Algunos alimentos parecen inofensivos y, sin embargo, pueden llegar a convertirse en adictivos. ¿Has percibido alguna vez una sensación de enganche a alimentos como las patatas fritas industriales u otros snacks, el chocolate, o el pan blanco? Aun sabiendo que no son saludables, comes uno con la esperanza de que vas a tomar solo un poquito y cuando te das cuenta parece que no puedes parar hasta que no acabas el paquete.
Tiene su explicación y es comparable, en menor escala (por supuesto), a como actúan las drogas en nuestro organismo. Generan de esta manera una adicción a determinados alimentos por sus características.
Así, las comidas ricas en azúcares, grasas y sal no solo no van a calmar la sensación de hambre, sino que desencadenan una serie de mecanismos de recompensa en nuestro cerebro que hacen que cuando comamos alimentos con estas características no podamos parar de comer. Y es más, al igual que pasa con otras sustancias adictivas, cada vez necesitemos de una mayor dosis o cantidad para encontrar esa sensación tan placentera, que puede hacernos dependientes de determinados alimentos o que entremos en un círculo vicioso en el cual, a pesar de conocer que estos alimentos son peligrosos para nuestra salud (obesidad, hipertensión, diabetes, enfermedad cardiovascular, cáncer), no somos capaces de controlar.
La causa es que cuando consumimos este tipo de alimentos segregamos un neurotransmisor denominado dopamina que produce una sensación de bienestar, y que hace que asociemos este tipo de alimentos a momentos de felicidad, ¿y quien no quiere algo de felicidad en su vida? Es así por lo que la comida ultra procesada y la comida rápida compiten, diría yo, que de una manera desleal, con frescos en los que poco se pueden dar estas características de elevado contenido de grasas, azúcar y sal. Por lo que a veces, se entiende que sea tan complicado salir de ese círculo en el cual los alimentos parecen satisfacer más allá del hambre.
Es por eso que necesitemos desengancharnos, y que para ello se pase un periodo semejante al síndrome de abstinencia, en el cual nuestro cerebro nos pedirá la dosis de chocolate, pizza o patatas fritas. Tendremos que enfrentarnos a él con comidas con un mayor contenido en fibra para poder ir abandonándolos. Imagina cómo puede repercutir esto en un niño. Si le ofrecemos como premio, chuches o chocolatinas, estamos enseñando a su cerebro a buscar cada día una mayor recompensa en comidas poco saludables.
Una de las mejores maneras para desengancharse de este tipo de comidas y que no te dominen, es generar dopamina por otras vías, ¿como? sobre todo a través del buen rollo, la risa, el ejercicio y la música entre muchas otras.
Elisa Escorihuela Navarro
Nutricionista y Farmacéutica
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