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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

La casta de los castos (y 2)

Emilio de Miguel Calabia el

(Marco Marzano)

Y ahora viene (ya tardaba) el tema del sexo y del amor. En nuestra hipersexualizada época el contraste entre la castidad exigida en el seminario y el mundo exterior no puede ser mayor. La renuncia al sexo y al amor es la medida de si el seminarista ha incorporado los valores de la institución. De hecho suele ser la ruptura del celibato la principal causa de salida de los seminaristas del seminario. Marzano señala que el sexo y amor son temas tabú de los que no se habla y en los que no se invita a pensar. Pero el efecto de tanta represión es que el sexo siempre esté presente en la recámara. Como señala un sacerdote: “Cuando vivía en el seminario creía que no había más mandamiento que el sexto. La moralidad consistía en una sola cosa, el sexo. Ninguna otra cosa tenía realmente importancia…”

Pero el sexo es un instinto demasiado fuerte como para poder erradicarlo de raíz por mero ejercicio de la voluntad para la mayor parte de las personas. Marzano trae a colación al ex-monje y psicoterapeuta Richard Sipe, quien afirmaba que el 80% de los sacerdotes se masturban con regularidad. Eso sí, muchos la viven con culpabilidad, como una suerte de necesidad dolorosa.

Como era de esperar, de la masturbación pasamos a la homosexualidad dentro del seminario. La Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas de 2005 señala que no cabe admitir en el seminario a aquéllos que practiquen la homosexualidad, que tengan tendencias homosexuales muy arraigadas o que apoyen la cultura gay. En cambio son admisibles quienes tengan tendencias homosexuales como expresión de un problema transitorio o tengan dudas sobre su orientación sexual. A la hora de la verdad, no pocos candidatos entrarían en el seminario para escapar del conflicto que les generan las dudas que tienen sobre su sexualidad y no tener que plantearse cuestiones sobre su orientación sexual. La castidad les ahorra ese problema.

Marzano afirma que la realidad es muy otra y que hay una cultura homosexual subyacente en buena parte de la Iglesia. Marzano recoge distintas encuestas, que arrojan tasas de homosexuales que van del 30% (en encuestas más antiguas) al 70% (en otras más recientes. Parece que sería un fenómeno al alza). Después de la masturbación, las prácticas homosexuales estarían bastante extendidas, mucho más que las heterosexuales. Un sacerdote llegaría a decir al autor: “Oye, el ambiente del seminario está tan impregnado de homosexualidad que es realmente un lugar excelente para hacerse gay”. Otro afirma: “Lo más ridículo es que parecían todos muy preocupados de alejar a los seminaristas de las mujeres. ¡Como si eso fuera el problema! No había nada más fácil que mantenerse lejos de las mujeres para esta panda de homosexuales que éramos todos en el seminario.” Eso sí, aunque en el fondo se sepa, una de las reglas es no alardear de ello y ser discreto.

La vida de los seminaristas heterosexuales es mucho más dura. La falta de contacto con la femineidad se acaba convirtiendo en una frustración. Mientras que hay cierta tolerancia de la homosexualidad, no ocurre lo mismo con la heterosexualidad. Una relación heterosexual puede acabar conduciendo al abandono. Mientras que los homosexuales pueden sentirse un poco como en casa, los heterosexuales se sienten más aislados en el seminario y cuando salen fuera se sienten bichos raros cuando se encuentran con sus amigos que llevan vidas laicas.

Marzano llega a la conclusión de que la Iglesia no tiene problemas reales con la homosexualidad. De hecho un sacerdote homosexual sería preferible a uno heterosexual, que tiene más probabilidades de abandonar la institución; para un heterosexual un embarazo imprevisto es siempre una posibilidad. Es más probable que un sacerdote homosexual sea sumiso. La tradición eclesiástica, que condena la homosexualidad, acentúa los sentimientos de desvalorización y hace que necesiten aún más la protección que les ofrece la Iglesia.

¿Y qué ocurre una vez terminado el seminario y recibida la ordenación sacerdotal? Repentinamente el flamante sacerdote se encuentra con que ha pasado de un régimen de control estricto a otro de una gran libertad. De estar continuamente rodeado de sus pares, pasan a estar rodeados de feligreses, cuya presencia es mucho menos invasiva. Según Sipe, en un estudio de 2003, un 10% viven el celibato. Muchos de los heterosexuales, que en su gran mayoría se habían mantenido vírgenes en el seminario, acaban sucumbiendo a las tentaciones de la carne. Las razones son muchas: la sensación de aislamiento, la pérdida del idealismo juvenil, la sensación de haber sido abandonados por la institución, en determinado momento de la vida el temor a envejecer en soledad… En cuanto a los homosexuales, lo más probable es que hubiesen dejado de respetar estrictamente el celibato ya en el seminario.

El libro de Marzano está bien escrito y se lee en un pispás. Lo que cuenta suena plausible. Sin embargo, no es el libro serio de sociología que me habría gustado. Marzano cuenta al inicio del libro cómo se le ocurrió el tema y cómo comenzó a profundizar en él. Señala que la obra, aparte de usar la bibliografía ya existente, está basada en conversaciones mantenidas en toda Italia. Pero no dice ni el número de conversaciones mantenidas, ni las edades o demás datos de sus interlocutores. Señala que hay una presencia bastante fuerte de homosexuales en los seminarios y dice que encuentas recientes hablan de hasta un 70%. ¿Y cuál es su propia opinión sobre la base del número x de entrevistas que ha mantenido? Incluso si la proporción del 70% fuese suya, no es lo mismo decir que un 70% de los seminaristas son homosexuales después de haber entrevistado a 30 que a 900.

Luego está la cuestión de la bibliografía. Marzano presenta una impresionante lista de 100 libros como referencia. De éstos hay que eliminar aquéllos cuyo valor es básicamente teórico, como las cuatro obras de Foucault que menciona o “Economía y sociedad” de Max Weber; en total 26 libros, algunos de los cuales tratan temas tan interesantes como el silencio y la negación en la vida cotidiana o una interpretación sociológica del liderazgo en la Administración. O sea que nos quedan, 74 libros que sí que abordan el tema en concreto. Dado que han pasado muchas cosas en la Iglesia desde la muerte de Juan Pablo II y el escándalo de los abusos en la Iglesia, yo no utilizaría libros anteriores a 2005,- fecha de la muerte de Juan Pablo II-, por marcar un límite temporal, porque puede que reflejen una situación que ya no existe. Esto nos dejaría 41 libros.

En fin, que el libro me ha entretenido y me ha parecido interesante, hasta que me he empezado a hacer preguntas sobre la metodología empleada.

 

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