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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Édouard Luntz, el cineasta francés vetado por Hollywood

Julien Frey y el dibujante Nadar, nos relatan en un cómic, cómo uno de los magnates de Hollywood Darry F. Zanuck, hizo que se olvidase al director Edouard Luntz

Édouard Luntz, el cineasta francés vetado por Hollywood
Pablo Delgado el

Imagínate encontrarte en París el 28 de diciembre de 1895 en el salón del Boulevard des Capucines y estar sentado ante una superficie vertical, en blanco, sobre la que aparece una proyección fotográfica. Hasta aquí nada te sorprende. Pero, de repente, la imagen de tamaño natural, o reducida, según las dimensiones de la escena, se anima y se hace como un ser viviente. Ves que hay una puerta de una fábrica que se abre dejando salir una multitud de obreros, aparecen también perros que corren, y coches que pasan de un lado a otro; todo se anima, cobra vida e inquieta. Esto representa la vida misma, el movimiento tomado en vivo… la fotografía ha cesado de fijar la inmovilidad, ¡se mueve en una pantalla! Es el cine.

Esto ocurrió cuando los hermanos Lumière presentaron públicamente su invento, el cinematógrafo, que marcó el comienzo de las llamadas entonces «fotografías vivas». En dicha sala habrías visto por primera vez las imágenes en movimiento del cortometraje Salida de la fábrica. Todo un éxito (aunque solo acudirían 33 personas), de un invento que cambió la forma de ver las imágenes, dando comienzo a un nuevo mundo de fantasía y realidad llamado cine. Un medio -considerado el séptimo arte-, en el que se muestran realidades, ficciones, pasiones, entretenimiento, viajes, aventuras; todo un sinfín de variedades que trasladan al público a esos mundos diegéticos o a esa realidad que no podría verse de otra forma que no fuera mediante aquellos agentes que se lo muestran.

La historia del cine ha proporcionado – y lo sigue haciendo- multitud de actores, directores y películas que hacen las delicias del público, ya sea para entretenerlo o para mostrar, y hacer entender, que el cine es una forma de representación artística visual y de expresión. Muchos directores han pasado sin pena ni gloria, otros son y han sido directores de culto y de gran éxito para múltiples generaciones, pero hay otros, que por circunstancias no les han dejado destacar o hicieron que cayeran en el olvido, como es el caso del director francés Édouard Luntz (1931-2009), que llegó a dirigir nueve películas entre 1959 y 1973. Su película de 1966 Les coeurs verts participó en el 16 ° Festival Internacional de Cine de Berlín y su película de 1970 Le dernier saut ingresó en el Festival de Cine de Cannes de 1970.

Recogiendo multitud de testimonios –de sus allegados, técnicos y actores–, Julien Frey (1977) y el dibujante castellonense Pep Domingo (1985) conocido como Nadar, realizan una minuciosa investigación, tras las obras perdidas de este realizador francés, dando como resultado un cómic que funciona a las mil maravillas El cineasta (Astiberri), para mostrar el proceso de localización de las películas olvidadas u ocultadas de Luntz, quién rodará con grandes de la escena francesa como Jeanne Moreau o Michel Bouquet.

Todo comienza cuando Frey estudiaba cine, y llegó a conocerle tras ponerse en contacto con él para poder hacer el guión que había preparado el mismo Frey, pero esto no le convenció mucho, ya que Luntz se encontraba arruinado. El director afirmaba que su carrera se truncó por culpa de Darryl F. Zanuck (1902-1979), el último magnate de Hollywood. Productor de películas como Hampa dorada (1930), Las uvas de la ira (1940), en la que Frey hace un guiño en el cómic al momento en que Henry Fonda protagonizará la película, o la mítica ¡Qué verde era mi valle!, dirigida por el inigualable John Ford. Grandes películas que se encuentran entre el largo y gran historial del productor estadounidense. Pero no todo fueron éxitos de taquilla y producciones «fáciles», con Luntz se produjo un litigio que al final el perjudicado fue el director francés aunque lo llegase a ganar. Todo ocurrió por un rodaje épico en Brasil en mayo de 1968 y un presupuesto multiplicado por veinte, el productor estadounidense habría hecho desaparecer su película, Le grabuge (1973). Años más tarde, Julien descubre que es toda la obra de Luntz la que no se puede encontrar. Lo que le envuelve en una serie de viajes por las cinematecas de París, e incluso por Brasil y Estados Unidos.

A finales de los cincuenta, los movimientos de vanguardia comenzaban a ganar terreno en el cine. La televisión iba imponiendo un lenguaje nuevo y las viejas estructuras de Hollywood comenzaban a desmoronarse. Hartos de fórmulas rígidas e influidos por el neorrealismo italiano, una generación de jóvenes cineastas revolucionó el concepto de cine liberándolo de las fuertes ataduras motivadas por los grandes presupuestos. Desde Francia La Poilitique des auteurs,promovida desde la revista Cahiers du Cinéma, propició el rápido apogeo de este cine liderado por la Nouvelle Vague, queriendo romper los moldes que les impedían hacer cine.

Reivindicaban el cine como un espacio de búsqueda hacia la realidad, al igual que los neorrealistas; pero si a éstos les unía un mismo espíritu de denuncia social, la arbitrariedad temática fue una de las características de la Nouvelle Vague. El realismo se reducía en ocasiones a la descripción exterior de las cosas. Cineastas como Luntz, estaban impregnados de lo cotidiano, de lo instantáneo, el artista tenía que expresarse a través de la puesta en escena. Sus rupturas narrativas es lo que le llevó a Zanuck a cortar esa película que se había pasado de presupuesto y de metraje, ya que el montaje del director duraba casi tres horas y el productor lo redujo a solo hora y media. El llamado Final cut, del que tenía la última palabra siempre Zanuck, un interviniente constante en los montajes de sus películas, pero que con Luntz tuvo ese litigio y del que salió perdiendo a largo plazo el director, siendo así vetado por el productor.

Un cómic que combina la inmediatez, el esfuerzo y la historia del cine, uniendo libertad creativa y placer estético representado en la economía de los trazos en blanco y negro de Nadar, y por el ambiente cinematográfico que lo envuelve, así como el poso misterioso de la búsqueda de una especie de tesoro visual que une en una misma experiencia, el éxito y la proliferación de las imágenes en movimiento con las estáticas del lenguaje visual como el es cómic, anteponiendo el lenguaje autónomo y la libertad creadora a toda exigencia comercial, como hizo la Nouvelle Vague. 

El cineasta // Julien Frey y Nadar // Editorial Astiberri // 2020 // 19 euros

Cómic

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