Emilio de Miguel Calabia el 23 abr, 2021 (Aquí los romanos haciendo una de las cosas que se les daban mejor, guerrear El historiador griego Polibio, que escribió en la primera mitad del siglo II a. C., expresó su admiración por el sistema político romano que, en su opinión, había conseguido aunar los tres tipos de gobierno: el monárquico, el aristocrático y el democrático. El principio monárquico lo representarían los Cónsules, que detentaban grandes poderes, como los reyes del período monárquico, pero tendrían importantes limitaciones: 1) Su mandato era de sólo un año; 2) Se elegían dos, con el objetivo de que se controlasen mutuamente. Cada uno de los dos podía vetar las decisiones de su colega; 3) Las asambleas populares podían ratificar o anular los acuerdos de paz que firmasen y al término de su mandato podían pedirles que rindieran cuentas. El principio aristocrático lo representaba el Senado, cuyo origen estaba en la asamblea consultiva que había servido a los reyes. Sus miembros eran elegidos primero por los cónsules y más tarde por los censores. Lo componían ex-magistrados. Dadas las condiciones necesarias para ser magistrado, esta composición aseguraba que prácticamente todos sus miembros procediesen del patriciado y representasen a los elementos más favorecidos de la sociedad. El principio democrático se encarnaba en las asambleas, que tenían amplios poderes judiciales, legislativos y ejecutivos. Los objetivos con los que se diseñó la constitución romana fueron: 1) Garantizar que no volviera la monarquía y que nunca más una sola persona gozase de los más amplios poderes a perpetuidad. Yo diría que era el objetivo principal, ya que los romanos se habían quedado sin ganas de repetir la experiencia monárquica; 2) Integrar a los plebeyos en la dirección del estado, aunque en la práctica quienes fueron integrados fueron los plebeyos ricos. A los pobres les quedó solo el derecho al pataleo; 3) Mantener el poder militar supeditado y controlado por el poder civil. Esto se conseguía de diversas maneras. Por mencionar dos: la institución del triunfo por el que se aclamaba a un general por una gran victoria, sólo podía ser aprobada por el Senado, lo que representaba una manera de controlar la autopromoción basada en éxitos bélicos; la distinción neta entre el espacio civil y el militar. No podían entrar en Roma ejércitos armados. A esto hay que añadir que el mandato limitado a un año de los Cónsules dificultaba que pudieran generar una vinculación fuerte con sus tropas. Finalmente cabe mencionar que en sus inicios, todo lo que un soldado consiguiera en la guerra revertía en el Estado. Con esto se quería impedir que la ambición de riquezas sirviera de incentivo para declarar guerras. La constitución romana estaba pensada para una ciudad y su territorio circundante y para una población relativamente homogénea. Era una sociedad de pequeños campesinos propietarios. El Ejército lo componían los ciudadanos. Cada uno se armaba según sus posibilidades y su función en la batalla dependía de su armamento. Así, los más ricos, que podían costearse un caballo, componían la caballería, mientras que los más pobres eran escaramuceros, que hostigaban al ejército enemigo con hondas y lanzas antes del inicio de la batalla. Entre el final de la Monarquía (finales del siglo VI a.C.) y el final de la segunda guerra púnica (final del siglo III a.C.) se produjeron dos hechos esenciales que cambiaron el carácter de Roma e hicieron que la constitución romana fuera cada vez más disfuncional y estuviera menos adaptada a la realidad. El primero fue la expansión de Roma, que en esos tres siglos dejó de ser una ciudad-estado para convertirse en un imperio que controlaba buena parte del Mediterráneo Occidental. La expansión hizo que las campañas militares se hicieran cada vez más largas. El mandato consular de un año dejó de ser una solución práctica, al prolongarse las guerras y ocurrir lejos de Roma. Sucedió entonces que hubo que prorrogar los mandatos de los cónsules en campaña creándose la figura del procónsul. A la larga esto provocaría que la vinculación entre los soldados y sus generales se hiciera más profunda y acabaría llevando a los señores de la guerra que dominaron la política romana en el siglo I a.C. La expansión benefició enormemente a la oligarquía que pudo, por ejemplo, adquirir esclavos a buen precio para que trabajasen en sus latifundios. Asimismo la administración de las nuevas provincias que se iban añadiendo a Roma se encomendó a procónsules con mandatos de entre cuatro y seis años, ante la imposibilidad práctica de que los cónsules pudieran administrarlas. El sistema proconsular fue una fuente de corruptelas; la excepción eran los procónsules honrados. La cuestión es que la expansión y las guerras enriquecieron tanto a las élites, que pronto hubo intereses creados que pugnaron por mantener una política de expansión continua. El segundo hecho fue la proletarización de los pequeños propietarios. Al ser reclutados para combatir en guerras cada vez más largas y lejanas, dejaron de poder ocuparse adecuadamente de sus tierras. A ello se añadió que dejaron de ser competitivos frente a los grandes latifundios que podían permitirse el lujo de emplear esclavos y maximizar su producción. Muchos de estos pequeños propietarios terminaron en Roma, donde se convirtieron en proletarios, dependientes del favor de patrones ricos y de la beneficiencia del Estado, fáciles de arrastrar por demagogos y siempre dispuestos a contratarse como sicarios al servicio de los poderosos. La constitución romana evolucionó en estos siglos. No se trataron de reformas que pensasen en el largo plazo o que tratasen de acomodarla a los cambios sociales. Los cambios vinieron por la vía de hecho y respondieron básicamente a la realidad de que la República se había convertido en una República oligárquica, que era dirigida por los poderosos en función de sus intereses. Los principales cambios fueron: 1) El Senado, cuya composición era oligárquica, se convirtió en el verdadero director de la política romana. Esto fue posible porque una parte importante de sus miembros eran ex-magistrados que, como tales, conocían bien el funcionamiento del Estado y por su continuidad (el cargo de senador era vitalicio) frente a los cónsules que se renovaban cada año. 2) Los cónsules perdieron una parte de sus poderes, que pasaron a otros magistrados, y se vieron cada vez más controlados por el Senado. 3) Las asambleas, además de ir perdiendo poder, fueron siendo mediatizadas por los poderosos. Inicialmente las asambleas se habían dividido en cinco órdenes en función de la riqueza. Cuando las votaciones llegaban a los órdenes cuarto y quinto,- los más pobres-, por lo general todo el pescado ya estaba vendido entre los representantes de los primeros tres órdenes. Además, la proletarización de la plebe llevó a que muchos acabasen integrados en las redes clientelares de patronos poderosos, con lo que las asambleas terminaron en manos de estos patronos. 4) Lo militar adquirió cada vez más importancia en el Estado. Ya mencioné cómo se crearon intereses favorables a una expansión continua: la integración de nuevas provincias, la adquisición de esclavos, los contratos para abastecer a las tropas, eran otras tantas fuentes de riqueza para la oligarquía. A ello se añadió que la carrera militar se convirtió en la vía casi ineludible para acceder a las magistraturas. Asimismo los éxitos militares se convirtieron cada vez más en una herramienta para encumbrar a quienes los conseguían. 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