El concepto “irreversible” no está en el comunicado de ETA. Tampoco la disolución. Ni la entrega de armas. Mucho menos la petición de perdón a las víctimas. Y, a pesar de todo ello, podemos hablar de una victoria de la democracia. Porque de los términos del comunicado se desprende una renuncia definitiva al terrorismo, la convicción etarra de que no tiene opción alguna de reanudación. Lo que es una victoria de la democracia pues tal renuncia se produce por la debilidad de la banda, por la eficacia policial, por las crecientes dificultades para reclutar nuevos asesinos y por la pérdida de apoyo social a sus crímenes.
Ahora bien, tal victoria es trágica e incierta. Trágica, porque este comunicado llega tras cientos de asesinatos y miles y miles de heridos, perseguidos y exiliados, y no está nada claro que ni ellos ni sus descendientes vayan a concluir que mereció la pena morir por la libertad. Vencer el miedo para acabar discriminado, rechazado o exiliado. Creer en la democracia para ¿acabar desamparado y traicionado por tal democracia?
He ahí la incertidumbre de esta victoria, pues el comunicado de ETA es una consecuencia del montaje de San Sebastián y eso significa que llega tras unos acuerdos con el PSOE, además de los apoyos habituales de los nacionalistas. El comunicado deposita en la resolución de San Sebastián un plan de negociación futura, tanto la referida a sus objetivos políticos como la relativa a lo que llama “consecuencias del conflicto”, es decir, los etarras encarcelados.
ETA espera sacar a los condenados de las cárceles y ocupar posiciones de honor en la vida democrática. Y si el PSOE lo acompaña en ese propósito, la victoria no sólo será trágica. Aún peor, la percepción de quienes resistieron será que no mereció la pena.
ETA
