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Caldos de brick a examen: cómo elegir el más saludable

Caldos de brick a examen: cómo elegir el más saludable
Elisa Escorihuela el

Cada vez disponemos de menos tiempo en nuestro día a día y llegar a casa y ponernos a cocinar se nos hace muchas veces cuesta arriba. Pero, ¡anda que no sienta bien un caldo caliente por la noche! El problema es que hacer un caldo requiere de tiempo y algo de conocimientos en cocina y tal como tenemos planteada la vida, nos cuesta.

Es por eso que la industria alimentaria se ha puesto las pilas para ofrecer un gran abanico de productos preparados que están listos para consumir y vemos cómo, año tras año, la oferta de caldos aumenta en los supermercados… Pero no todos son todos iguales y, cómo siempre, te recomiendo hacer una buena lectura del etiquetado nutricional para saber no solo cual es el más saludable, sino también el de mejor calidad.

Antes que adentrarnos en el mundo de los caldos preparados, me gustaría destacar, aunque parezca algo obvio, que un caldo casero siempre va a ser siempre la mejor alternativa y la más económica. Dicho esto, en el supermercado nos encontramos con diferentes versiones de caldo, los tenemos en brick, en pastilla o de sobre. Y entonces surge la primera duda: ¿con cuál de los tres nos quedamos?  

Hasta la fecha, los caldos que se comercializan en forma de pastilla o sobre suelen llevar potenciadores del sabor, azúcares y grandes cantidades de sal por lo que, si tenemos que escoger alguno, mejor que vayamos siempre a las opciones de brick, cosa que no quiere decir que sean todos la panacea.

Para comenzar con nuestro análisis, lo primero que haremos será fijarnos en la lista de ingredientes, los cuales deben aparecer ordenados en sentido decreciente de su peso en el producto, por lo que el primer ingrediente siempre será agua, seguida de hortalizas, carne, pescado, aceite de oliva… según el caldo que estemos revisando. Además, tendremos que fijarnos en que los ingredientes que aparezcan en la lista sean mayormente alimentos y no no «extractos de…» o potenciadores de sabor.

Vistos los ingredientes y habiendo seleccionado aquellos que cumplen los requisitos, es importante que vayamos al apartado de la sal, ya que los preparados suelen caracterizarse por altos niveles de este ingrediente y debemos tener en cuenta, que la OMS recomienda no superar 5 gramos diarios, por su correlación con la aparición de enfermedades cardiovasculares.

Tras hacer una pequeña revisión de las diferentes marcas, he podido comprobar que los niveles de sal varían desde 0,2 g por 100 ml, hasta 1 gramo por 100 ml. Visto así puede no parecer tanto, pero hay que tener en cuenta que la ración que tomamos de caldo suele rondar más bien los 200 o 250 ml, por lo que para saber la ingesta real de sal que ingerimos hay que hacer una regla de 3.

Si por ejemplo elegimos un caldo que tiene 0,7 g de sal por 100 ml, en una ración de 250 ml tendríamos un tercio del consumo diario recomendado.

Por lo que las grandes diferencias entre las distintas marcas que encontramos en los supermercados se basarán en la presencia de potenciadores del sabor, como el glutamato monosodico, siendo estos caldos los menos saludables y la cantidad de sal que congregan. 

Por lo que ante la duda, las mejores opciones son aquellos caldos más bajos en sal y que no lleven aditivos, que hay que decir que también existen en el mercado.

Con estas simples recomendaciones podrás hacer una mejor selección de un caldo industrial. Pero sin duda un buen caldo casero debería ser nuestra prioridad. Resérvate los sábados o domingos para hacer tu propio caldo y utiliza las verduras para cremas y los restos de carne o pescado para añadir en tus sopas, de esta manera disfrutarás el resto de la semana de un caldo sabroso y encima ahorrarás en la cocina.

 

Elisa Escorihuela Navarro

Nutricionista y Farmacéutica

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