Emilio de Miguel Calabia el 23 sep, 2024 El dogma woke tiene en común con el terraplanismo que es una cuestión de fe, que ha mandado la razón a paseo. Algún día nos preguntaremos cómo nos dejamos vencer por una doctrina tan dañina (no, no estoy hablando del terraplanismo), pero de una raza humana que en un momento dado creyó que el nazismo y el comunismo eran doctrinas que traerían la felicidad de sus adherentes, te puedes esperar cualquier cosa. Para mí lo woke se define por cuatro elementos: 1) La importancia del sentimiento sobre la razón. Si yo siento que las cosas son así, es que son así, de manera que no trates de razonar conmigo tío listo; 2) La superioridad moral del woke; 3) La falta de sentido del humor y la incapacidad de ser autocrítico y de aceptar las críticas ajenas lo que nos lleva a 4) Cancelar al que esté en desacuerdo conmigo, porque es moralmente inferior y porque al discrepar, demuestra lo mala persona que es. Intentando descubrir cómo llegamos a dogmas tan delirantes como los de los woke, me compré “Cynical CriticalTheories” de Helen Pluckrose y James Lindsay, que lleva como subtítulo muy adecuado “Cómo el activismo académico se inventó todo sobre la raza, el género y la identidad y por qué esto perjudica a todos”. Todo arranca en los años 60 con el posmodernismo que nació en los campus franceses. El posmodernismo nació en un contexto marcado por la decepción con el marxismo, la credibilidad en declive de la religión en sociedades postindustriales (ojo, este declive sólo se produjo en Occidente) y los rápidos avances de la tecnología. El posmodernismo fue una reacción ante la modernidad, cuyos fundamentos se negaron en unos casos y en otros se la criticó por no haber ido lo suficientemente lejos. Aunque hubo muchas corrientes diversas del posmodernismo en distintos países europeos, resulta aconsejable centrarse en el posmodernismo francés, que ha sido el más influyente. Michel Foucault, Jacques Derrida y Jean-François Lyotard serán clave. El punto de partida de todos ellos sería la desconfianza y el escepticismo ante la ciencia, el pensamiento liberal y los relatos culturales en boga. En todas partes encontraban una falta de autenticidad lo que acababa conduciéndoles a la puesta en duda de las verdades tradicionalmente admitidas. Lo anterior llevó a que se preguntaran si no habría otras verdades no-reconocidas que pudieran ofrecer visiones del mundo tan válidas como las de las verdades tradicionales. La respuesta es que sí, porque la verdad es sencillamente una construcción social. Esto genera algunos problemas epistemológicos curiosos. La realidad es la que es, pero existen sesgos culturales que nos impiden verla. La Tierra gira en torno al sol; esto es un hecho. Nuestros patrones culturales nos permiten aseverarlo. Pero otra cultura puede tener el paradigma de que el sol gira en torno a la Tierra y quienes afirmen lo contrario serán considerados como “desviados” en esa cultura. En palabras de Michel Foucault: “… en una determinada cultura y en un momento determinado, siempre hay un único modo de conocimiento que define las posibilidades de todo conocimiento, ya sea expresado en una teoría o silenciosamente incorporado a una práctica.” Es el poder sociopolítico el que determina en última instancia cuál será el discurso dominante y lo que podrá considerarse como verdadero en esa sociedad. Poder y conocimiento están imbricados. El poder decide lo que es verdadero y lo que es moralmente bueno. Todo conocimiento, incluso el científico, es sospechoso porque es una simple construcción social fruto de las relaciones de poder dentro de esa sociedad concreta. En resumen: es imposible el conocimiento objetivo. Los posmodernos eran muy buenos (o al menos eso se creían ellos) desvelando las estructuras de poder subyacentes a todos los fenómenos sociales. En su arrogancia no reconocieron que parte de su trabajo ya lo habían hecho antes,- y de manera menos totalitaria y más sensata-, los pensadores de la Ilustración. Su relativismo y escepticismo les imposibilitaron para presentar una alternativa a esa sociedad y sus relaciones de poder subyacente, a la que estaban criticando. Un aspecto peculiar del posmodernismo es su obsesión por el lenguaje. Tradicionalmente en Occidente nos hemos preocupado por cuál habría sido el primer lenguaje y por la relación entre el lenguaje y la realidad. El posmodernismo,- especialmente Derrida-, dice que el lenguaje no es de fiar y que no sirve para representar la realidad. El lenguaje opera jerárquicamente y en binomios; por ejemplo, hombre/mujer, donde “hombre” es superior a “mujer”. La formulación del hablante no tiene superioridad sobre lo que el oyente interpreta; no importa lo que quiso decir el hablante, sino el impacto que tuvo sobre el oyente. Dado que los discursos crean y mantienen la opresión, deben ser deconstruidos con cuidado. Dos corolarios de este planteamiento: 1) El significado del discurso de un tercero depende de la deconstrucción que el oyente haga del mismo. Lo que no dice el posmodernismo es que la interpretación del mensaje puede ser arbitraria, desfiguradora y subjetiva; 2) Si el lenguaje ha servido para transmitir un concepto jerárquico de la realidad, podemos manipularlo para que transmita NUESTRO concepto de la realidad. Implícita está la idea de que nuestra manera de manipular el lenguaje es superior y más despierta (woke significa despierta) que la de nuestros rivales. El posmodernismo se convirtió pronto en la ideología de moda entre los intelectuales de izquierda, que se aplicaron a desmantelar todas las verdades anteriores. Pero este ejercicio alcanzó sus límites en cierto momento en la década de los ochenta. Los posmodernistas habían deconstruido todo lo que había que deconstruir, pero no habían propuesto una alternativa. Aquí hubiera debido terminar el posmodernismo como pensamiento de moda. Desgraciadamente fue el momento en el que las universidades norteamericanas tomaron el relevo de las francesas y le insuflaron nueva vida. Otros temas Tags Helen PluckroseJacques DerridaJames LindsayJean-François LyotardMichel FoucaultPoderPosmodernismoWoke Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 23 sep, 2024