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Los pinceles de la Batalla de Lepanto. El choque entre Oriente y Occidente

Los pinceles de la Batalla de Lepanto. El choque entre Oriente y Occidente
Detalle parcial de La Bataglia di Lepanto de Vicentino. Colonna, con armadura y bastón de mando, liderando la capitana.
Javier Noriega el

«La relevancia de un cuadro no se mide por su tamaño, sino por lo que cuenta, por su historia”. Alberti, en su obra De pictura, Libro II

“A morir hemos venido; a vencer si el cielo lo dispone”. Don Juan de Austria durante la batalla de Lepanto.

Ya las armadas se encuentran, ha se embisten, ya se traban; de Don Juan y el turco Ali las galeras capitanas, furiosos tiros escupen, fieros cañones disparan, humo que los aires ciega, fuego que los hombres mata. ¡Que de mástiles y proas desmenuzan y quebrantan los herrados espolones deshacen y desencajan!. Lope de Vega

“…un panorama mural que desplegase, ante los ojos de un observador atento, las reglas implacables que sostienen la guerra -el caos aparente- como espejo de la vida”. El pintor de batallas. Arturo Pérez Reverte

 

 

Detalle espejo de popa galera capitana de Don Juan de Austria. Museo Marítimo de Barcelona
Visión del Papa Pío V de la victoria de Lepanto. Museo Naval de Madrid.

Una imagen que narra. Una sola pintura puede retratar una época. Es lo que ocurre con las pinturas de Lepanto, que a modo de “fotografías” (por aquel entonces no se estilaban desgraciadamente las Nikon, o afortunadamente, si fuera así no tendríamos estas maravillosas pinturas), retrataron, tal día como anteayer,  aquel 7 de Octubre de hace 442 años; una imagen que pasaría a la historia para convertirse en un mito. Imágenes que narran una batalla legendaria. Un mar lejano. Una victoria significativa. El almirante de la armada, Don Juan de Austria,  nada más firmar de puño y letra la misiva que anunciaba la victoria y el final de la batalla, abrió una puerta a la historia. Desde ese mismo momento hasta siglos después, las imágenes de aquel instante intentarían atrapar aquel momento para siempre. Numerosos cuadros, grabados y poemas empezarían a circular por la Europa cristiana dejando testimonio de la  batalla.

Primera nota manuscrita de Don juan de Austria anunciando la Victoria en Lepanto. Octubre de 1571

 

En este post, nos interesa, vamos a tratar de acercarnos, a muchos de estos lienzos que son desconocidos para el público en general. Es por eso, que hemos buscado aquí y allá, para mostrar en su conjunto esos cuadros de Lepanto que se encuentran repartidos por todo el mundo. Muchos de ellos moran en el silencio y la quietud. En cierta medida en el olvido. Es lo que tiene reflejar un acontecimiento de hace centenares de años, siglos de ser un cuadro de madera o un gallardete de pincel de conejo. Allí están, entre muros y palacios recónditos en algunos casos. Otros en salas de museos que son visitadas por miles de curiosos, descansando entre doradas yeserías en los que fueron creados. El objetivo era difundir en una gigantesca operación de “marketing”, aquella ideología de santa cruzada que significó Lepanto. Aquella simbólica victoria de Occidente sobre Oriente.  De este modo y así, sin salir de casa y en el blog Espejo de Navegantes, podremos acercarnos en silencio a la galería de los mapas de la ciudad del Vaticano, a los salones del National Maritime Museum de Greenwich en Londres, a los vetustos muros bellamente ornamentados del archivo de Viso del Marqués, a la sala de las batallas del Monasterio del Escorial o a la sala de los Austrias del apasionante Museo Naval de Madrid. Entre todos observaremos detenidamente estos enormes lienzos que en principio, nos narran una batalla. Algunas representaban fielmente aquel momento, las rugosas costas del golfo de Lepanto, el orden de batalla y los movimientos de ambas flotas. El talento se esforzaba en encontrar elementos descriptivos que trataban de explicar a los que se encontraban a miles de kilómetros (entre otros al deseoso de noticias, Felipe II, que se enteró 21 días después de la victoria), donde y que había ocurrido exactamente en aquellas tierras lejanas. Para este propósito traeremos como primer invitado del programa, al grabado de Mario Kartaro, actualmente depositado en la Biblioteca Nacional de España.  Su intencionalidad es la de aportar la mayor cantidad de datos posibles, sin acudir a ningún tipo de artificio. Y lo consigue. En forma de grabado nos encontramos con toda la disposición de la armada, con las alas de cada una de las naves y con el desarrollo de la batalla. Y así nos encontramos con la leyenda de las naves participantes (que por aquel entonces daba mayor importancia a las personas que iban a bordo, y las llamaban por su nombre, curiosos tiempos aquellos en los hombres lideraban a las máquinas), así como con el dibujo de las rugosas costas del litoral griego. Otro grabado, en esta ocasión el de Martín Rota, adopta el mismo lenguaje.  Cartela con su leyenda y el momento crucial de la batalla.

Mario Kartaro. La batalla de Lepanto, Biblioteca Nacional de España.
La batalla de Lepanto. Grabado de Martin Rota.

 

Por otro lado, como veremos, nos encontraremos con otras pinturas que abren el cielo, y llenan lo lienzos de los óleos con elementos alegóricos, mitológicos o divinos que deciden la lucha. Con ángeles que dan la buena nueva, o vírgenes que anuncian, entre los claroscuros de la tormenta; el nuevo orden mundialEs lo que tenía la pintura. Servían de claros embajadores a la ideología del momento. Una ideología que recorría todos los países del mundo conocido. Sobre Lepanto nos encontramos el caso, pocas batallas se han pintado y enviado su mensaje en tantos países tan diferentes. Con el paso del tiempo serían los telegramas, las fotografías en los campos de batalla. Ahora la alta definición en tv, ipad o Twitter te acercan las noticias del mundo. En el pasado, las imágenes del poder viajaban en pinceles. Y estos, son los de Lepanto. La batalla tuvo una gran repercusión en el campo artístico y Felipe II se encargaría de crear toda una mitología en torno a ella para explotar al máximo la victoria. Lo normal en las cortes vaticana, española y veneciana; las tres potencias principales de la Liga Santa que encabezaron a la armada. Es lo que movía a muchos de estos dignatarios. Colocar un gran lienzo de Lepanto en lugar estratégico de sus edificios emblemáticos y dejar bien claro que frenaron la amenaza otomana. Así lo hizo Fray Alonso de Santo Tomas en Málaga, el cuadro que el marqués de Molins se llevaría al Museo Naval de Madrid a mitad del siglo XIX y que moraba en el convento de Santo Domingo de la ciudad andaluza. Se trata del cuadro con el que empezamos hace unos años el estudio de las pinturas de la batalla de Lepanto, y al que dedicaremos en exclusiva un detallado estudio en otro post. Afortunadamente, y gracias al equipo de técnicos del museo naval de Madrid, y al ex-director del Museo Naval de Madrid, D. Jose Ignacio González-Aller, se ha conseguido dar vida (y además de una forma muy original y creativa al restaurar el óleo en directo para el público que se acercaba al museo) y luz a un cuadro lleno de datos. Un mapa en sí mismo. Un laberinto de banderas, personas, galeras y claves. Al fin y al cabo era el objetivo del cuadro. Servir de  loa hacia aquella unión de la “universitas cristiana”. Una metáfora real, que daba pie a muchas otras metáforas al que lo poseía y lo mostraba. Construir el pasado, para impulsarse en el futuro. Era la iconografía del poder. De este modo los plenipotenciarios, al llegar al salón de los espejos del Real Alcázar de Madrid, como cuando lo hacían en el convento de Santo Domingo de Málaga y de otros muchos lugares, se topaban siempre con dos grandes cuadros que simbolizaban la imagen del mundo conocido. La imagen del poder, que por aquel entonces era uno de los países hegemónicos del mundo. La bienvenida se las daba, nada más y nada menos que con un Tiziano. En el espacio más importante de la residencia de los monarcas en la Corte, entre las sombras Felipe II mostraba a Fernando a la divinidad, con la batalla de Lepanto como testigo. Como marco de la victoria…

Felipe II mostrando su hijo a la divinidad. Al fondo, como va a ser norma general en el artículo.La batalla de lepanto

De pareja, otra gran obra que pasaría a la historia. Seguro que conoces el cuadro de Carlos V en la batalla de Mühlberg (Madrid, Museo del Prado). Era su compañero de entrada al que visitaba los reales Palacios. Cuestión de mensaje.

Museo del Prado. Detalle parcial de los cuadros de los monarcas Españoles

Uno que incluso llegaba a San Francisco de Texmelucan, al Potosí, o al Camerin del Rosario del templo de Atotolnico, en donde nos encontramos representado el combate naval pintado al temple. Incluso en aquella bóveda de Allende los mares podemos ver, como la artillería derriba los mástiles o los cadáveres de los turcos flotan por doquier sobre el medio marino. Era un mito que daba la vuelta al mundo conocido.

 

felicisima victoria

 

El significado histórico de la batalla de Lepanto, junto a la magnitud de las flotas contendientes, no sólo inspiraron a las artes y las letras (leer de por sí a Lope de Vega y ver estos cuadros te describen mejor que nadie la batalla integramente), sino que promovieron también la investigación científica. Lógicamente una batalla como la de Lepanto (de nuevo nos encontramos a las flotas Españolas inmersas entre las batallas más numerosas de la historia universal) ha sido suficientemente estudiada desde el punto de vista histórico y artístico. Alessandro Barbero, Fernández-Duro,  José Ramón Cumplido, Rivero Rodríguez y el agudo e interesante estudio de Víctor Minguez, entre muchos otros. De hace apenas unos días, “Los imperios del mar, la batalla final por el Mediterráneo” de Roger Crowley. Lepanto aún se continúa revisando en la historia. Y seguirá. Pero sigamos con sus pinturas, existen magníficos estudios y libros sobre la batalla, pero eso sería objeto de otro debate. Don Juan salió luego con la mayor flota cristiana jamás vista en el Mediterráneo; 280 galeras, entre 20 y 30 naves, y seis barcos de guerra de nuevo diseño, las galeazas propulsadas por velas además de por remos, cada una de ellas armadas con 20 cañones pesados (en lugar de las habituales 3 o 5 galeras). Pues bien, tal es el valor descriptivo de algunas pinturas que vamos a ver, y asombra. Tal es el caso de Vasari. Juzguen por ustedes mismos. Si nos proveemos de una buena lupa, es posible que incluso podamos contar todos los palos de ambas armadas. En el caso de la pintura que a continuación os mostramos, es posible incluso ver precisamente las bordas de los seis supuestos “barcos de guerra de nuevo diseño”, que en forma de galeazas y provistos de pesados cañones, serían una de las claves de la victoria. Ahí están dispuestos. A la vanguardia de la formación. Buena parte de la victoria se las debe a ellas y su potencia de fuego. Fueron idea de un arquitecto naval veneciano llamado Bresano, ideó grandes galeras de hasta 1500 toneladas cuyo aparejo combinaba velas cuadras y latinas. Sobre la bancada de remeros se dispuso una cubierta donde se instalaban unas quince piezas de artillería por banda, tenemos que recordar como veremos posteriormente, que en el resto de las galeras, los cañones de mayor calibre iban a proa, en la llamada corrulla. Los costados se cerraban delante de los cañones con una amurada de dos metros mientras que los castillos de proa y popa, montaban diez o doce piezas que cubrían todo el horizonte. La armada Otomana sufrieron sus consecuencias. Buena parte de las pinturas que veremos recogen este hecho, entre medio del fragor de la batalla y las neblinas del humo de la pólvora. Y Vasari fielmente nos recoge el testimonio, incluso podemos observar el curioso detalle de las velas recogidas…

 

Las armada de la Santa Liga y la otomana enfrentadas. Fresco. Sala regia del Vaticano. Obra de Giorgio Vasari.

El pintor Giorgio Vasari realizó dos composiciones al fresco sobre la batalla de Lepanto para la Sala Regia del Vaticano. Y allí se encuentran. Sus pinturas estaban cargadas de contemporaneidad. Se hicieron a los pocos meses después de la contienda, luego poseía la actualidad del momento. El Vaticano era uno de los mayores interesados en mostrar también esa ideología, que en el caso de Felipe II era imperial y divina. El papado recalcaba poderosamente en sus salas este mensaje. Se trataba precisamente de la estancia destinada a recibir a los reyes de Europa y a sus embajadores. El divina “ordenante providencia imperatir augustus” de siempre. El papel de la potestad del mundo. Y así nos encontramos como en la primera pintura contemplamos las flotas formadas en orden de batalla. En primer término las alegorías de las tres potencias cristianas aliadas, y la muerte, en forma de esqueleto  aterrorizando a sus enemigos. Aquí, y posiblemente por el autor del encargo, así como por el lugar en el que se mostraría (una sala noble del Vaticano), ya nos encontramos con una buena parte del cuadro ocupado por las alegorías y figuras bíblicas que abrazan la pintura. En la parte superior: las nubes se abren y Cristo, San Pedro, San Pablo, San Marcos, Santiago y una legión de ángeles aniquilan la flota turca. Es fácil de observarlos. En el otro extremo los demonios huyen despavoridos. En la parte inferior izquierda una alegoría de la Fe sentada sobre turcos cautivos es coronada con el laurel de la victoria por un ángel. Llama poderosamente la atención la cartela que en la parte inferior del cuadro nos muestra la zona de la batalla. Por aquel entonces, y en la lejana Italia, para muchos les quedarían muy lejanos aquellos mares infestados de peligrosos otomanos….

 

Pinturas murales coetáneas en tiempo de PIO V realizadas por G. Vasari (1511-1674. Sala regia el Vaticano.

Posee un importante elemento descriptivo a la hora de enumerar una por una las naves que tuvieron lugar en la batalla, destacando poderosamente los cuerpos principal, flancos, así como las reservas de ambas flotas. A diferencia de otras de las pinturas sobre la batalla, recoge el momento previo de la misma, en la composición inferior ya avanza el resultado de la batalla. La muerte esta del lado Otomano. Se diferencia igualmente por el rompimiento del cielo debido al influjo de las fuerzas celestiales. También recoge la alegoría de la alianza ente las tres mujeres entrelazadas y cogidas entre sí. Acompañan a la escuadra de la Santa Liga.

Y si el Vaticano ocupa en sus salas regias al episodio de la batalla de Lepanto, las estancias palaciegas de Felipe II, no podían quedar atrás. Ocurre en todos los palacios reales del mundo, muchos de ellos cuentan batallas ya olvidadas. En sus pasillos (en esta ocasión la sala de las batallas , situada en la zona de los aposentos reales) quedan para la historia narradas la Batalla históricas de San Quintín, y las islas Terceira, entre otras. Sin embargo, y repite patrón, a modo de bienvenida, que en la escalera principal en esta ocasión, aparece Lepanto. La antesala de la Gloria. El sentido, de nuevo apelar a la poesía, en esta ocasión de José de Quevedo que nos dice; “nadie ve el Escorial sin llenarse de gloria, de orgullo nacional (…), él recuerda el poder, la riqueza, la civilización, los vastos conocimientos e influjo de esta gran nación…él excita la admiración y aun la envidia de las naciones extranjeras”.  Que mejor tarjeta de bienvenida para la riqueza nacional, que el de la Batalla de Lepanto.

 

Detalle de las escuadras batalla de Lepanto. Luca Cambiaso

 

En España Felipe II encargó al pintor genovés Luca Cambiaso, que trabajaba en la decoración de El Escorial, que pintara seis grandes lienzos conmemorando esta batalla, destinados al palacio de verano del Monasterio. Previamente Cambiaso ya había pintado seis tapices sobre el mismo tema para el príncipe Doria. Era cuestión de repetir sus composiciones en El Escorial. Y así lo hizo.

 

Vicentino. Detalle de la nave capitana de Venier.

Y de las salas del Escorial nos vamos a Venecia. A las bellas estancias del Palazzo Ducale. En sus paredes Vicentino recreará de forma magistral la batalla. Las aguas del canal, también serían testigos de la victoria. Cada vez que veo los detalles de la pintura, es fácil descubrir detalles nuevos. Además unos dotados de un gran realismo. Sustituía una pintura sobre el mismo tema obra de Tintoretto perdida en el incendio que sufrió el palacio en 1577, y en cuya ejecución fue ayudado precisamente por Vicentino. Los principales pintores italianos al servicio de la pintura del momento; la gran victoria sobre el Otomano. En la recreación de Vicentino de nuevo un rompimiento de gloria preside desde los cielos el combate naval. Su abigarrada composición, repite la estructura, situando el momento de la pintura en el momento culmen de la batalla. el momento junto antes de la victoria. Pero hay una importante novedad, una a tener muy en cuenta. Los dorados paños de la bandera veneciana, junto al León de San Marcos figuran como principales protagonistas. La serena república ostenta una relevante posición italianizante y al fin y al cabo eran los mecenas. Los que pagaban en contante y sonante. Significativo es el detalle de la pintura del mismo Venier, sobresaliente en su estatura y fácilmente identificable con su barba blanca y su destacable fisonomía. Armadura a la altura de su status y baston de mando en una de sus manos. Pero es curioso, porque en el episodio de la lucha que se refleja en el cuadro como escena, y que parece contra la Sultana, disponen a Venier como el protagonista principal. En realidad, lo ocurrido en ese episodio fue algo bien diferente y tuvo como protagonista al episodio clave de la batalla, con Don Juan De Austria como protagonista, en el instante en el que Contarini embistió y hundió una galera turca que se dirigía contra Colonna, mientras que las galeras de Juan Loredano y Catarino Malpieri fueron destruidas cuando se dirigían en ayuda de La Real. En esas que  Don Álvaro de Bazán y su capitana La Loba, llegaban para destrozar a cañonazos una galera turca y embistió a otra en la que él mismo dirigió el abordaje recibiendo dos balazos que no traspasaron su armadura. Venía también Don Juan de Cardona, quién se lanzó contra la galera de Pertev Pachá cuando éste estaba enzarzado con la de Paolo Ursino. Por cierto, y a este propósito señalaremos la descripción magistral, y en un tono romántico (la pinta en el siglo XIX) que hace Juan de Luna y Novicio, en la que nos  describe el asalto desde la proa de una de estas naves, y que recoge detalles tan reales como la sierra de los espolones de proa que ordenó Don Juan de Austria momentos antes de la batalla, para hacer más efectivos sus embestidas. La pintura nos sirve la historia en bandeja. Es todo un deleite.

 

Detalle parcial de La Bataglia di Lepanto de Vicentino. Venier, con armadura y bastón de mando, liderando la capitana.

 

Solo un detalle. Comparemos el detalle y el virtuosismo de Vicentino a la hora de pintar la batalla, con las personas que aparecen en el óleo. Para ello tendremos que atender al cuadro que Tintoretto pintó al óleo del almirante veneciano Sebastiano Venier (de 1580 y que en esta ocasión se trata de una colección privada).Como vemos, batiéndose el cobre como almirante de la flota veneciana en Lepanto y dux desde el año 1577. A modo de fotografía para la historia, el personaje posa de cuerpo entero, vestido con armadura y con el yelmo a los pies, sosteniendo el bastón de mando y de espada enfundada. Al fondo se aprecia la batalla naval, con Jesucristo resucitado en los cielos y un ángel vengador abatiéndose sobre la flota turca.

 

Jacopo Tintoretto. Il doge Sebastiano Venier, ammiraglio vincitore a Lepanto. Batalla al fondo del lienzo. Observar su fisonomía y comparación con el cuadro de Vicentino
Almirante victoriosos de Lepanto. De izquierda a derecha. Don Juan de Austria, Venier y Colonna. Al fondo imagen de la batalla.
Batalla de Lepanto. Por Juan Luna Novicio 1887 palacio del senado Madrid

 

Otro lienzo de factura anónima mostraba a los tres almirantes de la flota cristiana, armados y de cuerpo entero: Don Juan de Austria, Sebastiano Venier  y Marco Antonio Colonna. Juzguen por ustedes mismos su verosimilitud. Solo nos faltaría verle en realidad. Pero eso será un ejercicio imposible en la historia. Nos bastará con imaginarlos gracias a estas pinturas. En el caso de Ali Pasha, destaca igualmente su figura, fácilmente reconocible por su porte. De destacar el bastón de mando de la media luna, como almirante de la armada turca y a bordo de la sultana. Junto a él, es fácil reconocer por el nítido y detallado pincel del autor; los emblemas característicos de la guardia jenízara. Su caftán blanco y emplumado. En el caso de los guardias que rodean al señor, responden con sus pesados arcabuces el ataque decidido de las galeras aliadas. A propósito de los jenízaros, es toda una delicia observar en la detallada y esmerada pintura de Vicentino, los signos ostensibles de esta temible guardia que acompañaban a sus jefes en lo más encarnizado de la batalla. A este propósito, en la revista monográfica que la revista Española “Desperta Ferro” del mes de Octubre, además de un interesantísimo desplegable, nos muestra un también atractivo estudio del “otro lado de la colina” como diría Hart, describiéndonos la visión del lado otomano de la batalla. Para ellos fue otra historia, y la narraron de otra manera. Pero eso sería objeto de otro largo debate, desde aquí no nos queda otra cosa más que felicitar a esta actual didáctica histórica. Al igual que la interesante narración on line, que en twitter, @donjuandeaustria y @twitstoriadeEsp, los cuales realizaron minuto a minuto el desarrollo de la batalla, tal y como aconteció en su momentos. En estos términos siempre se aprende mucho mejor, pero sigamos con la narración…

 

Jenizaros uniformados. Observése el detalle de la guardia y los jenízaros que rodean a Ali Pasha. Son muy reconocibles por sus cascos blancos.

La arquitectura naval de la nave de Venier, roja en el casco, se encuentra inmersa en detalles y su eslora recuerda poderosamente a la réplica existente en el museo Galata de Génova.  Tintoretto había pintado asimismo un ciclo encargado por la Fraternidad del Rosario para su capilla de la iglesia de San Juan y San Pablo, que también fue destruido por un incendio en 1867. Mostraba a los comandantes de la Liga Santa dirigidos por Santo Domingo. Otra versión del mensaje.

Imagen de detalle de Ali Pasha con bastón de mando a bordo de la capitana.

 

Grabado Ali Pasha. Obsérvese la cabeza en la pica. Testimonio de la batalla de Lepanto

 

 

La batalla di Lepanto. Giorgio veronese

Otro pintor veneciano que interpretó simbólicamente el combate naval fue Verones . Para ver su cuadro, y su mensaje sobre la batalla tendremos que trasladarnos de nuevo hasta Venecia. En esta ocasión a la Gallerie del l’Accademia. En su composición la visión celestial ocupa la mitad del lienzo y se yergue como principal protagonista, empequeñeciendo el combate de las flotas: en torno a la Virgen María aparecen San Pedro, San Marcos y San Jaime representando respectivamente a Roma, Venecia (aún más significativo es incluso la aparición del propio León) y España. Respecto al grado técnico del detalles de las naves y el acercamiento es menor, no teniendo la facilidad de detalle que ostenta por ejemplo, Vicentino. Es de destacar el detalle de la carga de la infantería, de los llamados tercios, mostradas en el lienzo por ese apelotonamiento de infantes (una de las claves de la batalla). Igualmente el de otro hecho significativo de la batalla, el de los múltiples embistes por parte de los mascarones de proa de las naves de la santa liga sobre las turcas. No son pocos los episodios, en los que las naves eran sencillamente borradas del mapa por el efectivo impacto del espolón de proa. Esto se muestra en el cuadro, incluso apreciando en detalles, el momento del impacto. Es de destacar que el pintor recoge en el cuadro el momento del naufragio de algunas naves. Sus popas emergen en el último instante de ser engullida y seguir el resto del cuerpo de la nave en su viaje al fondo del mar. Y es curioso, e interesante el detalle de tener en cuenta los banderines de señales. Aparecen en lugar de los característicos gallardetes, en el conjunto de las cofas de los palos mayores de las naves. Tal sistema de señales existió, y como en cada batalla que se precie, ostentan un importante valor en la batalla. En algunos casos incluso crucial.

Cuadro de la batalla de Lepanto. Valdes Leal. Iglesia de la Magdalena. Sevilla.

En el lienzo de Valdés Leal presiden la escena en medio de un rompimiento de gloria la Virgen del Rosario y el Niño, ambos coronados. Contemplados por el Papa arrodillado. Sobre el grado de conocimiento y detalle técnico de la batalla, le ocurre en buena parte como al del propio Lleter, en materia de arquitectura naval y de los propios barcos en orden de batalla. El autor parece desconocer algunos de sus procedimientos, que para los marinos de guerra veteranos, aparecen como básicos. En este caso incluso, es posible observar algunos de los gallardetes de las naves flameando al viento, lo cual es igualmente interesante para el reconocible posterior por parte del historiador que la investigue. Es curiosa igualmente el tratamiento que realiza de las banderas, encontrándonos con la forma apropiada del estandarte de la santa liga, que aparece contenido en un rojo rabioso, mientras que el mismo fue de un azul marino, tal y como señalamos adecuadamente en la imagen de más abajo.

 

Estandarte de la Santa liga. Entregado a Don Juan de Austria, rumbo a las costas de Lepanto.

A Mesina llegó Monseñor Odescalco obispo de Pena a entregar el estandarte que arriba podemos ver. Junto al mismo, también era portador de las indulgencias que el Papa concedía a todos los embarcados. También un relicario que contenía astillas de la Vera Cruz a distribuir entre las capitanas de la armada. Era cuestión de subir la moral a todas las tropas que posteriormente encarnizadamente se enfrentarían a los arcos y la fiereza de las tropas otomanas. La curiosidad. Junto al estandarte y las reliquias,  se prohibía embarcar mujeres, se otorgaba confesión general y se recibía la Eucaristía. La armada de la Liga recibió como insignia el estandarte azul consabido, decorado con Cristo crucificado y la Virgen de Guadalupe y los escudos de España, el Papa y Venecia. Quien visite el precioso y recóndito monasterio de Guadalupe en Cáceres, podrá ver diferentes motivos originarios de la mar y la armada. No se extrañen. La virgen de la hispanidad era la que guardaba el espíritu de la Santa Liga. Tras la victoria, el fanal de la Real de Santa Cruz, su su luz y su guía, iría a descansar para siempre a la sacristía de dicho monasterio. Aún a día de hoy es posible verle. Aquella luz guiaba  a todos los que venían tras la Real. Tras la estela del marqués de Santa Cruz.

Fanal de popa de las naves de Lepanto.

La heterogeneidad de las banderas de la santa liga si aparece en esta ocasión representadas. Diversos querubines arrojan rosarios sobre la flota cristiana mientras que ángeles furiosos se disponen atacar con sus espadas las naves otomanas. En la pintura asistimos a una representación pintada de la campaña: en primer término aparece el pontífice entregando a Don Juan de Austria el estandarte de la Liga Santa, y al fondo la Virgen del Rosario con el Niño sobre nubes mientras en el mar las galeras cristianas derrotan a las turcas .

En contraposición al cuadro de Valdés Leal, en el que lo alegórico y divino ocupa una mayor trascendencia, nos encontramos con cuadros como el de Letter. Para ello, tendremos que viajar hasta Londres. Hasta su National Maritime Museum de Londres,  a la ribera del Támesis, en donde el hecho adopta un papel predominante. Y fue curioso, porque hasta incluso en la ciudad de Londres, capital antagónica de la corte de Felipe II, se celebró la buena nueva de la victoria de Lepanto. Los vuelos de las campanas de las iglesias se hicieron muy habituales en muchas ciudades Españolas. Como no iba a ser en Londres. Hasta las naumaquías se pusieron de moda. Al fin y al cabo la hegemonía otomana era un poder muy a tener en cuenta.  La cosa era bien clara en esto de los juegos de la estrategia. A partir del siglo XVI -y durante más de doscientos años-, dos imperios poderosos chocarían en Centroeuropa por el control del Danubio: el Imperio austrohúngaro de los Habsburgo y el Imperio Otomano. Reciente estaban además el recuerdo del Sitio de Viena, en 1529, en donde pudimos observar el avance temerario en pos de la conquista de la Europa Occidental, así como expandir al máximo el imperio turco a su máxima expresión. Y ya sabemos del refrán que dice, “cuando veas las barbas de tu vecino mojar”…Todo sabemos que la artillería jugó un papel fundamental. En el cuadro de Letter, posiblemente sea una de las imágenes en las que se otorga mayor importancia descriptiva al valor de la artillería. La nuestra realizando fuego en buena parte del cuadro. Ahora bien, sorprende un detalle que un marinista ya bien curtido en sus artes del retrato, difícilmente hubiese podido caer. Se trata de las toldas de los castillos de popa de las naves. Si se fijan en hasta el momento, en casi todos los cuadros estudiados, estas no aparecen, por razones obvias del combate. En todo momento, había que impedir la existencia de cualquier paño que se incendiase. Era un ejercicio de lo más normal en el procedimiento antes de la batalla. Una tolda al viento suponía un importante peligro de incendio del castillo de popa y por ende del propio barco en combate. Además a una de las zonas más sensibles de mando de las mismas. Se ve que en muchas ocasiones los pintores, si bien carecían de la experiencia de haber vivido u visto en persona el fiero combate, desconocían todo este tipo de pequeños detalles. Si además han trnscurrido mucho tiempo desde el acontecimiento, las lagunas y fuentes de historia se suelen plagar de más errores. Este fallo disponen a las toldas y demás velámenes como si se encontrasen en paseo o revista, como es fácilmente  reconocible en muchos cuadros de la materia. Si tienes la posibilidad de visitar el Museo Naval de Madrid, es fácilmente observable el fenómeno entre diferentes de sus cuadros.

Batalla de Lepanto. H Letter.National Maritime Museum.

Y ya que hablamos del museo madrileño, aquí terminaremos el periplo. Con él terminaremos esta breve entrada de un blog, que pretende acercarnos a este  interesantísimo mundo en el que las universidades, los investigadores y los museos juegan un papel fundamental. Con el cuadro de la revelación de Pío V podremos encontrar, multitud de barcos rotos y hundidos que pueden verse desperdigados en torno a unas ocho millas de agua. El mar parece estar completamente cubierto, no sólo de mástiles, palos, remos y maderos rotos, sino de una innumerable cantidad de cadáveres que teñían el agua de un rojo sangre. Que curioso, por muchas veces que había visto aquel cuadro, nunca habría caído en el mar teñido de “un rojo sangre”, y allí estaba, tal y como me dijo en la última visita mi amigo Rafael. – Mira Javier, junto a las banderas de Malta. Allí el mar esta teñido de sangre. Y era verdad. Aunque en cuestión de segundos pensé que exageraba, cuando en realidad no lo hacia ni un ápice. Olvidé, como bien dice el refrán, “que cuatro ojos ven más que dos”. Es cuestión de observar y además, gracias al magnifico cuadro de la batalla de Lepanto (recientemente restaurado por el equipo de Ana Ros y los técnicos del museos), de las brumas de barnices y pátinas del lienzo sobresalen miles de detalles. Entre los grandes y los pequeños articulaban el retrato de aquel instante en toda su magnitud, del estudio de su arquitectura naval, de sus espejos de popa, de sus fanales, de sus gestos, de sus arcabuces se reconstruye lo allí ocurrido. “La historia sobre el cuadro de Lepanto y la visión de Pío V“, esta llena de detalles y de formas, muy necesarios para el investigador. Dada la magnitud de la misma le dedicaremos exclusivamente en esto días un apartado. Se lo merece. Uno de los mayores cuadros que explica la batalla de Lepanto en el mundo, requiere de una pormenorizada explicación. También se merece estar en el listado que traemos al lector de Espejo de Navegantes, al fin y al cabo es otro de los cuadros que dibujaron la batalla. Al fin y al cabo, como decíamos al iniciar esta entrada. «La relevancia de un cuadro no se mide por su tamaño, sino por lo que cuenta, por su historia”. En este caso nos encontramos con un gran cuadro. Y una gran historia. Espero haya sido de su agrado. Al menos hemos podido recorrer algunas de las pinturas que descansan en diferentes lugares del mundo; de la batalla que apenas unas horas, hace 442 años acababa de terminar…

 

Cuadro la visión de Pio V y la batalla de Lepanto. Museo Naval de Madrid. Junto a D. José Ignacio González-Aller.
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Javier Noriega el

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