Me ha impresionado la forma en que Emilio Gutiérrez se ha convertido en un símbolo. En el símbolo de la auténtica realidad del País Vasco, la de la ausencia del Estado de Derecho, la del miedo, la de la indefensión. Y en el símbolo de la rebelión de los ciudadanos que exigen la recuperación de la libertad y de la dignidad.
Félix Madero planteó ayer el caso de Emilio Gutiérrez en el tiempo de participación de los oyentes que tiene de nueve a nueve y media de la noche en Punto Radio. Le acompañábamos Consuelo Sánchez Vicente y yo misma, y todas las llamadas de los oyentes fueron en una única dirección. En la solidaridad más cerrada con Emilio. En la protesta más encendida por la impunidad de los proetarras. En la denuncia más rotunda del doble rasero por el que se detiene inmediatamente a Emilio y por el que nadie sabe, nadie denuncia, nadie detiene a los acosadores de Emilio.
Pero hubo una llamada que también llamó la atención sobre el aspecto más desolador de esta historia. El del silencio en el País Vasco. El de la ausencia de solidaridad con Emilio en la calle. A pesar de que le han destrozado la casa. A pesar de que ha sido amenazado de muerte. A pesar de que ha tenido que exiliarse. Es ese el ambiente en el que votarán el domingo los vascos.
ETA