ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Japón, el archipiélago de la cultura

Una opera magna que muestra el Japón desde infinitos puntos de vista a través de las mejores y más doctas plumas

Japón, el archipiélago de la cultura
Portada del cuaderno que describe el 'Triángulo Dorado': Tokio, KiotoOsaka
Francisco López-Seivane el

Acaba de presentarse en España una obra de otros tiempos, una auténtica ópera magna de diez volúmenes, que cubre todos los ángulos posibles de una de las culturas más extraordinarias y desconocidas del planeta. Es Japón visto desde infinitos puntos de vista. Mas de dos mil páginas de viajeros, académicos y expertos en la cultura del país, realzadas con innumerables fotos de extraordinaria belleza. En su conjunto, la obra –diez volúmenes- constituye un fresco único sobre Japón, riguroso, poliédrico y repleto de matices, que sólo un loco o un genio se atrevería a llevar a cabo. El nombre propio detrás de la idea y de la ejecución es Julián Fernández, director de Mediatres, una empresa catalana. Sus cómplices somos más de cincuenta escritores y académicos que amamos Japón y su historia. Más de cincuenta miradas que componen un mosaico sin precedentes. Es un trabajo magnífico, extraordinario, que engrandecerá cualquier biblioteca, especialmente la de quienes se interesan en la cultura de un país que siempre pone lo colectivo por delante de lo individual.

Aquí me voy a referir exclusivamente al volumen nº 10 de la obra, (‘Experiencias de Autor’), que recoge la mirada de los viajeros y lleva las firmas de autores tan notables como Sánchez Dragó, Luis Racionero, Javier Reverte… y un servidor, a quien le tocó cargar con la mayor parte del texto. Todo comenzó hace años, cuando recibí en Etiopía un email de un desconocido que había leído en El Mundo uno de mis reportajes sobre Japón y quería proponerme que colaborara en su magno proyecto. Quedamos en hablar a mi regreso a España. Me pidió que extendiera aquel reportaje cuanto pudiera para enriquecerlo con la miríada de detalles que no tienen cabida ni sentido en un simple reportaje de viajes. Me puse manos a la obra y le entregué un montón de folios. Le gustaron tanto que no dudó en pedirme otra montaña de texto  sobre el Kumano Kodo. Y después otro tocho sobre la llegada del cristianismo -y San Francisco Javier- a tierras niponas. Y luego otro, y otro…. Recuerdo que le recomendé también que contactara con dos buenos amigos y grandes admiradores de la cultura japonesa, Javier Reverte y Luis Racionero. Lo hizo, y los reclutó para su causa, aunque ambos morirían antes de ver publicada la obra. Comprenderán mi decisión de no volver a recomendar nunca a nadie más, a menos que me garantice que no se va a morir en el futuro próximo.

El Kumano Kodo es una ruta espiritual que lleva al peregrino a visitar tres templos a través de los bosques celestiales de Wakayama

El Kumano Kodo es algo semejante al Camino de Santiago en versión nipona. Ambas peregrinaciones son coetáneas, y si el Camino español lo inició Alfonso II el Casto en el siglo IX, la peregrinación nipona también corrió a cargo de un emperador con un enorme séquito en la misma época. Ambos son Patrimonio de la Humanidad. Les anticipo que adentrarse en el espíritu de Kumano es una labor muy ardua. Sus inacabables leyendas forman capas superpuestas, retazos de una compleja realidad que nunca se desvela del todo, como el propio paisaje, que siempre aparece velado por jirones de niebla. Kumano es un misterio insondable para quienes lo aproximan sólo con los ojos de la razón, pero una realidad viva y latente en el subconsciente colectivo del pueblo nipón. Con razón dicen por aquí que “quien entiende Kumano entiende Japón”. Las paradojas y contradicciones conviven naturalmente por estos pagos, como lo hacen la materia y el espíritu, la mitología y la historia, el budismo y el shinto, la vida y la muerte. No son sino formas cambiantes que ocultan una realidad única. Para ellos, todos los colores se funden en el blanco. Así, Kumano es tanto la paradisíaca sucesión de excelsas montañas que se extienden por el sur de la península de Kii, como el mundo inmaterial de dioses y espíritus que se supone que lo habitan.

Los ‘oyi’ son pequeñas capillas en las que el peregrino hace un alto en el camino
Detalle del Kumano Kodo, serpenteando por bosques de cuento de hadas

Peregrinar a Kumano fue durante siglos una dura prueba y un privilegio de nobles y emperadores, que acostumbraban a hacerlo tras haber abdicado de sus responsabilidades terrenales, algo así como Carlos I retirándose a Yuste. Las comitivas podían llegar a ser de hasta ochocientas personas, una auténtica población moviéndose a pie por difíciles senderos y cargando con avituallamientos y logística. Hoy día se puede ir muy cómodamente de Tanabe a Hongu por la única carretera que atraviesa la península de mar a mar, siguiendo el curso del río Tonda. Es un agradable recorrido de apenas unas horas por hermosos valles con un fondo de bosques y montañas. Pero el auténtico Kodo cruza el río Tonda en Takiyiri-oyi, un punto crucial para los peregrinos, ya que aquí se entra en “la tierra de los muertos”, el corazón de Kumano. Apenas cruzado el río, el camino se empina y comienza el ascenso hasta Takahara oyi, a ochocientos metros de altura, el lugar donde me alcanzó el tifón. No puedo entretenerme explicando las leyendas que abundan aquí sobre el significado de este paso, pero los peregrinos se purifican ritualmente en el río y piden fervorosamente en el oyi que la deidad correspondiente les ampare en el arduo camino que les espera. Al cruzar el Tonda se entra, como digo, en ‘tierra de difuntos’ porque allí ‘muere’ el yo impuro y pecador del peregrino. El Kodo –el Camino- actuará a partir de ese momento como elemento purificador y transformador para que, al final, renazca un ser nuevo de luz y pureza.

Portada del relato que cubre la llegada del cristianismo a Japón

En 1549, Francisco de Javier y su pequeña comitiva llegaron al archipiélago nipón con propósito de extender el catolicismo. Desembarcaron el 15 de agosto en Kagoshima, el puerto más meridional de Kyushu, a su vez, la isla más meridional del archipiélago, donde Javier permanecería un año. Su mayor afán durante este tiempo fue hacerse entender, así que, tras obtener permiso del daimio, la máxima autoridad local, para predicar, pidió a Anjiro, natural de esa misma localidad, que tradujera al japonés la obra Declaración de los artículos de la Fe, que se aprendió de memoria y recitaba a la gente que se encontraba por las calles. Para responder a las preguntas de los transeuntes, se servía de Anjiro, pero su furstración no paraba de crecer ante la falta de progresos y conversiones, lo que consideraba un fracaso de su misión, ya que en el primer año apenas había logrado un puñado de conversos. Japón no era ciertamente la India; allí hacía siglos que el budismo, importado por Kukai de China, había maridado perfectamente con el sintoísmo preexistente. De hecho, el respeto por la naturaleza y todos sus seres, propio del sintoísmo, se había visto enriquecido por las técnicas de la meditación zen aportadas por el budismo, sin exigir renuncia alguna, así que los japones se mostraban muy cerrados ante las cosas que predicaba en la calle un gaiyin, un extranjero, en el sentido más peyorativo de la palabra, algo así como un ´bárbaro´. Los monjes budistas terminaron protestando ante el daimio (señor feudal) por lo que consideraban excesiva agresividad apostólica de Javier, y aquel prohibió a los cristianos seguir con sus prédicas Con tan oscuras perspectivas, Francisco optó por lo que terminaría siendo un rasgo caraterístico de la Compañía de Jesús: concentrarse en la conversión de los poderosos.

Lo que acaban de leer es sólo un aperitivo. Hay ciertamente mucho más que se podría decir sobre el Kumano Kodo y la misión de Francisco Javier en Japón, pero eso lo encontrarán, junto a muchas otras fascinantes historias, en el volumen número 10 de esta fascinante obra coral, que puede adquirirse muy fácilmente en Amazon, libro a libro o completa, como prefieran.

Asia & Oceanía

Tags

Francisco López-Seivane el

Entradas más recientes