El V Centenario de la muerte de Vicente Yáñez Pinzón es una buena ocasión para recordar la figura de ese universal marino español
La notable capacidad española para desaprovechar las ocasiones de conmemorar momentos y personajes extraordinarios fue saludada en este blog por José María Lancho con una afortunada sentencia: “el fenómeno del olvido tiene un componente mucho más colectivo en las sociedades hispánicas que el fenómeno de la memoria”. Y Jesús Calero, al hablar de Pedro Páez, remachaba que “no es la envidia nuestro pecado nacional, sino el olvido”. Es cierto: España no es que se entregue al olvido, es que se recrea en él, se ejercita en el olvido y se entrena en olvidar. El olvido es una asignatura de nuestra formación como individuos y como pueblo. ¡Sólo nos acordamos de olvidar! Hace cinco siglos hacíamos la Historia; ahora fabricamos olvido, pero no lo podemos exportar, porque el olvido no se compra, nadie lo quiere, a nadie interesa; en cambio, la Historia es una industria floreciente, como bien saben los inteligentes autores, editores y productores británicos, que saben vender la suya y la de los demás.
Hay honrosas excepciones a este respecto. El III Centenario del nacimiento de Jorge Juan ha dado pie a ceremonias, publicaciones e investigaciones; a su vez, el III Centenario del nacimiento de Junípero Serra, fundador de lo que con los años serían ciudades como San Diego, Los Ángeles y San Francisco, fue saludado con declaraciones institucionales de máximo nivel político. Pero ¿cuántas publicaciones e investigaciones novedosas se han efectuado? Realmente, ¿se ha realizado todo lo necesario para recordar la íntima relación de España con la configuración de lo que hoy son los Estados Unidos y en particular el floreciente Estado de California?
En cambio, cuando hablamos del hasta hace pocas décadas ignoto Pedro Páez, el jesuita cuya memoria fue recuperada y divulgada gracias a la estupenda biografía de Javier Reverte, no se sabe qué es más asombroso, si la trayectoria de ese descubridor de las fuentes del Nilo Azul, autor de la primera historia de Etiopía y que quizá fue el primer occidental en dar en conocer el café, o la falta de curiosidad por su persona. En 1914 sólo tres o cuatro eruditos sabían que Pedro Páez era una figura importante y que era natural de la provincia de Madrid y no portugués, como se pensaba… El quinto centenario de su nacimiento nos pilla algo a trasmano: 2064. Quizá era un buen momento este 2014 para publicar cosas nuevas sobre esa figura extraordinaria. ¿Qué se ha hecho al respecto?
Al final son los editores los que consiguen recuperar textos esenciales y generalmente sin contar con ningún tipo de ayuda. Ha sido la coruñesa Ediciones del Viento la que ha conseguido publicar íntegra la monumental historia de Abisinia de Páez, traducida del portugués por Juana Inarejos Ortiz; y ha sido la madrileña Miraguano quien ha publicado el diario de la expedición de Fray Junípero, en edición de Ángel Luis Encinas. Así, frente a la incuria oficial, la labor privada de unos editores admirables consigue resultados notables.
Un olvido asombroso: Vicente Yáñez Pinzón
Hace unos días la gran experta en el periodo colombino, Consuelo Valdés, recordaba en un programa de historia la trayectoria de los Pinzón, los hermanos Martín Alonso y Vicente Yáñez, que usaban apellidos distintos, cosa nada llamativa en su tiempo. Fuera de una cancioncilla escolar que empezaba por “Los hermanos Pinzones eran unos marineros, que se fueron con Colón, que era otro marinero”, la trayectoria de estos codescubridores de América ha quedado oscurecida por el personaje de Colón.
Indudablemente, al Almirante corresponde la primacía puesto que suya fue la iniciativa de tratar de alcanzar Asia por la ruta del Oeste, que propició el feliz encuentro con América. Pero ¿qué hubiera sido de Colón sin los Pinzón y sin la retahíla de marineros andaluces que ilustraron los primeros años del Descubrimiento? Sobre los Pinzón se sabría poco de no ser por las investigaciones del antiguo rector de la Universidad de Sevilla, Juan Manzano y luego de su hija Ana María, quien realizó su tesis sobre esos personajes. Publicaron padre e hija su ya clásico Los Pinzones y el descubrimiento de América y nos desasnaron a todos sobre las figuras extraordinarias de esos grandes capitanes de Palos. Luego han venido otros trabajos, como los de Julio Izquierdo y algunos hispanistas. Pero el Estado parece haber dado este año la espalda a un personaje de ese calado; no siempre fue así, recordemos que en el pasado los Pinzón fueron rememorados en algo tan oficial como las emisiones de sellos. Pensemos en la de 1930 o la conmemorativa de 1922…
De Vicente Yáñez Pinzón, capitán de La Niña, ni siquiera es segura la fecha de su muerte que se piensa tuvo lugar en septiembre de 1514, hace por lo tanto cinco siglos. Al menos conocemos aproximadamente la fecha de su óbito, porque la de nacimiento es todavía más problemática, entre 1461 y 1462. A ese codescubridor de América, al hombre que demostró que Cuba era una isla completando su primera circunnavegación, al explorador de la costa que va desde Venezuela hasta Brasil, al primer occidental que descubrió el Amazonas -antes incluso que el portugués Cabral- ¿cómo lo hemos podido olvidar de ese modo? Al menos los Pinzón son recordados por las autoridades de su ciudad natal que han sabido cuidar la memoria de sus hijos más ilustres y convertirla en fuente de ingresos turísticos. En Palos inauguraron el pasado mes de agosto el Museo Vicente Yáñez Pinzón, que se suma a la Casa Museo de Martín Alonso Pinzón o al Muelle de las Carabelas. Igualmente un equipo de arquólogos al mando del profesor Juan Manuel Campos está recuperando el puerto histórico del que partieron los descubridores del Nuevo Mundo. Pueden verse fotos en el estupendo artículo de Mari Paz Díaz. Pero la memoria de nuestros marinos más universales merece algo más que el homenaje local, por justo y oportunísimo que nos parezca.
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