Emilio de Miguel Calabia el 20 sep, 2021 (Obama dejándose convencer de que sería buena idea incrementar el número de tropas en Afganistán El presidente Obama era consciente de que, de todos los marrones que le había dejado George W. Bush, uno de los mayores era Afganistán. Ya durante la campaña electoral había anunciado que Afganistán sería un elemento central de su política exterior. Como Presidente, declararía al comienzo de su presidencia que “haría de la lucha contra al-Qaeda y los talibanes la elevada prioridad que debía ser. Es una guerra que tenemos que ganar”. En febrero de 2009 Obama autorizó el despliegue de 17.000 soldados, que al mes siguiente serían complementados por 4.000 más. Con este aumento en el número de tropas se buscaba: 1) Expulsar a los talibanes; 2) Estabilizar el país y, de paso, fortalecer al Presidente Karzai; 3) Reforzar la capacidad de combate de las fuerzas afganas; 4) Garantizar que las elecciones presidenciales de agosto pudieran tener lugar en unas condiciones razonables de seguridad. No obstante, el problema no era solamente de números. EEUU conocía mal a su enemigo y el terreno en el que se movía y no tenía una estrategia clara para ganar la guerra. Obama encargó al analista de seguridad Bruce Riedel que hiciese una evaluación de la situación. El resumen de la evaluación fue que las cosas no iban bien, EEUU estaba perdiendo el conflicto. Era un caso de ganar las batallas y perder la guerra. Las fuerzas norteamericanas y de ISAF eran capaces de ganar a los talibanes cada vez que los enfrentaban, pero ello no impedía que los talibanes no parasen de conquistar terreno. A ello se añadía que las tácticas aliadas solían comportar la muerte de civiles y daños colaterales, que les alienaban las simpatías de la población. Los talibanes causaban más bajas civiles, pero parece que en su caso la brutalidad se daba por supuesta y no perjudicaba tanto su imagen. El 27 de marzo Obama dio a conocer su nueva estrategia omnicomprensiva para Afganistán y Pakistán. Aunque cueste creerlo, durante toda la Administración Bush no había habido nada que mereciese el nombre de estrategia. Las principales novedades de esta estrategia fueron: 1) Finalmente Afganistán adquirió la prioridad que requería frente a Iraq; 2) La estrategia incluyó a Pakistán. Era obvio que, mientras los talibanes y al-Qaeda tuvieran santuarios en Pakistán, derrotarlos completamente iba a ser imposible; 3) Fijaba un objetivo claro para el esfuerzo bélico: desmantelar y derrotar a al-Qaeda en Pakistán y Afganistán y evitar su regreso a cualquiera de los dos países en el futuro; 4) Mayor énfasis en la capacitación de las fuerzas de seguridad afganas, con el objetivo de que en el futuro fueran capaces de asumir por sí solas la responsabilidad por la seguridad del país, de forma que las tropas de la coalición pudieran abandonarlo. La capacitación iría acompañada de un incremento en sus números: se quería crear un Ejército con 134.000 efectivos y una policía con 82.000; 5) No descuida el aspecto civil. El objetivo es un gobierno democrático y eficaz. Identifica como principales problemas para alcanzar este objetivo la corrupción y el tráfico de drogas, que fomenta la corrupción y la criminalidad y sirve para financiar a la insurgencia. Es preciso que la economía afgana supere su dependencia de las drogas; 6) Dentro de la atención renovada al aspecto civil del conflicto, se enviarán especialistas en agricultura, educadores, ingenieros y abogados. La elección de estas áreas indica que los expertos habían identificado las principales carencias del Estado afgano: escasísimo desarrollo rural, lo que servía además de fuente de reclutamiento para los talibanes; bajísima tasa de alfabetización, el 31%, especialmente desastrosa entre las mujeres; carencia en infraestructuras clave; necesidad de fortalecer las instituciones; 7) Aproximación multilateral al conflicto afgano, en las antípodas del unilateralismo de la Administración Bush. Aparte de los aliados, EEUU buscaría la ayuda de NNUU y de otros Estados con intereses en la región, como los de Asia Central, los países del Golfo Pérsico, Irán, Rusia, India y China. Con ocho años de retraso, EEUU se dio cuenta de la importancia de crear coaliciones; 8) Establecimiento de parámetros claros que permitan ver si se está avanzando. Un aspecto táctico muy controvertido de la nueva estrategia fue el recurso a los drones para matar a los líderes talibanes y de al-Qaeda refugiados en Pakistán. Los asesinatos selectivos con drones resultaron no ser tan selectivos y causaron numerosas víctimas civiles. Los talibanes no se dieron por enterados de que EEUU tenía una nueva estrategia contra ellos. Lanzaron su campaña de verano acostumbrada, centrándose sobre todo en el sur y el este del país, aunque también hubo un incremento de sus actividades en el norte y el oeste. A mitad de año controlaban o tenían una presencia significativa en un tercio de los distritos del país. El nuevo comandante norteamericano en Afganistan, Stanley A. McChrystal, que había sido elegido porque era un experto en contrainsurgencia y se esperaba de él un enfloque más agresivo e innovador, sugirió en septiembre que una estrategia contrainsurgente exitosa requeriría medio millón de efectivos y cinco años. Muy innovador no parece. Es lo mismo que decía el malhadado general Westmoreland en Vietnam, cuando veía que tener mil cañones no le servía de nada; su idea era pedir mil más, a ver si con dos mil… Historia Tags Barack ObamaBruce RiedelGuerra de AfganistánStanley A. McChrystalTalibanes Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 20 sep, 2021