Como es proverbial, hasta en el refranero, acerca de tantas dinastías de personajes más o menos célebres, españoles y extranjeros, el fundador es quien mayores méritos logra, luchando por ascender desde unos muy modestos orígenes a lo más alto
Y ese mérito corresponde en este caso claramente a Don Miguel, que aparte de todos sus logros como marino y en combate, acreditó unas grandes cualidades humanitarias, tanto con sus subordinados por su preocupación por su salud
Miguel de Oquendo
ante una epidemia, como por su buen trato incluso con el enemigo. Ese comportamiento ya de por sí, le sitúa muy por encima de otros jefes militares de cualquier época, incluso los más famosos, más preocupados por la gloria y toda clase de recompensas que por el trato a propios y enemigos, lo que es un claro signo de humanidad .
Y ello aunque se desconozcan todavía y merezcan una mayor atención y recuerdo muchos servicios y hechos de su vida por parte de los investigadores.
Antonio de Oquendo
Su hijo, Don Antonio, aunque tuvo una carrera mucho más fácil desde el principio, favorecida por el recuerdo y seguramente por las, pese a todo, escasas recompensas que tuvo en vida el padre, mostró en toda su carrera un valor y decisión encomiables, y lo que es más de destacar: un buen juicio y una tenacidad hasta el límite, mereciendo todo el escaso reconocimiento que ha obtenido en la posteridad. Y que aún se le discute, olvidando que a otros muchos, con mucho menores méritos, se les recuerda y valora encomiásticamente hasta el presente.
Y que ofrendó su propia vida, tras luchar hasta el límite como expiación de sus faltas,…si es que realmente fueron suyas y no producto de insensatas órdenes superiores. Y siguiendo el ejemplo de su padre.
Sin embargo, y pese a ello, su figura ha conseguido varios reconocimientos: en su San Sebastíán natal se conserva una estatua que recuerda sus hazañas, inaugurada en 1896, en una de las zonas más nobles de la ciudad, obra del escultor Marcial de Aguirre, en una plaza y calle que llevan su nombre. También hay calles que recuerdan al gran marino en lugares como Ciudadela, Mahón y Roquetas de Mar. Y, de nuevo en una zona destacada, de la propia Madrid.
Otro homenaje a su vida y obra ha sido el dar su nombre sucesivamente a dos buques de la Armada española: uno de los cruceros de Cervera, que resultó hundido a la salida de su escuadra de Santiago de Cuba el 3-VII-1898, y un destructor, que estuvo en activo entre 1963 y 1978, de dificultosa y larga construcción por ser la época de la “autarquía”. Por motivos que desconocemos, no ha vuelto a darse su nombre desde entonces a ningún buque de la Armada.
Sus sucesores y herederos no han logrado apenas reconocimiento posterior, pero persiste el hecho de que la estirpe de almirantes se prolongó durante tres siglos desde Don Miguel de Oquendo, algo que de haberse producido en cualquier país de nuestro entorno, hubiera suscitado grandes estudios, conmemoraciones y celebraciones hasta nuestros días.
Pero en España tales cuestiones parecen fuera de lugar y criticables, y por eso solo merecen ser olvidadas o minusvaloradas.
ÍNDICE
Introducción
Capítulos
I. De grumete a almirante.
II. La consagración: Portugal y las Terceras
III. La empresa de Inglaterra, 1588.
IV. Un joven marino.
V. El Caribe y Brasil.
VI. Nuevos y viejos enemigos.
VII. La campaña de las Dunas
VIII. El largo fin de una saga de marinos.
Conclusión
Bibliografía y fuentes.
Editorial Sekotia, Madrid, 2022.
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