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Blogs Barrio de las letras por Pedro Víllora

La vida con un TDAH

La vida con un TDAH
Foto de Carlos Díaz
Pedro Víllora el

No sé si estaba entre las intenciones de su autora, pero Mi vida con un TDAH es, además de tantos otros valores, un libro sobre el lenguaje. Milagros Martín-Lunas Gorriti ha escrito acerca de su experiencia como madre de un niño con trastorno por déficit de atención e hiperactividad, y nos ha dado también un testimonio sobre la importancia de conocer el nombre adecuado de las cosas.

Es un libro reciente porque se presentó el pasado martes 26 de octubre con el actor Carmelo Gómez poniendo su voz y su presencia a algunos fragmentos especialmente emotivos de este recorrido por los trece primeros años de la vida de uno de esos niños diferentes (como lo son todos, porque, como bien precisa Martín-Lunas, nadie es igual a otro, pero acaso sí un poco más diferente de la media). Y sin embargo no es un texto inmediato, porque su último capítulo está fechado en febrero de 2019 y la edición es de febrero de 2020. Es decir, se trata de uno de esos libros a los que, como a tantas propuestas culturales, la pandemia arrinconó en medio de un paréntesis que por fortuna se está cerrando. Lo curioso, lo agradecido de este haber permanecido semioculto hasta ahora, es que la presentación sirvió para mostrar un epílogo singularmente feliz. Si el libro concluye con su autora declarando que ha aprendido a vivir sin expectativas y a recibir cada día como un nuevo reto, quienes acudieron para escuchar a Carmelo Gómez, a la presentadora Puri Beltrán y a la propia Milagros, se encontraron con un espléndido adolescente convertido en el verdadero protagonista de la velada. Centro de atención de comentarios de ponentes y asistentes, y aguantando con firmeza tantos estímulos, el hijo de Martín-Lunas, el TADH del título, confirmaba que su evolución en estos años había sido tan positiva que bien podría hablarse de un final (o al menos un presente) feliz.

Puri Beltrán, MIlagros Martín-Lunas y Carmelo Gómez. Fotografía de Esther Alvarado

El llorado cantante de Jarabe de Palo, Pau Donés, titula su prólogo «¡Este niño es tonto!», para rápidamente mostrar lo erróneo de semejante afirmación que escuchó tantas veces en su infancia: «Cualesquiera que fueran los síndromes que me afectaban, me dieron la capacidad de sobreobservar los detalles, las cosas en las que los otros niños no se fijaban. Mis taras me dotaron de una sensibilidad extra que en la vida me ha ayudado muchísimo». El lenguaje se usaba equivocadamente con él, como con tantos niños descritos con palabras despectivas: «Suelen ser tachados de vagos y pasotas», por citar algunas de las formas más suaves que comenta Martín-Lunas.

Casi todos los capítulos comienzan con una situación en la que se mezcla la vertiente profesional de una periodista de prestigio que, como tantos en ese entorno, se queda en paro tras la crisis económica de 2008, con el deterioro de una pareja sin amor acompañada de una maternidad tardía. A lo largo de los años la veremos separarse, estudiar un máster, agotarse el subsidio de desempleo, pedir y recibir ayuda, obtener trabajo, ser despedida… Todo esto es la base sobre la que se yergue una segunda y prioritaria línea de acción que es el nacimiento del hijo, el estupor ante su comportamiento, el diagnóstico, el segundo diagnóstico que confirma el primero y los interminables desencuentros con la legislación educativa, los centros de enseñanza y un profesorado no siempre preparado ni dispuesto. Es aquí donde el libro alcanza su mayor emotividad, mientras la madre se entrega a la educación del hijo como estrategia para dotarlo de autonomía, sociabilidad y control de las emociones de cara al futuro.

Además de la madre y el hijo, el libro tiene un tercer elemento: el doctor Soutullo. Para hacernos entender el alcance real del trastorno de su hijo –al que siempre llama «mi príncipe»-, y que no se quede en una mera reflexión poco argumentada, o acaso en un anecdotario más que entretenido, la autora cuenta con la ayuda del doctor César Soutullo, director de la Unidad Ambulatoria de TDAH en The University of Texas Health Science Center de Houston, quien cierra los capítulos con sendas notas en las que da un aporte científico a lo expresado por Milagros Martín-Lunas, precisa la terminología, compara con otros casos e incluso muestra su desacuerdo (si bien en rara vez).

Mi vida con un TDAH nos enseña la importancia del lenguaje, a diferenciar la igualdad de la equidad, a dudar de la supuesta normalidad… Nos habla de un problema personal que nos obliga a ver a los demás de otro modo, a cuestionar menos a los desconocidos, a recordar que todos somos seres heridos aunque no vayamos por ahí mostrando nuestras cicatrices. Es una lectura apasionante para quienes estamos interesados en la educación y también para quienes alguna vez nos hemos sentido diferentes: un libro -una vida- para todos, claro está.

@Pedro_Víllora

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