El de los argonautas es tal vez el primer viaje de exploración naval narrado en la tradición occidental y, como es lógico, con él arranca la apasionante exposición que acaba de inaugurar el Museo Naval de Madrid: “Hombres de la mar, barcos de leyenda”. Ningún otro es comparable: el viaje del Argo nos lleva a una generación antes de la Guerra de Troya, un mundo remoto en el que las reglas de la epopeya aún no se habían definido y que, desde la versión canónica recogida por Apolonio de Rodas como en la apasionante novela de Robert Graves, nos traslada al origen de la pulsión por adentrarse en costas y horizontes ignotos, a golpe de remo, de voluntad, de viento, de mar oscuro.
Nos asomamos al catálogo, en el que Carlota Pérez-Reverte relata la historia de la nave, revisa las fuentes y presenta los elementos elegidos para la exposición. La pieza que preside esta primera isla de la muestra (que tiene un total de 11 islas, dedicadas a otras tantas naves legendarias) es un maravilloso modelo de pentecóntero (tal y como eran descritas en la época Homérica estas naves de remo) procedente del Museo Storico Navale di Venezia. Arturo Pérez-Reverte nos recomendó vivamente este museo el día de la presentación de esta exposición del Naval.
Los cincuenta remos del pentecóntero -de ahí el nombre- fueron empuñados por el medio centenar de campeones convocados desde Yolco por Jasón, el príncipe que debía ganarse el trono realizando una misión imposible impuesta por su tío, el usurpador Pelias, como era la recuperación del Vellocino de Oro, la mágica piel del carnero que había salvado a Hele y Frixo del sacrificio.
Jasón convoca a los más valientes campeones griegos para el cometido y así configura una tripulación de héroes legendarios, desde Hércules, pasando por Cástor y Pólux, pasando por Orfeo y Peleo, padre de Aquiles. El viaje puede representar el esfuerzo explorador y comercial de los griegos en el Mar Enemigo, como denominaban al Mar Negro. El viaje está lleno de aventuras en las que el talento individual de los argonautas, uno por uno, desde la astucia a adivinación, desde la iniciativa militar a la fuerza pugilística, quedan sometidas a prueba. El destino, en los confines orientales de la costa sur, en la Cólquide (actual Georgia) estaba más allá del Mundo Griego.
Por eso el Argo, de cuya construcción se da cuenta en las fuentes históricas pero en la que la mitología tuvo mano (Atenea ayudó a construirlo y por eso la proa tiene el don del habla y la adivinación) es el barco idóneo para el arranque de esta exposición. Basta pasar por el Museo Naval para ver resumida su historia, junto a interesantes piezas arqueológicas, fiales decorados y un casco corintio que es una pieza importante cedida por la Real Academia de Historia.
En honor a la verdad, hay que decir que la exposición está especialmente concebida para que los jóvenes puedan dar un primer bocado a la fascinante relación de los hombres y el mar, a la historia naval que ha definido el progreso de la civilización. En las 11 islas de la muestra están no solo el relato básico de la historia de cada nave, sino las pistas que convierten a cada uno de los barcos en el aperitivo de una bonita investigación que puede continuar en casa, sobre todo si se adquiere el catálogo que amplía el conocimiento sobre ellas. Para empezar, porque del Argo parten historias universales, como la Guerra de Troya y la dramática historia de Medea.
Otros temas