Emilio de Miguel Calabia el 19 abr, 2024 Desde muy pronto los españoles de Filipinas pusieron los ojos en la Isla de Formosa (isla hermosa en portugués), el actual Taiwán. En 1586 una reunión de las autoridades civiles y religiosas de la nueva colonia propuso la ampliación de su radio de influencia, incorporando Formosa. La propuesta fue enviada al Consejo de Indias. El rey Felipe II tomó nota, pero no se hizo nada. En 1596-97 las autoridades en Filipinas pensaron que la ocupación de Formosa podría ser ventajosa en caso de que se concretasen las amenazas de un ataque sobre las islas desde Japón. El cartógrafo De los Ríos Coronel fue enviado a la isla para alzar el mapa de Formosa. La muerte de Hideyoshi alejó la amenaza japonesa, pero apareció entonces una peor: los holandeses que en 1599 fueron avistados por primera vez en las aguas de Filipinas. En 1619 el dominico Bartolomé Martínez sugirió la fundación de un puerto en Formosa. Los motivos eran varios: 1) Ofrecería las mismas ventajas para el comercio con China que ofrecía Macao, sin tener que sufrir el sometimiento a las decisiones de los mandarines; 2) Los españoles podrían prescindir de intermediarios en el comercio con China; 3) Podría servir de puerto de parada para los galeones que fueran a Acapulco y observatorio para detectar las presencia de naves holandesas en el Mar del Sur de China. Martínez advirtió de que la empresa debía hacerse cuanto antes para evitar que los japoneses ocupasen la isla o los holandeses entorpecieran el comercio entre China y Filipinas. La propuesta fue considerada en distintas instancias, tantas que en algún momento bien la propuesta misma, bien algún informe hecho a partir de ella, cayó en manos de los holandeses que, de repente, se hicieron conscientes de la importancia estratégica de Formosa. Entre 1622 y 1624 los holandeses se instalaron en la isla Pescadores y en Taoyuan, al sur de la isla de Formosa. Esto provocó inmediatamente un descenso en el comercio entre China y Filipinas. Este comercio era clave para la supervivencia económica de Filipinas, ya que proporcionaba la mayor parte de los bienes que se transportarían en el Galeón de Manila y luego se venderían en la América Hispana. A partir de 1625 en Filipinas comenzaron a pergeñarse los planes para la expedición a Formosa. Martínez, que ahora era el provincial de los dominicos en Filipinas, fue uno de los principales impulsores del proyecto. El gobernador De Silva escribió dos cartas al rey, indicándole la necesidad de conquistar Formosa por razones estratégicas. En febrero de 1626 una flotilla partió de Manila y el 10 de mayo llegó a la punta norte de Formosa. En junio de 1626 llegó a Manila un nuevo gobernador, Niño de Tavora, que mostró su insatisfacción no con la empresa en sí, sino con cómo se había ejecutado. Tavora mandó un memorial al rey con ideas para hacer que la empresa triunfase. Primero habría que destacar dos galeras para asegurar el viaje de los juncos chinos a Manila. Habría que involucrar a los comerciantes en la operación para ahorrarle gastos a la Corona. Finalmente habría que enviar misioneros para convertir a los habitantes de la isla. No sé si los españoles eran conscientes de que una parte de su celo misionero estaba motivada por consideraciones geoestratégicas. En 1626 y 1627 se enviaron sendas flotas de conquista para expulsar a los holandeses del sur de la isla. Ambas fracasaron debido al mal tiempo. No todos veían la empresa de Formosa con la misma simpatía. El sacerdote Juan Cevicos, que había sido cautivo de los holandeses y ahora trabajaba en la catedral de Manila, escribió dos discursos en 1627-28, oponiéndose a la empresa con argumentos de peso: 1) La isla carecía de recursos; 2) La isla no era un buen punto de parada para los galeones de Manila (esta apreciación era completamente cierta); 3) Si el emperador chino se enteraba de que los españoles habían convertido Formosa en un trampolín misionero hacia China, podría tomárselo como una conspiración que buscaba otros fines. Formosa nunca respondió a las desmesuradas expectativas de los españoles. Se estableció un modesto mercado para los bienes chinos, que a los pocos años empezó a declinar. La evangelización de la isla no dio los frutos prometidos por la falta de misioneros y la oposición de algunos grupos de nativos. Los números más optimistas hablan de hasta mil convertidos al final de la presencia española. Como consuelo podemos añadir que los holandeses en cuarenta años que estuvieron en Formosa sólo consiguieron 5.000 conversiones. La llegada del gobernador Corcuera a Filipinas en 1635 marcó el inicio del fin de la Formosa española. En 1637 emprendió una campaña contra los moros de Mindanao que detrajo recursos militares de Formosa. Al mismo tiempo los dominicos dejaron de enviar misioneros a la isla y comenzaron a verla como una mera etapa en el camino hacia China, que era donde verdaderamente tenían sus intereses. Es posible que la actitud de Corcuera haya que verla como un reflejo del agotamiento que había empezado a sacudir a la Monarquía Hispánica; demasiados compromisos para tan pocos recursos. La tarea de entregar Quelang a los holandeses le correspondería a Gonzalo Portillo, un militar experimentado que fue su último gobernador. Portillo intentó reparar las defensas de Quelang incluso contra las instrucciones de Corcuera y logró resistir un primer asalto holandés en 1641. El segundo asalto en 1642 fue demasiado. Portillo entendió que defender sus posiciones con los recursos con los que contaba era fútil y rindió la plaza después de una breve resistencia. Así terminó sin demasiada gloria el sueño de la isla Hermosa, sobre la que los españoles se mantuvieron durante 15 años. Historia Tags Bartolomé MartínezEspañaFilipinasFormosaGonzalo PortilloJuan CevicosJuan Niño de TávoraSebastián Hurtado de CorcueraTaiwánTaoyuan Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 19 abr, 2024