Muchos estarán de acuerdo en que hay dos órganos sexuales por excelencia, los genitales y el cerebro. Sin embargo, la cuestión más polémica en el estudio de la evolución de la sexualidad humana es sin duda si el orgasmo femenino es o no una adaptación funcional, es decir, si cumple una función en la supervivencia o no.
La hipótesis del subproducto establece que el orgasmo femenino no tiene ninguna función evolutiva, existe sólo porque las mujeres comparten algo de su ontogenia temprana con los hombres, en la que el orgasmo es una adaptación. Desde un punto de vista fisiológico, el orgasmo masculino es una adaptación extremadamente valiosa que tiene como finalidad expulsar los espermatozoides producidos en los testÃculos mediante contracciones musculares. argo, las mujeres no necesitan experimentar orgasmos para que se produzca la fecundación de sus óvulos. Esta aparente ausencia de funcionalidad ha llevado a considerar el orgasmo femenino como un subproducto fortuito del masculino.
Frente a esta opinión, la segunda hipótesis sostiene que el orgasmo femenino habrÃa surgido como un mecanismo de retención del esperma en el interior del tracto genital y facilitar la fecundación, por lo que tendrÃa también una verdadera función, más allá del mero placer.
Según explican,  el orgasmo femenino humano tenÃa ancestralmente la función de inducir la ovulación en nuestra especie, igual que ocurre en otros mamÃferos. Puesto que no hay relación aparente entre el orgasmo y el número de crÃas o reproducción exitosa en los seres humanos, los cientÃficos se centraron en un rasgo fisiológico especÃfico que acompaña el orgasmo femenino humano: la descarga neuroendocrina de prolactina y oxitocina.
Además, el orgasmo en ambos sexos se acompaña de la liberación de oxitocina, lo que contribuye a las contracciones musculares y sensaciones placenteras. También aumenta la activación del sistema de recompensa relacionado con la dopamina en el cerebro y disminuye la activación de la corteza cerebral.
El equipo de Yale buscó esta actividad hormonal otros mamÃferos placentarios y encontraron que en muchos este reflejo juega un papel fundamental en la producción de óvulos. El ciclo ovárico de las mujeres, por ejemplo, no es dependiente de la actividad sexual. Sin embargo, en otras especies de mamÃferos la ovulación es inducida por los machos. Y el trabajo muestra que la ovulación inducida por el macho evolucionó primero y que la ovulación cÃclica o espontánea es un rasgo derivado que se desarrolló más tarde.
Los cientÃficos sugieren que el orgasmo femenino puede haber evolucionado como una adaptación para la reproducción (el reflejo de que ancestralmente inducÃa la ovulación). Este reflejo se convirtió en superfluo para la reproducción más tarde, relegando el orgasmo femenino a papeles secundarios. Inicialmente la descarga hormonal de prolactina y oxitocina que acompaña al clÃmax femenino era un requisito para que se produjera la ovulación en el momento del coito, como ocurre en gatos y conejos. Al aparecer, con la ovulación cÃclica, que se produce de forma regular e independiente de las relaciones sexuales, el orgasmo femenino quedó libre de una función concreta y el clÃtoris, responsable de la sensación placentera, se convirtió en algo accesorio para la reproducción. En la mayorÃa de los mamÃferos la cópula va ligada a la excitación de este órgano, que induce la secreción hormonal que a su vez provoca la liberación de óvulos, aumentando la eficacia reproductiva.
Un estudio comparativo de los genitales femeninos en distintas especies también reveló que, coincidiendo con la aparición de la ovulación cÃclica, que se produce de forma espontanea e independiente del coito,  el clÃtoris se trasladó desde su posición ancestral, en el orificio vaginal, a la actual, relativamente más alejada, sin merma de la fecundidad. Pero este cambio anatómico hace que sea menos probable que el clÃtoris reciba la estimulación adecuada durante la relación sexual para provocar el reflejo neuroendocrino conocido en los humanos como el orgasmo.
Asà fue, según los investigadores de Yale, como el orgasmo femenino se convirtió en un esquivo «lujo» de última hora, evolutivamente hablando, gracias a que la aparición de la ovulación cÃclica desligó reproducción y placer femenino.
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