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Blogs Barrio de las letras por Pedro Víllora

“La estrella de Hoffman” de Joe O’Curneen

El director del Teatro Alfil y fundador de Yllana publica su primer libro

“La estrella de Hoffman” de Joe O’Curneen
Pedro Víllora el

Joe O’Curneen es irlandés pero es español (y aun madrileño). Es un autor novel que publica por primera vez pero es un dramaturgo que ha estrenado en más de cincuenta países ante centenares de miles de espectadores. Está considerado uno de los máximos especialistas mundiales en teatro gestual y humor sin palabras pero nos ofrece aquí un absorbente drama repleto de dobles sentidos, ironías y misterios lingüísticos que juegan con el riquísimo y en ocasiones desasosegante contraste entre lo dicho y lo sugerido.

Esta capacidad de ser una cosa sin dejar de ser la complementaria, si es que no la contraria, es una característica no solo del autor, sino de su obra. La estrella de Hoffman (El rapto de Gloria Mae) (Teatropo Olé Libros, 2024) es un inquietante y apasionante texto policiaco con un crimen (o varios), una investigación y una resolución que incluye el descubrimiento y castigo del culpable (o culpables). Pero es también un drama psicológico a propósito de la visión distorsionada de la realidad o de los distintos niveles de realidad en que podemos movernos y que no siempre son compatibles. Y asimismo es una relectura contemporánea de los mitos que nos plantea la dialéctica entre determinismo y voluntad, entre sumisión a un destino prescrito al que nos guían fuerzas que no vale la pena combatir y la previsión y asunción de unos actos y sus consecuencias de manera estratégica y personal. Es, en cualquiera de los casos, una obra insólita, profunda, tan entretenida como la mejor de las muchas piezas de Yllana (el célebre grupo teatral del que O’Curneen es socio fundador) y tan compleja como suelen ser las creaciones de los grandes maestros.

El subtítulo de La estrella de Hoffman es El rapto de Gloria Mae y remite al arranque argumental: la joven Gloria Mae ha permanecido diez años oculta en un sótano tras ser raptada por un hombre a veces llamado Él y otras Capitán; un inspector (el Agente) y una médico forense (la Mujer) colaboran en el descubrimiento del escondrijo y acceden para liberar a Gloria. El desarrollo de la trama podría seguir los cánones del género negro, y hasta cierto punto lo hace, porque en la época de su apogeo este género no era tanto diáfano y analítico cuanto turbio y psicoanalítico, usando un juego de palabras para apelar a tantos personajes torturados, fatales y un tanto desquiciados, brutales y enloquecidos, aunque fascinantes.

Si en vez de centrarnos en la investigación lo hacemos en el secuestro, La estrella de Hoffman nos remite más a El coleccionista de John Fowles y la versión de William Wyler que a Misery de Stephen King, aunque también: ¿Por qué el Capitán secuestra a Gloria? ¿Simple placer por dominio, acaso deseo sexual, quizás amor? O’Curneen hace que todas las posibilidades se sucedan e incluso le añade un toque propio de El sirviente, sea la novela de Robin Maugham, el guión de Harold Pinter o la película de Joseph Losey: ¿El personaje aparentemente más débil puede llegar a dominar al más fuerte? ¿Y si es una trampa urdida por el fuerte para que el débil se crezca y destruirlo después? Pero llega más lejos, hasta Calderón, y nos propone un nuevo Segismundo: ¿Y si todo es un sueño? ¿O no lo es pero sí un engaño? Y, entonces, ¿quién engaña a quién? ¿Estamos asistiendo al delirio de una víctima que necesita evadirse mediante la fantasía? ¿O acaso no es un ensueño sino una pesadilla donde todo puede empeorar? ¿Está siendo manipulada para que no distinga la verdad de la mentira? ¿Es ella la manipuladora y construye una ficción para confundir a sus libertadores? ¿Estos últimos son policías reales o están colaborando de alguna manera en el secuestro?

Joe O’Curneen hace que dudemos de lo que ocurre y de quien lo causa, pero también de donde sucede: ¿Es el sótano de una casa? En tal caso, ¿dónde estaría? ¿Ha salido Gloria alguna vez de allí? ¿Puede salir ahora? ¿Qué buñuelesco «ángel exterminador» retiene a Gloria y al Agente? ¿Por qué no se van y ponen fin al cautiverio? ¿No pueden o no quieren? ¿Qué hay al otro lado de la puerta, en el piso de arriba, más allá de este lugar? ¿Por qué no se lo preguntan? ¿Por qué, si se lo cuestionan, no se deciden a subir la escalera? ¿Será que la referencia no es Buñuel sino Buero Vallejo y lo que parece un sencillo sótano forma parte de algún tipo de institución como en La Fundación? ¿Y si no salen por la misma razón que retenía a los personajes de Sartre en el infierno de A puerta cerrada?

Todas estas dudas van surgiendo conforme avanzamos en la lectura de La estrella de Hoffman. Incluso podemos pensar que el título nos habla de E.T.A. Hoffmann y que estamos ante un relato lúgubre y demoníaco tipo El hombre de arena donde Gloria, como Olimpia, como Coppélia, no es lo que parece sino otra cosa, algo distinto, no necesariamente mejor ni peor. Pero la estrella de Hoffman, o signo de la mina de boca de Hoffman, es un término propio de la medicina forense que se refiere a la forma estrellada de la herida producida por un arma en contacto con la piel de un cráneo. No se trata, pues, de un eco del romántico alemán, que además no se escribe igual, pero apetecería que así fuese y quizá lo sea, por eso de que aquí una cosa puede ser otra sin dejar de ser ella misma.

Joe O’Curneen juega con éxito a darnos distintos planos de lectura de su obra. Lo hace ya antes de entrar en el texto: con el título y también con los epígrafes. La cita a propósito del sueño de un hombre proviene del cuento de Borges Las ruinas circulares, donde un soñador construye un hombre de sueño que cree ser hombre real pero que no tiene la capacidad de quemarse con el fuego… lo mismo que le ocurre al soñador que descubre, así, ser el sueño de otro. El autor no pretende aclararnos nada con esta remisión a Borges: al contrario, nos dice que podemos hacer una lectura literal de su obra o buscar en ella algo más y que en tal caso lo encontraremos pero a lo mejor nos equivocamos, aunque igual sí que acertamos; ¿cómo saberlo? ¿Lo sencillo y fácil es siempre más verdad que lo rebuscado? ¿Y qué ocurre si es al revés? Si dudamos que Gloria sea una víctima, ¿no la estaremos victimizando aún más siguiendo una estrategia del Capitán? ¿No estaremos siendo cómplices? ¿Pero y si no es una víctima? ¿Lo seremos nosotros?

El otro epígrafe proviene del Himno homérico a Deméter, que quien no lo conozca pensará que lo ha escrito Homero cuando no es así. De haber existido Homero (que esa es otra) lo habría hecho en el siglo VIII a.C., pero este himno, el más antiguo de los que en su día fueron considerados homéricos, es del s. VII a.C. y tampoco es probable que lo escribiese una única persona, cosa en lo que sí coincide con la Ilíada y la Odisea. El himno es el primer relato que nos queda acerca del rapto de Perséfone por parte de Hades y de cómo su madre Deméter pide autorización a Zeus para rescatarla de los infiernos. Pero Hades ofrece a Perséfone una granada para que coma de ella antes de devolverla a su madre, sin advertirle que nadie que coma de los frutos del infierno podrá vivir fuera de allí. Por ello Zeus permitirá que Perséfone esté ocho meses cada año junto a su madre (otras tradiciones hablan de solo seis meses) mientras que el resto del tiempo deberá pasarlo con Hades. En el Himno hay una interpolación (quizá de un posible segundo autor) donde Deméter, dolida y que vaga por la tierra dejándola yerma, se disfraza y es acogida por Céleo, rey de Eleusis. Agradecida, cuida de su hijo Demofonte y, en secreto, intenta convertirlo en dios de permanente belleza y juventud mediante el fuego, pero la reina Metanira lo descubre antes de que pueda concluir la transformación y chilla para detenerlo. Deméter se enfada, desvela su identidad y exige que se le construya un templo donde se desarrollen unos ritos que serán los famosos misterios eleusinos.

La devolución de Perséfone a Deméter aplaca la cólera de la diosa y con ello retorna la fecundidad a la tierra y se aplica la enseñanza de la agricultura. Deméter viene a ser la espiga y Perséfone el grano. Son la abundancia de la primavera y la recolección del verano, mientras que el tiempo en que Perséfone está de regreso con Hades es el descanso de la tierra, el invierno, preparándose para comenzar de nuevo el ciclo de la vida.

¿Por qué Joe O’Curneen inicia La estrella de Hoffman con el enviado de Zeus a Hades sacando a Perséfone de «la oscuridad tenebrosa» y llevándola junto a su madre? ¿Por qué la madre de Gloria se llama Demetria? Naturalmente, no hace falta conocer el mito para disfrutar la obra. Podría ser la recreación de alguno de tantos casos de secuestros de jóvenes a cargo de depravados, sean totales desconocidos o sean sus mismos padres. La obra está llena de dramatismo y angustia desde ese punto de vista. Pero estos ecos de Borges y de un Homero que no lo es nos avisan de que lo más importante no es el desenlace de un conflicto, la resolución de un delito, sino aquello que normalmente no se cuenta. Sabemos lo que hace Deméter, pero ¿a qué se dedica Perséfone mientras está en el infierno? ¿Cómo hace para pasar el tiempo? ¿A qué se aferra para mantenerse viva, para seguir cuerda? ¿Cómo consigue no enloquecer? ¿Lo consigue?

Fotografía de Loren Martín

Joe O’Curneen ha pasado demasiados años escondido aunque estuviese a la vista de todos. Nos hemos reído con él en innumerables ocasiones a lo largo de más de tres décadas y no habíamos caído en que el componente trágico que hay tras la comedia delataba a un autor serio y reflexivo. Un autor importante; eso es Joe O’Curneen: un autor que no se deja llevar por la inmediatez, sino que la trasciende; que usa la realidad para apelar a lo real, a lo que no se dice pero incide, a lo que duele y nunca cicatriza. La estrella de Hoffman (El rapto de Gloria Mae) es un descubrimiento mayúsculo que hacía falta liberar para que dé nuevos frutos.

@Pedro_Villora

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