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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Una rara victoria (y 2)

Emilio de Miguel Calabia el

Para explicar la destrucción de los Tigres Tamiles, no basta con que nos fijemos en los errores garrafales de Prabhakaran. También hay que considerar lo que sus adversarios hicieron bien.

Mahinda Rajapaksa trajo al gobierno la firme determinación de acabar definitivamente con los Tigres Tamiles por la vía militar. Un elemento clave fue el nombramiento de su hermano Gotabaya, un ex-militar, como Secretario Permanente del Ministerio de Defensa. El tándem Rajapaksa-Gotabaya aseguraría la coordinación entre el gobierno y las FFAA. Paul Moorcraft resume los elementos de la estrategia de los hermanos Rajapaksa que les llevaría a la victoria:

1) Voluntad política; 2) Ignorar todas las críticas que se les hacían tanto interna como exteriormente; 3) Pero al mismo tiempo mantener informados de sus decisiones a sus vecinos, especialmente a la India; 4) No negociar, al ser conscientes de que los Tigres siempre utilizaban las negociaciones para sacar ventaja y ganar tiempo; 5) Control de los medios. El recuerdo de cómo los medios contribuyeron a la derrota norteamericana en Vietnam, es algo que ni los militares ni los políticos de todo el mundo han olvidado; 6) Nada de altos el fuego. No podía darse respiro a los Tigres; 7) Libertad operativa total para las FFAA, que pudieron conducir las operaciones sin temer la interferencia de los políticos; 8) Promover a oficiales jóvenes y capaces.

A nivel organizativo, se dotó al ejército de mejores armas y se emprendió una campaña de propaganda intensa para devolverle la moral, que después de tantas derrotas a manos de los Tigres estaba por los suelos, y para atraer reclutas, mejorando las condiciones de vida de los soldados. Se prestó especial atención a la inteligencia. Y, finalmente, se identificó el suministro marítimo de armas como el talón de Aquiles de los Tigres.

Prabhakaran no supo ver que con Rajapaksa había comenzado un nuevo ciclo político y que el gobierno en Colombo era muy distinto. Tampoco supo ver que en el contexto internacional de la guerra contra el Terror, lo iba a tener difícil para conseguir la simpatía de otros países. En lugar de tratar de que el alto el fuego vigente desde 2002 funcionase, continuó saboteándolo. Las violaciones del alto el fuego por ambas partes habían sido numerosas, pero hay que recalcar que por cada violación de las fuerzas gubernamentales, los Tigres cometían diez.

En marzo y abril de 2006 aún hubo conversaciones de paz, que los Tamiles no se tomaron demasiado en serio. El 25 de abril hicieron una de esas cosas que un insurgente bien educado no hace cuando está negociando la paz: un atentado suicida contra el Comandante en Jefe del Ejército, el General Fonseka. A partir de mayo las violaciones del alto el fuego menudearon y se hicieron cada vez más flagrantes. El 26 de junio un atentado terrorista acabó con la vida del oficial que figuraba tercero en la jerarquía militar, el General Parami Kulatunga. La gota que colmó el vaso fue cuando los Tigres en julio cortaron el suministro de agua de la presa de Mavil Aru, que abastecía a 20.000 campesinos en terrenos controlados por el gobierno.

Al reiniciarse las hostilidades, Prabhakaran no advirtió ni que enfrente tenía a un Ejército srilankés distinto de los que había derrotado en el pasado, ni que los propios Tigres habían cambiado. Durante los años del alto el fuego sus oficiales se habían aburguesado, se habían acostumbrado a la buena vida y habían perdido su acometividad. Al propio Prabhakaran se le habían enmohecido sus dotes militares. Como le ocurriera al propio Napoleón al final de su carrera, Prabhakaran había perdido algo de su genialidad innovadora. Para rematar, los tamiles estaban cansándose de la administración disciplinaria de los Tigres y de la misma guerra.

Resulta curioso cómo la fatalidad se ceba con aquéllos a los que los dioses han condenado ya. En diciembre de 2006 murió por causas naturales Anton Balasingham, el principal teórico y negociador de los Tigres. Con él desapareció el único líder de los Tigres que creía en una solución política.

Hasta el final los Tigres mantuvieron su capacidad innovadora y de ejecutar ataques imaginativos en los sitios más inesperados, pero a partir de 2007 fueron mucho menos eficaces. El Ejército había aprendido las tácticas de los Tigres y era mucho más capaz de contrarrestarlas.

En 2008, aduciendo la crisis humanitaria que habían provocado los combates, los Tigres propusieron un alto el fuego. Era el tipo de añagaza que en el pasado les había funcionado. Esta vez no fue así. El gobierno de Colombo había decidido que no dejaría que la política interrumpiese la ofensiva militar. Occidente no quiso intervenir y la India, que hacía tiempo que no les tenía mucho cariño a los Tigres, dejó hacer.

Para comienzos de 2009 los Tigres estaban acorralados en una extensión de unos 500 kilómetros cuadrados, encajonados entre una laguna y el mar. Los Tigres murieron matando. Lucharon con denuedo hasta el final, a pesar de que tenían enfrente a un ejército mayor y mejor armado.

Resulta difícil saber lo que pensaba exactamente Prabhakaran en aquellos momentos. Uno de sus lugartenientes le ofreció sacar de allí a su mujer y a sus dos hijos. Prabhakaran replicó que sería un hipócrita si no esperase que sus hijos permanecieran en la isla y se unieran a los Tigres. Su hijo Charles Anthony respondió a ese mismo oficial, que estaba organizando su fuga, que lo que necesitaban era más armas para seguir combatiendo. Moorcraft aventura que hasta el final Prabhakaran esperó que, como en otras ocasiones, una intervención de la comunidad internacional le salvase el pescuezo. No ocurrió.

El 19 de mayo, mientras marchaba con un grupo de guerrilleros por un manglar con el agua hasta el pecho, Prabhakaran se encontró con una patrulla del Ejército. El enfrentamiento fue breve. Ninguno de los guerrilleros sobrevivió.

 

 

 

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