Si nos paráramos a pensar, seguro que todos seríamos capaces de escribir una larga lista de nombres de dietas que han alcanzado popularidad a lo largo de la historia y es que, cada año, sobre todo durante el comienzo de la época estival, al volver a la rutina o en año nuevo, son muchas las dietas que por una cosa vuelven a ponerse de moda.
En las últimas semanas, coincidiendo con la vuelta al cole después de unas merecidas vacaciones, en la consulta nos han mencionado en varias ocasiones la dieta IIFYM (‘If It fits your macros’), en español, «Si se adapta a tus macros». Una dieta que definen como flexible porque te permite únicamente tener en cuenta la cantidad de alimentos que ingieres al día y no la calidad, pero ¿Con qué inconvenientes nos podemos encontrar tras analizarla?
El primer requisito al que nos enfrentamos con esta dieta para lograr los objetivos es ser atento y bueno en los cálculos, ya que se deben pesar todos los ingredientes, registrarlos en una lista y calcular así las calorías y cantidad de macronutrientes (hidratos de carbono, proteínas y grasas) que se ingieren al día.
En teoría, el «truco», está en no superar la ingesta de calorías marcada de cada macronutriente según las necesidades y requerimientos, por lo que aparentemente puede resultar muy atractiva, nos da a entender que podemos comer todo tipo de alimentos, pasando por alto su fuente siempre y cuando respetemos las cantidades. Pero, puede traer consigo varios inconvenientes.
Apuntar todos los ingredientes que ingerimos y calcular la cantidad de macros en cada comida, desde mi punto de vista puede llevarse a cabo durante un corto periodo de tiempo, quizás para conseguir un objetivo concreto, pero no es sostenible a la larga. Además, puede hacer que la alimentación acabe siendo muy monótona por evitar tener que calcular nuevos platos.
Por otro lado, no mirar la calidad de los alimentos a la hora de escogerlos puede traer consigo un desequilibrio nutricional y por lo tanto, consecuencias negativas para nuestra salud.
Un ejemplo muy sencillo podrían ser las galletas María que todos conocemos. Tres galletas María tienen calorías similares a una pera, una manzana o un plátano.
Si analizamos las galletas nutricionalmente, tienen un alto contenido en grasas de mala calidad, provenientes de aceites refinados, de azúcar y de sal, contribuyendo por lo tanto a enfermedades cardiovasculares u obesidad entre otras.
La fruta, por el contrario, es una fuente de fibra, lo que le convierte en una buena aliada para aumentar nuestra sensación de saciedad, controlar los niveles de azúcar en sangre y reducir los niveles de colesterol. Además, su gran poder antioxidante nos ayuda a frenar reacciones de oxidación en la célula, previniendo diversas enfermedades.
Con todo esto no quiero decir que sea perjudicial ni que esté contraindicada, si se tiene en cuenta la calidad de los alimentos y se lleva a cabo de forma adecuada puede ser una buena estrategia nutricional, pero para asegurarnos de ello es conveniente que siempre sea bajo la supervisión de un profesional.
Preparar la planificación con antelación, teniendo en cuenta diferentes aspectos como la energía que se consume a lo largo del día, si se practica actividad física, estado de salud, gustos, preferencias… puede ayudarnos a ahorrar tiempo, hacer compras más económicas y evitar desperdicios. Sin embargo tenemos que asegurarnos de que cubra todos los requerimientos para evitar déficits y sea variada para que podamos llevarla a cabo en el tiempo.
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