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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El espejo de jade. Poetisas chinas clásicas

Emilio de Miguel Calabia el

“Jade Mirror: Women Poets of China”, editado por Michael Farman, es una antología de poemas escritos por mujeres chinas, que va desde el Libro de las Odas, anterior a Confucio, hasta las postrimerías de la dinastía Qing.

Es muy raro que las antologías de poesía clásica china recojan poemas de poetisas. La poesía era una actividad netamente masculina y fueron pocas las mujeres que se dedicaron a ella y alcanzaron algún grado de reconocimiento. Las expectativas sociales eran que las mujeres llevaran unas existencias apartadas hasta el matrimonio. Solo hacía falta que se formaran lo justo para llevar una casa y ocuparse de la crianza de los niños. Como, además, no podían presentarse a los exámenes imperiales, se veía superfluo educarlas en la lectura de los clásicos. Es más, como en muchas otras culturas, estar demasiado bien educada podía representar un demérito en el mercado matrimonial. Las familias que proporcionaban una educación literaria a sus hijas eran una rareza, pero las hubo.

Era excepcional que una esposa dispusiese del ocio necesario para escribir poesía; incluso si la hubiera escrito, no habría encontrado público. Las esposas no estaban para escribir poesía. Los tres tipos de mujeres mejor situadas para dedicarse a la poesía y que se las tomase en serio eran las cortesanas, las concubinas y las monjas budistas y taoístas. Las cortesanas (entendidas tanto en su acepción de mujeres que ocupaban posiciones menores en la corte como en la de profesionales del sexo, aunque en este caso se esperaba de ellas un nivel de refinamiento superior al que se esperaría de una simple prostituta) no solo disponían del ocio, sino también del acceso a los círculos de literatos; hay testimonios de que estos círculos se tomaban muy en serio la producción poética femenina. Las concubinas disponían de mucho más tiempo libre que las esposas oficiales; además, como solo los ricos se las podían permitir, se encontraban en una posición muy ventajosa para dedicarse a la poesía. Finalmente estaba la condición de monja. En el México colonial Sor Juana Inés de la Cruz abrazó el estado de monja para tener la libertad de dedicarse a estudiar y escribir, algo que no habría podido hacer en tanto que esposa. Lo mismo podía aplicarse a las monjas budistas y taoístas. Curiosamente no pocas cortesanas acabaron más tarde convirtiéndose en monjas. Una ventaja de ser monja taoísta sobre la condición de monja católica o budista, es que la castidad no se daba por sobreentendida.

He comparado la temática de los poemas con la recopilación “El brillo en las gavillas de arroz” de poetisas chinas contemporáneas, que editó Vaso Roto y que comenté aquí hace unos meses. Las diferencias son patentes. Las poetisas de “El Espejo de Jade” tienen dos temas predilectos: la naturaleza y las relaciones sentimentales, especialmente la espera y la lejanía del amado. La naturaleza y sus cambios era el tema predilecto de la poesía clásica china, con lo que no debe extrañarnos que aparezca con profusión en los poemas escritos por mujeres. En cambio, el tema del lamento por el amante ausente era algo casi exclusivamente femenino, hasta el punto de que los poetas que quisieron tratar ese tema, optaron por inventarse una persona femenina para hacerlo.

Otro cambio que noto, pero que más que responder a una cuestión de género responde a una cuestión de tiempos, es la adopción de estructuras poéticas clásicas encorsetadas y la nula experimentación. Pero en eso no hacían más que seguir las tradiciones poéticas chinas, que influían sobre los hombres por igual. De hecho, la única excepción en la recopilación es Lü Bicheng, que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX. Como ejemplo de la nueva forma de escribir y de las nuevas temáticas que aparecieron, transcribiré la primera estrofa de “Con la melodía un río lleno de rojo”:

“Oscuro ha sido nuestro país-

Me regocijo en el rayo de la aurora que se dispara hacia arriba en la distancia.

¿Quién cantará en alto sobre los derechos de las mujeres?

Juana de Arco.

Ocho mil pies de olas coronadas de nieve, entristecida por un mar de mal

Miro a Asia Oriental en la marea tormentosa del siglo XX.

Si oís palabras locas y llanto viniendo de mi tocador,

no os sorprendáis…”

Un poco demasiado moderna para mí. Prefiero, por ejemplo, los poemas de Yu Xuanji, que fue cortesana y monja taoísta durante la dinastía T’ang. Transcribo sus “Emociones al final de la primavera, enviado a un amigo”:

“La cháchara de las oropéndolas arruina mi sueño.

Con descuido me enjuago las lágrimas.

La luna nueva, fina a través de los bambúes oscuros;

la niebla vespertina espesa sobre el río tranquilo.

Las golondrinas haciendo sus nidos llevan barro.

Las abejas vuelan a casa con una cosecha fragrante.

Soledad triste, pensamientos que nunca terminan;

ya no canto más sobre pinos con ramas caídas.”

Otro poema de Yu Xuanji, “Poema puesto en el correo para Zian”. Transcribo la dos primeras estrofas, que describen muy bien la tristeza de la partida del amante:

“Un poco borracha

cuando nos dijimos adiós.

Pero mil botellas

no pueden lavar esta tristeza.

Al partir, mi vientre: cien nudos.

No hay modo de deshacerlos.”

Zhu Shuzhen fue una poetisa que debió de vivir o a finales del siglo XI o en el siglo XII. Prácticamente no sabemos nada de su vida. Incluso hay quienes han sugerido que era una identidad bajo la que se ocultaba un hombre. Emily Goede, que es la traductora de esta parte, lo duda. Piensa que la intimidad y el lirismo de sus versos demuestran que sin lugar a dudas se trataba de una mujer. De sus poemas, me ha gustado especialmente “Mirando las flores”:

“Quiero arrojar los antiguos problemas

a las flores.

Pero me da la timidez cuando

me enfrento a su mudez.

Por muy bella que sea,

la primavera se tiene que ir.

¿Quién se quedará y hará

compañía a la solitaria?”

Otros poemas muy hermosos y prácticamente anónimos son los cuartetos descritos como “Zi Ye Ge”, que se traducen como “Canciones de la persona de la noche”. No está claro si cabe atribuirlos a una única poetisa o si se trató de un género colectivo, obra de varios autores. Transcribo algunos de los cuartetos que más me han gustado:

“El día se desvanece. Me apoyo

contra el quicio de la puerta:

deprimida, arrepentida, acordándome

de todo”

¿No da la impresión de que es una mujer que, tras un encuentro amoroso, siente melancolía y al mismo tiempo cree tal vez que no hubiera debido entregarse con tanto abandono?

“Tres veces te llamo. Ni

una respuesta. Entonces ¿cómo

eres como los cedros verdaderos,

o los pinos,

siempre verde?”

Podría ser la misma mujer de antes, pensando que se ha dejado atrapar por un picaflor, que se ha desvanecido una vez que obtuvo lo que quería.

“Una boca enrojecida:

canciones picantes

se derraman. Los dedos golpean

jade blanco

estas cuerdas sensibles”

La mujer está al telar y mientras teje se acuerda de algún encuentro amoroso reciente y llena de gozo entona alegremente canciones picantes.

“En momentos como estos

¿quién no anhelaría el amor,

Sola y solitaria

al telar?”

Esta tejedora es el reverso de la anterior. Enfrentada a una tarea monótona, se siente sola y le gustaría tener un amante con el que retozar tras la jornada.

Y termino con una composición del “Libro de las Odas”, que me encanta por su frescura:

“Si cuidas de mí, joven,

levantaré mi falda y cruzaré el río Qin;

pero si tu corazón está en otra parte,

hay otros hombres por ahí,

¡Estúpido!”

 

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