Emilio de Miguel Calabia el 13 jul, 2021 “Soy dinamita” es el título de la biografía de Friedrich Nietzsche que ha escrito Sue Prideaux. El título está tomado de “Ecce Homo”, en la que Nietzsche dice de sí mismo: “No soy un hombre, soy dinamita”. La biografía es muy amena y su lectura hace pensar en una de esas novelas rusas llenas de personajes. Nietzsche era un gran solitario y, contradictoriamente, también era un hombre muy sociable, que solía generar lealtades profundas, aunque cuando alguien le depcionaba, era el final. Prideaux ha centrado la biografía en las relaciones de Nietzsche y creo que es un acierto. El primer personaje relevante en la vida de Nietzsche, sobre todo en su primera juventud, fue Wagner. Ambos se conocieron el 9 de noviembre de 1868. En aquel entonces Wagner estaba en la mitad de su sexta década de vida. En su juventud había sido intensamente izquierdista y nacionalista, hasta el punto de que tuvo que exiliarse en Suiza tras el fracaso del Levantamiento de Dresde de mayo de 1849. Para 1868, ya era toda una celebridad, cuya música se iba convirtiendo rápidamente en objeto de culto. Además había tenido la suerte de que el Rey Luís II de Baviera quedase encandilado con él y no reparase en gastos para que su compositor favorito viviese como un pachá. Nietzsche en aquel momento tenía 24 años y todos le auguraban un brillante futuro como filólogo, una ocupación en la que destacaba, pero que cada vez le atraía menos. Desde niño, Nietzsche sentía pasión por la música y para él fue un sueño hecho realidad conocer al gran compositor del momento. ¿Y qué fue lo que vio Wagner en un hombre desconocido y treinta años más joven que él? Prideaux sugiere que de alguna manera Wagner supo ver la gran inteligencia de Nietzsche y que le atrajo su gran cultura clásica,- algo de lo que carecía Wagner, cuya cultura tenía bastantes huecos-; en resumen, Wagner intuyó que aquel joven tenía un gran futuro por delante. Tal vez Prideaux racionalice aquí demasiado. Los flechazos y la química existen entre las personas y lo mismo fue eso lo que ocurrió entre ambos. Nietzsche enseguida se convirtió en un visitante habitual en Tribschen, la casa paradisiaca de los Wagner que daba al lago Lucerna. Nietzsche llegó a tener en esa casa su propio cuarto, un estudio en la parte de arriba, al que denominaron “Denkstube”, la habitación de pensar. Prideaux dice que esos fueron los mejores años de Nietzsche. Tenía trato íntimo con un genio de la música al que adoraba y tenía una relación muy estrecha también con su mujer Cósima, una persona de gran inteligencia y sensibilidad. Los tres tenían una relación cimentada en el intelecto y la música. Joachim Köhler ha escrito sobre esa relación en el libro “Nietzsche y Wagner. Una lección sobre la subyugación”. Köhler sugiere que Wagner representaba para Nietzsche y Cósima, a quienes les sacaba 30 y 23 años respectivamente, una figura paterna; precisamente a ambos les había faltado una presencia paterna en su infancia. El padre de Nietzsche murió loco, cuando éste tenía cinco años. Cósima, por su parte, era hija ilegítima del compositor Franz Liszt, quien se ocupó bastante poco de ella durante su infancia. Köhler sugiere también que el gran ególatra que era Wagner supo apreciar en cuanto le conoció la valía de Nietzsche y lo reclutó para que le hiciera propaganda. La ruptura del trío,- que fue intelectual y emocional, pero no sexual entre Nietzsche y Cósima-, ocurrió a raíz del traslado de los Wagner a Bayreuth, cuando a Wagner ya se le había ido la olla megalomaníaca. Nietzsche, que cada vez hablaba más con una voz independiente, vio el endiosamiento de Wagner, que le colocó en una situación cada vez más incómoda. A eso se añadirían dos cuestiones ideológicas que les separarían irremediablemente: el nacionalismo y el antisemitismo. Wagner era un nacionalista rabioso. Si en su juventud había sido un nacionalista de izquierdas, en su vejez se convirtió en un nacionalista oportunista de derechas. Era lo que correspondía en la Alemania recién unificada del Kaiser Guillermo I. Nietzsche, en cambio, era un cosmopolita y apreciaba la cultura francesa. Su división en el tema del antisemitismo era todavía más marcada. Wagner era un rabioso antisemita, que consideraba que los judíos eran un elemento foráneo y corrosivo para la noble y pura raza aria. Wagner murió en 1883, pero se habría sentido en su salsa en la Alemania de Hitler. Nietzsche, en cambio, no soportaba a los antisemitas y nunca tuvo ningún problema en hacerse amigos judíos. La otra gran influencia intelectual que recibió el joven Nietzsche en aquellos años fue la de Jacob Burckhardt. Burckhardt era un historiador del arte y la cultura, que enseñaba en la Universidad de Basilea en los mismos años en que Nietzsche fue profesor allí. Ambos tenían muchos rasgos de personalidad en común, empezando por su austeridad y su deseo de salvaguardar su intimidad, y compartían muchas ideas como sus reticencias ante el nacionalismo y la cultura popular y su aprecio a Schopenhauer. Burckhardt, cuya visión era cosmopolita y europea, apreciaba mucho la cultura judía; pensaba que era la levadura de la cultura europea. Buckhardt era mucho más afín a Nietzsche que Wagner en todos los aspectos. Burckhardt y Nietzsche daban largos paseos por Basilea, en los que compartían sus ideas, pero nunca llegaron a desarrollar una amistad estrecha. Burckhardt era una víctima de la educación calvinista. Rechazaba los apegos intensos; temía que las emociones intensas, como la amistad, pudieran alterar sus investigaciones intelectuales. Es difícil saber si ciertas ideas las aprendió Nietzsche de Buckhardt o si las desarrolló independientemente y las conversaciones con Buckhardt sólo sirvieron para confirmárselas. Algunas de estas ideas eran: una visión europea del mundo, que excluía los nacionalismos estrechos y muy especialmente el alemán, que acababa de despertarse y estaba dando sus primeros zarpazos; el rechazo a la prensa escrita, a la que veían que ocupaba el lugar de la alta cultura; el rechazo a la erudición huera que acumula listas interminables de hechos, con los que entierra el espíritu; no creían en la idea hegeliana de la Historia como el registro del progreso humano, sino que la Historia es simplemente el registro de lo que es. La ruptura entre Buckhardt y Nietzsche fue más gradual que la ruptura con Wagner. El responsable del distanciamiento fue Buckhardt, que cada vez fue sintiéndose más reticente ante el giro que tomaba el pensamiento de Nietzsche. A un hombre pausado, estoico y conservador, debía de parecerle horrible el esfuerzo de Nietzsche por demoler la moral tradicional e introducir en su lugar la figura del superhombre. Otros temas Tags Cósima WagnerFriedrich NietzscheJacob BurckhardtJoachim KöhlerRichard WagnerSue Prideaux Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 13 jul, 2021