Emilio de Miguel Calabia el 18 jun, 2019 Dice la RAE que la reticencia es el efecto de no decir sino en parte, o de dar a entender claramente, y de ordinario con malicia, que se oculta o se calla algo que debiera o pudiera decirse. Esta fue la palabra que me vino a la cabeza cuando recientemente en un vuelo a Dubai, vi “Bohemian Rapsody”. Vaya por delante que la película me gustó y que me da lo mismo si han alterado aspectos de la vida de Freddy Mercury, como el de adelantar un par de años el descubrimiento de que tenía sida para que cupiera en el marco temporal de la película. No esperaba una película que reflejase fielmente la vida de Freddy Mercury. Me bastaba una película que contase su ascenso y el de Queen, aunque se tomase algunas libertades con la verdad, siempre y cuando fuese lo suficientemente honesta como para reconocerlo. Pienso que la verdad pura no es lo suficientemente artística y que a veces hay que maquillarla un poco para que sea bella. En “Bohemian Rapsody” lo han hecho y el resultado ha sido notable. Pero me estoy enrollando. Yo quería hablar del arte de la reticencia. La reticencia más célebre de la historia de la literatura es el paseo en carruaje que da Madame Bovary con su amante León. Flaubert no dice nada de lo que ocurre dentro del carruaje y al mismo tiempo lo dice todo. Aun así la novela le valió un proceso por escándalo moral. El artista decimonónico debía tener cuidado para no escribir nada que escandalizase a la moralidad burguesa o fuese contra el Código Penal. A Flaubert y a Beaudelaire, entre otros, les tocó comparecer ante jueces que no conocían más literatura que la del Código Penal y así les fue. Desde finales del XIX las leyes fueron suavizándose y la sociedad abriéndose, de manera que para mediados del siglo XX los artistas ya gozaban de una gran libertad de expresión. Por suerte la tiranía de lo políticamente correcto y las redes sociales han venido a modificar esta anómala situación de libertad de expresión artística. No hay que dejar que los artistas gocen de demasiada libertad, que son libertinos, amorales y anarquistas y no se sabe lo que podrían decir. Una ventaja añadida de esta nueva situación es que hemos podido recuperar el arte de la reticencia, que había empezado a perderse. “Bohemian Rapsody” es un buen ejemplo. La homosexualidad de Freddy Mercury es sugerida más que mostrada. Está Freddy hablando en una cabina telefónica. Un camionero aparece. Le mira significativamente y se encamina hacia los servicios. La escena no dice más, ni falta que hace. Otra escena: un locutor de radio que es claramente homosexual, entrevista a Mercury. Es evidente que hay mucha complicidad entre ambos. La novia de Mercury ve la escena y comenta con estupor: “No sabía que se conocieran tanto”. Poco después se produce la salida del armario de Mercury con su novia. El guionista consigue que en toda la escena no se pronuncie la palabra “homosexual”, pero que el espectador sepa lo que está ocurriendo. En otra de las escenas, se ve una de las fiestas espectaculares que solía organizar Mercury. La orgía no se ve, pero se intuye, y al uso de drogas se alude castamente con un grito de ánimo de varios invitados: “Polvos mágicos”. Aunque me suele gustar que las novelas y las películas no se anden con chiquitas y retraten las cosas con toda su fealdad y su brutalidad, en este caso la reticencia sí que está bien utilizada y funciona. Lo que me preocupa es pensar que acaso el uso de la reticencia aquí no se haya debido a motivos artísticos, sino al temor a la neocensura que va asomando la cabeza. Otros temas Tags Bohemian RhapsodyCensuraCineFreddy MercuryReticencia Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 18 jun, 2019