Emilio de Miguel Calabia el 01 feb, 2024 (Me encanta esta imagen. Kissinger delante de un planisferio con gesto pensativo de “¿a quién bombardeo hoy?”) Una cosa que me fascina de las memorias y que las hace recomendables para cualquiera que se interese por las relaciones internacionales y la toma de decisiones, es lo que Kissinger tiene que decir sobre los procesos negociadores. El estilo negociador de Kissinger consistía en llegar pronto a su postura de base y hacer saber a la otra parte que hasta ahí estaba dispuesto a llegar y no más lejos. Gromyko, por su parte, empezaba diciendo que no a todo y lentamente iba haciendo concesiones mediante la táctica del salami. Podía ser una buena técnica con alguien que no le conociese, pero cuando ya habías negociado con él dos o tres veces, sabías que era cuestión de paciencia y de no cejar hasta que Gromyko no hubiese llegado a su posición final que estaba bastante alejada de su posición de inicio. Los vietnamitas eran unos genios en desequilibrar al adversario. Se nota que siete años después a Kissinger aún le escocían las sesiones negociadoras mantenidas con los vietnamitas. Hanoi jugaba con los norteamericanos como el gato juega con su presa. Les mareaban, dedicaban una cantidad exagerada de horas a machacar a los norteamericanos con su retórica, cuando parecía que iban a dar un paso adelante, apelaban a la necesidad de consultar con Hanoi y el paso quedaba congelado, mentían y les resultaba indiferente si las mentiras resultaban creíbles o no… Se trataba de frustrar al adversario, de que se rindiera de puro aburrimiento. En el otoño de 1972 los vietnamitas no querían romper las negociaciones, pero tampoco querían concluirlas inmediatamente, porque creían que más adelante conseguirían mejores condiciones. Así, durante varias sesiones jugaron al siguiente juego: en una sesión parecía que uno de los asuntos se había cerrado… pero al mismo tiempo se había reabierto otro. Era como correr en la cinta del gimnasio. Haces mucho ejercicio, pero no vas a ninguna parte. Los norteamericanos necesitaban cerrar el acuerdo como antes. ¿Qué hicieron? Bombardear Vietnam del Norte. Finalmente los vietnamitas captaron el mensaje de que los norteamericanos estaban hasta los cataplines y se avinieron a firmar. Ya señalé al comienzo de esta serie cómo Kissinger insiste en que consiguió las mejores condiciones de paz que podían conseguirse, mejores incluso de las que hubieran conseguido los que tanto les criticaban. También insiste en que no dejaron abandonado a su aliado survietnamita. Lo repite tanto que el lector acaba pensando que tiene que decirlo porque sabe que no fue así. El acuerdo aparentemente era bueno, pero los norteamericanos sabían que los norvietnamitas no lo respetarían y que no era imposible que Vietnam del Sur cayera una vez que ellos se hubieran ido. Kissinger como memorialista no es 100% sincero, pero sí que es 100% autojustificativo. Hay tres momentos más en los que uno siente que Kissinger se está autojustificando con gran afán. El primero es cuando habla de los bombardeos norteamericanos en Camboya. La Operación Menú, que se desarrolló entre marzo de 1969 y mayo de 1970, tuvo un pase. Se centró en una zona escasamente poblada por la que transitaban tropas y armamentos norvietnamitas y donde el Ejército norvietnamita tenía depósitos de armas. El propio Norodom Sihanouk había mandado indicaciones de que miraría para otro lado si los norteamericanos bombardeaban. Estaba cansado de los norvietnamitas, pero no se atrevía a ir contra ellos. Tras la justificación de la Operación Menú, Kissinger se ve obligado a justificar el ataque a los santuarios norvietnamitas en el interior de Camboya por parte de las fuerzas survietnamitas. Me gusta cómo comienza su autojustificación: “Rara vez los historiadores hacen justicia al estrés psicológico de los decisores políticos. Lo que tienen a disposición son documentos escritos para diversos fines- bajo las reglas actuales de revelación de documentos, cada vez más para embellecer el historial- y no siempre relevantes en el momento de la decisión. Lo que ningún documento puede revelar es el impacto acumulado de los accidentes, los intangibles, los miedos y la vacilación”. Marzo y abril de 1970 fueron meses muy malos para Nixon y Kissinger (también lo fueron para muchos laosianos, camboyanos y vietnamitas, pero como no escriben memorias, no cuentan). Enumeremos: ofensiva comunista en Laos, golpe de estado de Lon Nol en Camboya seguido por ataques norvietnamitas en todo el país; la aparición de asesores militares soviéticos en Egipto, el accidente del Apolo XIII… Con todo esto, Kissinger justifica el estado peculiar de ánimo con el que se decidieron las incursiones. Reconozco que, aunque suene autojustificativo, lo que dice Kissinger tiene mucho de verdad. Pocas veces un líder puede permitirse el lujo de tomar decisiones en una tumbona en su jardín mientras bebe un daiquiri. La mayor parte de las veces se ve obligado a operar con información insuficiente y mientras apaga varios otros fuegos que le han aparecido. Curiosamente a Kissinger se le olvida mencionar la Operación Freedom Deal, que comenzó en mayo de 1970 y terminó en agosto de 1973. Inicialmente se trataba de una campaña de bombardeos para continuar y terminar la labor iniciada por la incursión terrestre. Con el tiempo la operación derivó en una campaña para apoyar al régimen de Lon Nol y su radio de acción llegó a abarcar más de la mitad del país. Militarmente puede que ayudase a la supervivencia del régimen de Lon Nol, pero los estragos que causó hicieron que muchos campesinos se pasasen a los khmeres rojos. Las estimaciones sobre el número de muertos varían entre los 240.000 y el millón. Por cierto, que una referencia a esta Operación abre la película “The Killing Fields”. Otro momento de autojustificación es el relativo a la actuación de EEUU en el conflicto entre la India y Pakistán en 1971, que dio lugar al nacimiento del Estado de Bangladesh. Pakistán era en aquellos momentos un firme aliado de EEUU y la India estaba alineada con la URSS. El origen de la crisis, como en tantos otros lugares, era un legado del colonialismo británico. Al partir la India y Pakistán asignaron a Pakistán el denominado Pakistán oriental, el actual Bangladesh. Bangladesh, más allá de la religión, no tenía vínculos culturales ni lingüísticos con lo que entonces se denominaba el Pakistán Occidental. En noviembre de 1970 se produjo un ciclón devastador que golpeó Bangladesh y mató a unas 200.000 personas. El 7 de diciembre tuvieron lugar elecciones y Pakistán oriental votó abrumadoramente por la Liga Awami que militaba por una amplia autonomía de Bangladesh. La Liga Awami aprobó un programa de seis puntos para una autonomía plena que, en la práctica, habría convertido a Pakistán en un Estado confederal. El entonces dictador de Pakistán,- Yahya Khan-, mandó las tropas a Pakistán oriental para que garantizasen el orden. Kissinger pasa de puntillas sobre el genocidio que se produjo. La cifra oficial reconocida por Pakistán es de 26.000 víctimas, una cifra ridículamente baja. El padre de Bangladesh, Mujibur Rahman habló de tres millones, lo que parece exagerado. No habiendo cifras realmente fiables sobre el número de asesinados, sobre la base de distintas fuentes, creo que el número más probable es entre 200.000 y 500.000. No mencionando la masacre más que muy de pasada, el apoyo continuado de EEUU a Yahya Khan es menos vergonzoso y la decisión india de intervenir en Bangladesh y ayudarle a conseguir la independencia es mucho más criticable. 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