Esta mañana muy temprano me despertó el sonido de un wasap. Provenía de un viejo amigo, un veterano diplomático eslovaco que me comentaba la tremenda avalancha de refugiados ucranianos que están cruzando su frontera. La televisión nos muestra cada día caravanas interminables de personas que se dirigen por cualquier medio a la frontera occidental de Ucrania buscando huir de la guerra, sí, pero inexorablemente abocadas a enfrentar un futuro incierto. Toda diáspora es terrible, pero la que producen las guerras lo es aún más, ya que a la incertidumbre del futuro se añade la angustia por quienes quedan atrás en el frente: padres, maridos, amigos… luchando con fusiles contra acorazados de última generación. Es muy duro y triste contemplar a estas personas, mayormente ancianos, mujeres y niños, cargados con sus escasos enseres y la angustia del destierro, tratando de llegar a Leópolis, la capital de la Galicia centroeuropea, convertida de pronto en la gatera de escape para quienes buscan alejarse de la guerra.
No es momento para relatos ligeros, pero permítanme que les oriente un poco sobre la génesis y desarrollo de esta histórica ciudad, más conocida en Ucrania como Lviv, que fuera capital del principado centroeuropeo de Galicia y es, desde 1998, Patrimonio de la Humanidad. Fundada en 1256 por Danilo Romanovich, primer príncipe de Galicia, y situada al pie de un impresionante castillo que dominaba la llanura, Lviv -llamada así en honor de su hijo Lev (León)- fue siempre la capital del Voivodato de Galicia, un principado del inmenso reino polaco, que extendía sus dominios desde el Báltico al Mar Negro. Debido a su privilegiado emplazamiento en un estratégico cruce de caminos donde confluían todos las rutas de oriente y occidente, la ciudad prosperó rápidamente, convirtiéndose en un importante centro comercial y de negocios en los siglos XVI y XVII, cuando alcanzó su apogeo bajo el impulso de los numerosos nobles, clérigos y mercaderes que llegaban de todas partes atraídos por su leyenda de ciudad próspera y libre.
La Galicia centroeuropea, como la española o la Galia francesa, fue en sus orígenes -anteriores a los romanos- un territorio celta, posteriormente integrado en el gran reino polaco, llegando a formar parte del imperio austrohúngaro hasta que el hundimiento de éste, tras la Primera Guerra mundial, propició un nuevo diseño de fronteras en Europa que llevó a la partición del principado entre Polonia, Checoslovaquia y la emergente Ucrania, a la que Lviv, su capital, pertenece en la actualidad.
La historia de Lviv es tan rica y variada como la de las comunidades que la hicieron prosperar. Basta pasear por las estrechas calles de su centro histórico para apreciar la diversidad de estilos arquitectónicos que van del gótico de algunas iglesias, al magnífico barroco de palacios y villas o al renacentista de muchas casas señoriales, y es que esta ciudad siempre fue un centro cosmopolita, en el que convivían comunidades de mercaderes armenios, vinateros judíos, nobles polacos, alemanes, griegos, tártaros, ucranianos… cada uno en su barrio, alrededor de su iglesia, con sus propias costumbres, hasta el punto de que podría hablarse de una ciudad de ciudades.
Aunque Lviv es hoy un gran urbe de más de un millón de habitantes, que ha crecido como un anillo alrededor de la prominente colina del Castillo, su centro histórico se circunscribe a la antigua ciudad fortificada, rodeada de fosos y terraplenes de los que ya no queda ni rastro, a no ser el impresionante Arsenal que sobrevivió incólume los asedios tártaros; o el Polvorín, donde se guardaba la pólvora tras sólidos muros de piedra de varios metros de espesor.
Pero aun siendo muy destacables estos monumentos militares, lo que verdaderamente sorprende en el casco antiguo de Levov es el número y variedad de templos y construcciones religiosas, como el monasterio de los Bernardinos -en realidad un fuerte amurallado para proteger la iglesia de San Andrés-, la Catedral Latina –la única reliquia gótica que sobrevivió al terrible incendio de 1527-, la Iglesia Armenia, la de los Dominicos, la de los Jesuitas -que tras ser expulsados del barrio Judío, levantaron la iglesia de San Pedro y San Pablo y, junto a ella, un Colegio que se convertiría en 1661 en la primera universidad de la actual Ucrania y un observatorio astronómico que desgraciadamente no ha sobrevivido-, o la de San Nicolás, la más antigua de todas, con sus muros de piedra, su entrada baja, su forma de cruz, al más puro estilo kievita, que era utilizada ya en 1294 como capilla privada de los príncipes de Galicia. Construidas durante la dominación polaca como templos católicos, la mayoría de estas iglesias han terminado curiosamente dedicadas al culto católico griego, una especie de híbrido entre el rito católico romano y el ortodoxo griego.
En un extremo del amplio paseo ajardinado por donde corría el río Plotva -hoy soterrado-, las elegantes líneas neoclásicas del impresionante Teatro de la Opera, que los levovitas tienen por el segundo mejor de Europa, después del de París, contrastan con el moderno monumento al gran poeta nacional Taras Schevchenko, lugar universal de encuentro y celebración.
A un paso queda el corazón de la ciudad medieval, la antigua Plaza del Mercado, en cuyo centro se eleva la Torre del Ayuntamiento. Las mejores casas del Lviv histórico son las que forman los cuatro lados de la plaza, apoyándose unas sobre otras con el mismo desorden y solidez que una ringlera de dientes viejos. Como en Praga, cada fachada es distinta, cada puerta, única; cada estilo, sorprendente. Cuando la visité por primera vez, recién escindida de la Unión Soviética, me dio pena ver tanto abandono, tanta suciedad, tanta joya descascarillada envejeciendo sin dignidad…. Ahora, ya limpia y rejuvenecida, se ha convertido de pronto en puerta de huida para los incontables ucranianos que buscan refugio en Galicia, ya sea en la Galicia polaca… o en la eslovaca, caracterizada ésta por sus hermosas iglesias de madera.
Mi amigo me pide ayuda desde Eslovaquia y no se qué decirle. Si alguien tiene contactos en Cáritas, en la Cruz Roja o en cualquier otra organización seria y humanitaria que pueda echar una mano con el drama de los refugiados ucranianos, que levante la mano… y marque el número de la Embajada Eslovaca en Madrid. Tel 915903861. Muchas gracias y buen día.
EuropaOtros temas