una hija cariñosa y una hermana solidaria, su existencia diaria marcada por recuerdos de una enorme pérdida y una vida de micro y macro agresiones, siendo el banjo su refugio principal.

Rusty Brown es al menos cuatro libros en uno, expandiendo no solo las posibilidades de la forma sino también el espacio mental de su lector, transformando un soporte visual como el cómic en un documento humano de gran riqueza, íntimamente sintonizado con la desolación y la decepción, pero nunca cerrado a la posibilidad de un gran avance, de alguien que trasciende un destino sin salida y que va a ninguna parte.

En definitiva, Ware es uno de los grandes autores que ha reconceptualizado el cómic hacia lo artístico, hacia su capacidad para producir como libros-objeto, de coleccionista, ya que también este libro recibió el galardón de mejor diseño de libro de cómic reconocido por la asociación profesional de diseño de los Estados Unidos (AIGA). Un diseño realizado por el famoso diseñador editorial Chip Kidd. Por tanto, la epopeya gráfica e intimista de Ware se transforma en poesía pictográfica.

Rusty Brown // Chris Ware // Reservoir Books // 2019 // 34,90 euros

 

 

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