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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El pueblo y los libros (2)

Emilio de Miguel Calabia el

(Así se imaginaban en la Edad Media que era Filón de Alejandría)

El judaísmo entró en contacto con el helenismo a finales del siglo III a.C. El helenismo supuso un desafío intelectual novedoso. Hasta entonces los judíos habían estado en contacto con pueblos del mismo área cultural (babilonios, asirios, persas, caldeos…) y había entre todos ellos un aire de familia. Con los griegos era distinto. Los griegos sentían una curiosidad intelectual, un deseo de conocer los orígenes del mundo y su funcionamiento y un respeto por los libros que tenían mucho en común con los judíos. Pero las diferencias entre las bases del pensamiento de unos y otros no podían ser más distintas.

Filón de Alejandría, un judío que vivió en la cosmopolita ciudad de Alejandría a caballo de los siglos I a.C. y I d.C., intentó armonizar la Torah y la filosofía griega. En su planteamiento, la Torah no es únicamente una crónica de la Historia del pueblo judío y de sus leyes, sino que es la expresión racional de verdades sobre el mundo y la moralidad al mismo nivel de lo que hubieran podido filosofar Platón y Aristóteles.

Filón es un hombre a caballo entre dos mundos, una experiencia que antes y después de él tendrían muchos judíos. Culturalmente se siente muy judío, pero es consciente de que su patriotismo es el mismo que un griego o un romano pueda sentir por Grecia o Roma. Cree en la vinculación especial que los judíos tienen con su Dios, pero la pone en un marco relativo. Cuando pida respeto para la religión judía, lo hará desde las categorías jurídicas romanas y en tanto que ciudadano leal del Imperio.

La mayor parte de la producción intelectual de Filón gira en torno a la Biblia. Su manera de leerla es muy distinta de la de los rabinos tradicionales y se aproxima más a la de los teólogos liberales modernos. Su postura es ambivalente. Por un lado quiere preservar las tradiciones judías y por otro buscar armonizar la sabiduría judía con la griega. Por ejemplo, en su tratado “Sobre la creación” trata de reconciliar el Génesis, con un Dios que crea el mundo de la nada, con la cosmología griega, que decía que el universo es eterno y que Dios es sólo el primer principio que puso la materia en movimiento. Filón de Alejandría tendría a la postre más influencia sobre el pensamiento cristiano, que sobre el judío. El pensamiento judío sobre la Biblia discurriría por cauces diferentes a los que él había abierto.

Desde el siglo V a.C. la práctica del judaísmo había girado en torno al Templo de Jerusalén. Era el único sitio legítimo para los sacrificios. Era el punto de atracción para los judíos de todo el mundo. La destrucción del Templo de Jerusalén por Tito en el 70 a. C. supuso una conmoción para el judaísmo. Ya no era posible practicar la religión como se había venido haciendo desde hacía siglos.

Fue Yochanan ben Zakkai, que escapó de Jerusalén durante el asedio, quien reformó el judaísmo, que pasó de estar centrado en el Templo y los sacrificios en él a convertirse en una religión de leyes y oraciones practicadas en casa o en la sinagoga.

El judaísmo rabínico se basó en dos grandes textos. El primero es la Misnah, la colección de tradiciones orales judías sobre la Ley, que Yehuda haNasí elaboró en el siglo III d.C. y que los rabinos consideran igual de sagrada que la misma Torah; de hecho al hablar de la Torah los rabinos se refieren al conjunto de los cinco libros supuestamente escritos por Moisés (la Torah, sensu strictu) y la Misnah. El segundo es el Talmud, que fue elaborándose entre los siglos III y V d. C. y que recoge las discusiones entre los rabinos de Babilonia en torno a la Misnah. En ellas los rabinos trataban de desvelar cuál era el espíritu que animaba a las leyes y cómo podían aplicarse en situaciones nuevas.

El Talmud se convirtió durante los siguientes mil años y más en la base de la educación hebrea. La progresión era: a los cinco, la Biblia; a los diez, la Misnah; a los quince, el Talmud. El Talmud es inabarcable. Como dice Kirsch, “puedes nadar en él una vida entera y nunca llegar a la orilla o al fondo”.

Tal vez porque el Talmud era tan inabarcable apareció una obrita que permitía sumergirse en el mundo intelectual de los rabinos y no perecer en el intento: “Pirkei Avot”, los “Capítulos de los padres”. Es una recolección de aforismos rabínicos compilada hacia el 250 d.C., que permite acercarse a sus ideales y sus temores. Existe otro libro que permite entender mejor el contexto de “Pirkei Avot”, “Los padres según el Rabino Nathan”, que es un comentario del primero.

Ambas obras permiten asistir a la transición del judaísmo del Templo al judaísmo rabínico. Ya no son los sacrificios, sino la piedad lo que cuenta. Los autores se preguntan cómo pudo ser la ruina de Israel y la respuesta es: “El exilio llega al mundo por la idolatría, la indecencia sexual, el derramamiento de sangre y el abandono de la tierra [esto último alude a no haber respetado el mandato de dejar la tierra en barbecho cada siete años]”. Otros aforismos interesantes del libro: “Sed tan cuidadosos en el cumplimiento de un mandamiento menor como en el de un mandamiento mayor, ya que no conocéis la recompensa por los mandamientos”; “La ofrenda de pájaros y el inicio de la menstruación son los principales elementos de las leyes, mientras que la astronomía y la geometría no son más que los entrantes de la sabiduría [Esto lo dijo el rabino Eleazar ben Chisma: o bien tenía un sentido del humor muy peculiar, o bien sabía algo que los demás no sabemos. Va a ser lo segundo: las normas sobre la ofrenda de pájaros eran muy complicadas, mientras que la menstruación era un tema indigno. El mensaje subyacente del rabino es que la Ley, incluso en lo más recóndito o lo más trivial, es mucho más importante que los saberes seculares]”; “El estudio de la Torah es más querido por Dios que la quema de las ofrendas. De aquí que cuando un sabio se sienta y expone a la congregación, la Escritura lo cuenta como si hubiese hecho una ofrenda de grasa y sangre en el altar”; “Es bueno añadir el estudio de la Torah a algún tipo de trabajo, pues el trabajo requerido por ambos le quita su poder al pecado. El estudio de la Torah sin trabajo termina siendo inútil y siendo causa de pecado [me encanta el pragmatismo de esta máxima. Si tienes a alguien lo suficientemente ocupado, no tendrá ni ganas, ni fuerzas para pecar].”

El “Pirkei Avot” consagra la idea de que en lo sucesivo la aristocracia del pueblo judío serán los estudiosos de la Torah: “Deja que tu casa sea un punto de encuentro para los sabios; siéntate humildemente a sus pies; y, sediento, bebe de sus palabras.” De alguna manera se trata de un sistema meritocrático, toda vez que la posesión de riquezas puede ayudar a tener tiempo para dedicarse a estudiar la Torah, pero son al final los dones naturales y el esfuerzo los que determinan quiénes llegarán a la cúspide.

 

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