Todo cambio genera una adaptación. Los cambios pueden llegar sin darnos cuenta o pueden ir avanzando poco a poco hasta que te das cuenta y te los encuentras ante ti. En el campo del diseño gráfico, a lo largo de su historia visual y técnica, el oficio ha tenido muchos cambios, desde la imprenta de Gutenberg que lo cambió y revolucionó todo, no solo a nivel de impresión, ya que propició principalmente la democratización del saber, por ser un objeto que facilitó el acercamiento de la cultura a las masas; hasta la aparición del ordenador. Dos inventos esenciales que ayudaron y cambiaron los procesos a aquellos que forman parte de la cadena creativa.
A lo largo de las últimas décadas, lo que ha generado un debate en el sector, ha sido la posición de los diseñadores ante el ordenador. Una herramienta para utilizar y facilitar el proceso creativo, pero a día de hoy ¿ha podido prevalecer más el conocimiento de ella que las ideas en si mismas?
Hace ya más de diez años tuve la ocasión de asistir al máster en diseño editorial del Istituto Europe di Design, dónde pude conocer el saber y la experiencia de uno de los “gurús” en diseño y tipografía de nuestro país, se trata de José María Cerezo. Gracias a él pudimos ver, estudiar, y sobre todo, reflexionar sobre lo que debe aportar la tipografía, lo que tiene que contar y su aplicación en el diseño.
Las reflexiones de Cerezo siempre han sido pragmáticas en la materia y como consecuencia de ello, Campgráfic ha reeditado uno de los títulos que más han podido influir a todo diseñador de nuestro país, Diseñadores en la nebulosa. El diseño gráfico en la era digital. Un ensayo gráfico que se publicó por primera vez en 1997, en plena irrupción tecnológica con el apogeo de internet, pero que ha día de hoy sigue totalmente vigente.
Con prólogo de Anna Calvera (fallecida a principios de año) una de las estudiosas y pensadoras del diseño más sólidas que ha dado nuestro país; las palabras de Cerezo, -en edición actualizada-, lanzan luz, además de interrogantes que ayudan a reflexionar para posicionarse, ante una situación actual embelesada por el do it yourself, la cultura de la prisa y el todo vale.
El autor apunta que el diseñador gráfico crea objetos que por su propia naturaleza bidimensional no tienen una diferencia entitativa con el objeto final. Del diseño gráfico a la producción gráfica se produce nada más – y nada menos- que una transferencia de soporte.
Las herramientas digitales de diseño han permitido la solución del conflicto capacitando técnicamente al diseñador y convirtiéndole así en trabajador; pero un trabajador que, por trabajar en algo de lo que es intelectualmente propietario, es también intelectualmente responsable. No se trata de una visión nostálgica porque no es una vuelta atrás, sino todo lo contrario. Lo que nos permite calificar a esta situación de artesanía es que una sola persona vuelve a ser capaz de hacer la totalidad de algo (al menos teóricamente) y lo que nos permite calificarla de nueva es que está inserta -y mejor que nunca- en un proceso industrial gobernado por las mismas leyes que gobiernan cualquier otro proceso similar.
Cerezo, en su intención de ordenar y mostrar las ideas claras traza un mapa estilístico tridimensional para posicionar los diseños:
Un mapa que ayuda al estudio y al entendimiento de diseños en los que Cerezo resalta la importancia de la tipografía. Además recoge palabras a modo de ejemplo y que giran en torno a la tipografía, de aquellas figuras esenciales e históricas del diseño como Jan Tschichold que pensaba que “la gracia en tipografía surge espontáneamente cuando el tipógrafo pone un poco de amor en su trabajo. Quien no ame su trabajo no puede esperar que le guste a los demás”. O como apunta Milton Glaser: “no hay un elemento más significativo en todo el repertorio del diseñador gráfico que la tipografía” .
En esencia -afirma Cerezo-, el diseñador gráfico comparte con pintores, arquitectos e interioristas el uso del color y las técnicas de composición; con el periodista la obligación inexcusable de comunicar. Solo hay una faceta que le es exclusiva: el uso de la tipografía. El resto de los creadores que de una u otra forma trabajan en la configuración visual o espacial de cuanto nos rodea, pueden utilizar la tipografía, y a veces lo hacen. Pero es a los diseñadores gráficos a los únicos a quienes compete el uso de los tipos en primera instancia, con la intención y el sentido para los que han sido creados.
Con la tipografía, el trabajo del diseñador consiste en una labor decorativa, cosmética -resaltando así el carácter histórico y artesanal de la profesión de diseñador- en el sentido en el que en la Grecia Antigua tenían el oficio de los cosmetai. Para un griego del siglo de Pericles una escultura no estaba terminada hasta que estos policromadores no habían concluido su trabajo.
Por tanto, la comunicación escrita no termina con las palabras con las que está construida, exactamente tal y como sucede en la comunicación oral. Todo el mundo acepta que la intensidad, tono y timbre, y todo el lenguaje gestual que los acompañan tienen un papel de vital importancia en la efectividad de la comunicación oral. De igual manera, el diseñador gráfico tiene que proveer al escrito de las cualidades formales verbales (tipografías en su caso) y no verbales para conseguir que lo escrito comunique lo que debe comunicar de la mejor de las formas posibles, una especie de “oratoria visual”, podría decirse, que “persuada, deleite o conmueva”.
La “escultura” del escritor no termina nunca con el acto material de la escritura, alguien ha de hacer el trabajo cosmético, ha de poner orden (cosmos) en el caos carente de estructura visual que es lo escrito en su estado puro, y ahí juega su papel el diseñador. Un diseñador que debe de estar fuera de esa nebulosa cósmica que lo envuelve casi todo y poner orden y claridad al trabajo realizado.
Cerezo, en ese auge del ordenador reseña un pequeño repertorio tipográfico, ya que menciona todas las formas y estilos que surgen en la actualidad mediante la pulsación de una tecla, clasificarlos todos sería prácticamente imposible, por lo que su clasificación es pragmática, diferenciando entre: tradicionales, nuevos geométricos, vernáculos, ad libitum, sarcásticos e icónicos.
Para Cerezo, poco importa lo heterodoxo, caprichoso o extraño que pueda parecer un tipo. Si está bien realizado, tiene algo que decir y lo dice claramente (y encuentra una distribución adecuada) tendrá algún éxito.
En definitiva, Diseñadores en la nebulosa. El diseño gráfico en la era digital, sigue siendo un texto de vital importancia, a través de tres ensayos acerca del impacto que las nuevas tecnologías han producido sobre el diseño gráfico y nuestro entorno visual, y el inesperado desarrollo que, a raíz de la aparición del ordenador personal, ha tenido la tipografía en los últimos años. Por lo que, es un libro que todo diseñador debe tener en su biblioteca, ya que aporta al mundo del diseño un lenguaje e ideas precisas, o como diría André Breton del surrealismo, es una “pantalla” sobre todo lo que el diseñador quizás quiera saber y reflexionar; una “pantalla”, escrita en letras digitales para hacer y conseguir diseños de deseo mediante un tapiz de ideas que nos ofrece Cerezo.
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