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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Una Historia postcolonial de Myanmar (1)

Emilio de Miguel Calabia el

Los pueblos colonizados se encuentran con la desagradable sorpresa de que han sido sus colonizadores, generalmente los anglosajones, los que han contado su Historia. Como reacción ha surgido la manera postcolonial de narrar la Historia, que es algo muy legítimo. Lo malo es cuando, con la excusa de eliminar una Historia vista a través de los prejuicios y la ideología del colonizador, introduce sus propios prejuicios e ideología. Tal vez, a la postre, la asepsia en Historia sea imposible.

Michael Aung-Thwin y Maitrii Aung-Thwin han escrito “A History of Myanmar since Ancient Times” que viene a romper con la historiografía al uso sobre Myanmar que, en su inmensa mayoría, ha sido obra de autores británicos. En la introducción los autores ya señalan las líneas maestras que van a seguir, para que nadie se llame a engaño. La primera es que la gran protagonista de la Historia de Myanmar es la mayoría bamar. El peso de otras etnias, salvo el caso de los mon y los shan, ha sido muy reducido y no tendría sentido intentar reequilibrar esa situación en el libro de una manera artificial. Lo que fue, fue. Geográficamente, salvo raras excepciones, el país ha sido dirigido desde el interior árido y no desde las costas. Los autores han intentado introducir una periodización equilibrada, que dé la importancia que se merece a cada período histórico.

Esto significa en la práctica que, a diferencia de otras Historias de Myanmar, la época británica no recibe un tratamiento desproporcionadamente largo con relación a otras épocas. Si esto me parece razonable, lo que me lo parece menos es la periodificación escogida: el capítulo dedicado a la época británica llega hasta 1942 y le sigue un capítulo que va de 1942 a 1962 y que engloba la invasión japonesa, el regreso de los británicos, la independencia, los conflictos con las insurgencias étnicas al día siguiente de haber conseguido la independencia, el golpe de estado de 1958 y el golpe de estado de 1962, que estableció la dictadura militar que gobernó el país durante 50 años. La explicación de los autores es que la invasión japonesa acabó de facto con el dominio colonial británico. Lo que siguió, entre el momento en que regresaron los británicos en 1945 y la independencia no fue sino una coda. El argumento tiene su aquél, pero sigo pensando que hubiera tenido más sentido terminar el capítulo sobre la colonización británica en 1948. La invasión japonesa puede verse como un interludio que precipitó el derribo de unas estructuras coloniales que ya estaban caducas y en proceso de descomposición. Sin la invasión japonesa, también habría habido independencia, pero habría llegado una década más tarde.

Leer “A History of Myanmar since Ancient Times” ha supuesto estar cuestionando continuamente lo que sabía sobre la Historia de Myanmar. Por desgracia, me faltan datos para saber si las interpretaciones de los dos Aung Thwin son más válidas que las que yo traía de otros libros.

La primera sorpresa es el cuestionamiento de la existencia de los Pyu, que según las historias tradicionales fue la etnia de origen tibeto-birmano que urbanizó por primera vez la llanura central de Myanmar y que fue posteriormente arrumbada por los bamar. Los autores argumentan que todo viene del error de haber identificado unas breves menciones chinas a los p’iao con los pyu de los que hablan las crónicas birmanas. Por otra parte, ni tan siquiera es seguro, según ellos, que pyu fuese un etnónimo e incluso si lo fuese, estaría por ver que los pyu fuesen los constructores de las primeras ciudades birmanas.

Mientras que las historias tradicionales dicen que los bamar llegaron a Myanmar en el siglo IX aprovechando el debilitamiento del reino pyu por los continuos ataques de Nanzhao (reino que se encontraba en la actual Yunnan), los autores creen que es posible que los bamar ya hubieran estado en el país desde mucho antes.

Otro punto donde los Aung-Thwin le dan en las narices a la historiografía colonial es en la cuestión de los mon. La Historia colonial dice que los mon habían fundado dos pequeños reinos en las regiones costeras de Myanmar, que fueron conquistados por el rey Aniruddha en 1056-57. Los mon conquistados habrían transmitido su civilización más avanzada a los conquistadores bamar. He indagado y la mayor parte de las fuentes siguen centradas en la versión tradicional de la Historia de los reinos mon. Aquí les daré el beneficio de la duda a los Aung-Thwin. La llanura de Pagan es lo suficientemente impresionante como para que uno pueda pensar en un desarrollo endógeno, sin tener que recurrir a la influencia de los mon. Aun así, parece lógico pensar que las aportaciones culturales y religiosas indias les llegaron a los bamar por intermedio de los mon que estaban en la costa, más que a través de las impenetrables selvas y montañas del oeste del país. En resumen, yo me decantaría porque la influencia civilizadora mon fue algo menos importante de lo que se ha venido afirmando, pero tampoco la negaría por completo.

Con esos antecedentes, no resultará extraño que los Aung-Thwin minimicen el papel de los shan en los siglos XIV y XV en el reino de Ava. En parte tienen razón. Aunque el fundador de la ciudad de Ava y de la dinastía era shan (algo que no señalan los autores), la dinastía asumió como propia la herencia de Pagan y el idioma y las tradiciones culturales del reino fueron las birmanas. Ava cayó en 1527 en manos de los shan que esta vez sí que la gobernaron efectivamente durante 26 años. Los Aung-Thwin se despachan bien, por cierto, con el primer rey shan: “… Thohanbwa, al que Harvey llamó “un completo salvaje”. Fue el primero de los jefes shan tributarios de Ava que tomó el trono en Myanmar. Pero era joven e inexperto y no tenía más visión que la de mantener su propio poder, lo que demostró con su comportamiento hostil hacia la cultura birmana y el budismo y por su crueldad en general.” Seré un poco mal pensado, pero en el libro no me he encontrado ninguna descripción de un rey birmano que salga tan mal parado.

Otro punto en el que los Aung-Thwin se apartan de la historiografía tradicional es el de las relaciones entre Ava y Pegu en el siglo XV. Ellos califican la relación de “dualismo geopolítico”: Ava era un reino agrícola birmano en el interior y Pegu un estado mercantil mon en la costa. Bueno, las historias que yo he leído hablan de una guerra que, con intermitencias, duró cuarenta años y que, al haber debilitado a Ava, fue uno de los factores que contribuyó a su caída. Porque ésa es otra, los Aung-Thwin tienen una idea bastante idílica de las relaciones intrabirmanas y en el libro uno encuentra más besitos en los morros entre los birmanos que patadas en los huevos.

Los autores tienen además unas concepciones sociológicas bastante curiosas. Comentando que a la muerte del rey Thalun de la segunda dinastía de Ava en 1648, el reino empezó a declinar, dicen: “Tal desintegración del Estado a la muerte de líderes fuertes sugiere no tanto una ausencia de instituciones viables como que las instituciones funcionaban más efectivamente con líderes fuertes. Éstos eran el pegamento que mantenía las instituciones unidas y que reforzaba su autoridad.” Para mí, cuando las instituciones necesitan de un líder fuerte para funcionar, eso significa que son débiles y basadas más en el personalismo que en las reglas. Por contraste, podemos recordar que las instituciones de la España de los Austrias consiguieron soportar en sucesión a un rey vago (Felipe III), un rey mujeriego y fiestero (Felipe IV) y un rey con retraso mental (Carlos II). No creo que las instituciones birmanas de aquel tiempo hubiesen conseguido aguantar un siglo de malos reyes.

Otro mito histórico que los autores quieren desmontar es la dicotomía que la historiografía colonial estableció entre el penúltimo y el último reyes de la dinastía Konbaung. La historiografía tradicional presenta al penúltimo rey, Mindon, como un monarca iluminado que quería modernizar y occidentalizar el país. Su sucesor, Thibaw, en cambio, tenía delirios de grandeza y trató de dar marcha atrás a las agujas del reloj de la Historia. Este relato, en parte, sirve para legitimar la conquista británica de lo que quedaba de Myanmar en 1885 y presentarla como la liberación de un país de las garras de un tirano retrógrado y oscurantista. El efecto queda realzado si se puede presentar a su predecesor, Mindon, como un buen rey iluminado.

Los autores dicen que Mindon era menos moderno de lo que nos presentan los autores británicos y que entre la introducción del telégrafo en Myanmar y la celebración del Quinto Sínodo Budista, Mindon siempre habría considerado, a la manera de sus antepasados, que la segunda era un logro mucho más importante que la primera. Por su parte, Thibaw no era el tirano retrógrado que nos han presentado, sino un monarca estudioso, débil y tímido, controlado por su suegra y su mujer. Aquí estoy de acuerdo con los autores y creo que va haciendo falta una reevaluación de las figuras de Mindon y de Thibaw.

 

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