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Blogs A bordo del J. S. Elcano por Gonzalo Jiménez Tapia

«Navegar a 14 nudos es como coger la velocidad de un misil de crucero»

«Navegar a 14 nudos es como coger la velocidad de un misil de crucero»
Don Alfonso, el contramaestre de cargo durante una maniobra general en Elcano. Gonzalo Jiménez.
Gonzalo Jiménez Tapia el

Don Alfonso López Conesa, 43 años, cartagenero. Ha dedicado 25 años a la Armada, en los que ha pasado por varios buques: como la corbeta de clase Descubierta, la fragata Baleares y la Fuerza de Guerra Naval Especial. Este es su décimo crucero de instrucción a bordo del Juan Sebastián de Elcano: su primer viaje lo realizó como cabo primero, tres de sargento, otros tres de sargento primero y dos de brigada. En los tres últimos ha ocupado el puesto de contramaestre de cargo, un destino de gran responsabilidad y que requiere de amplia experiencia.

Me recibe en su camarote, a pie del palo Trinquete, en la proa del buque-escuela. Hablamos de su profesión, de cómo se realiza la maniobra de las velas y de la gesta de la primera vuelta al mundo. Pero mi primera pregunta es sencilla y recoge la esencia de un oficio de muchos años.

¿Qué es un contramaestre de cargo?

Creo que la mejor definición es la que aparece en el Timoteo de escala (Diccionario marinero español), que habla del contramaestre como:

«Hombre de mar experto y antiguo en el servicio, examinado en su profesión, y caracterizado en un rango superior a todas las clases de marinería, sobre la cual tiene una autoridad equivalente a la del sargento en la tropa. Usa de uniforme particular a su clase; y en las faenas ordinarias se distingue con un pito de plata [chifle], que lleva pendiente de un cordón de seda negro enlazado de un ojal de la chaqueta, y con el cual manda las maniobras bajo la voz del oficial de guardia…»

Además, todos los buques de la Armada tienen contramaestres, donde es el encargado de las faenas marineras, del mantenimiento y suele estar muy ligado a la seguridad interior.

Ser contramaestre en Elcano es un puesto muy requerido, al igual que los capitanes de navío quieren llegar a dirigir Elcano, muchos contramaestres aspiran a conseguir la plaza de contramaestre de cargo del Juan Sebastián de Elcano. ¿De todas las especialidades, por qué eligió en su momento la de contramaestre?

Soy lo que he querido ser desde que soy chiquitillo. De hecho, mi padre también era suboficial de la Armada. En cuanto a la especialidad de maniobra, la elegí porque era la que más me atraía como actividad, por el trabajo en equipo y el manejo de embarcaciones. No pensaba entonces en terminar en Elcano, era simple objetivo marinero.

Evidentemente cuando entré en la Armada y conocí un poco más ese estilo de vida, Elcano me sedujo. Lo que tú decías antes de los comandantes, para un contramaestre Elcano es la Meca. Por un lado, por la parte profesional: la responsabilidad, el trabajo, el dirigir; y luego por el prestigio. En ningún barco un suboficial tiene un camarote a parte en la misma cubierta que el comandante. Pero no es un tema de privilegio, sino de operatividad.

Me decía que ese amor por la mar y la Armada le viene de familia…

Sí, mi padre era suboficial mecánico de la Armada. No estuvo en Elcano, siempre estuvo en “los Latinos´´, unos destructores que vinieron de Estados Unidos en los años 50 y 60. Se les llamaba de esa manera porque el grupo musical que había entonces se llamaba así y eran cinco, el mismo número que los buques que trajeron.

La mejor experiencia fue con el buque-escuela Unión. Me mandaron durante 18 meses a Perú, como asesor en la construcción del buque e instructor de la dotación en su primer viaje.

¿Esa pasión marinera también se la lleva a su vida particular?

Practiqué la vela deportiva durante un tiempo a alto nivel. Gané la Copa del Rey de 2017 en clase ORC y fui subcampeón del Mundo en Barcelona en 2015, pero no con veleros de la Armada.

Si lo comparo con el buque-escuela, el Juan Sebastián de Elcano es el origen y el ORC es el perfeccionamiento. Aquello es una navegación frenética que tiene como objetivo recortar unas yardas a barlovento, aquí se macera todo mucho más despacio, muchas cargas, mucha gente y trabajos manuales.

Pero lo que más me gusta es el trabajo en equipo. De las cosas que me siento más orgulloso de mi trabajo – que espero que sea mi último viaje – es de haber conseguido el equipo que tengo.

El servicio de maniobra es el más grande de todo Elcano, con más de cien personas destinadas para mover el aparejo y otros trabajos. ¿Cómo está engrasado para que funcione?

Está dividido en palos y secciones. Cada palo tiene un contramaestre, con su jefe de palo y su oficial de palo, que son distintos al jefe de maniobra. A nivel orgánico dependen del jefe de maniobra a través de mí. Además, cada palo tiene asignados sus cabos y sus marineros, como en cualquier otro servicio del buque.

El día a día es de mantenimiento del aparejo y la policía del buque (limpieza). Luego, durante la maniobra explotamos el aparejo [arriamos, cargamos, viramos, etc.].

Aunque Elcano es el único buque de estas características que tiene la Armada ¿Ha trabajo en otros veleros parecidos?

He trabajado con varios buques extranjeros durante muchos años. De hecho, la mayoría de los buques-escuela sudamericanos se hicieron en España en los astilleros Celaya en Bilbao. Con ellos había se hacían proyectos de colaboración. Cuando las Armadas compraban el buque, los astilleros contactaban con la Armada para el diseño del arbolado [palos y aparejo] y el adiestramiento de las primeras dotaciones.

Llegado el día, me llamaron y fui a trimar la jarcia [ajustar la tensión de los cables que sostienen los palos] del buque-escuela ecuatoriano. A nivel civil estuve trabajando en el barco Pascual Flores. También participé en el acondicionamiento del barco de la fundación Aulas del Mar, el Gure Izar, que es un bonitero que trasformaron en barco escuela para enseñar a gente con discapacidad a navegar.

Pero la mejor experiencia fue con el buque-escuela Unión. Me mandaron durante 18 meses – en una comisión de servicio – a Perú, como asesor en la construcción del buque e instructor de la dotación en su primer viaje.

Primero fue una fase de astilleros combinada con la enseñanza, porque los peruanos no tenían tradición de veleros escuela, pero tenían el anhelo. Después ayude en el adiestramiento puro y duro, que finalizó con cinco meses de navegación en el Unión.

¿Cómo fue el aprendizaje?

La falta de conocimientos la mitigaron con la pasión que le pusieron. Para mí fue una de las mejores experiencias de mi vida. A bordo del Unión arranchaba con oficiales siendo suboficial… me trataron muy bien.

De esa colaboración me quedo con la amistad, como la que tengo con el actual jefe de maniobra. Es una persona excepcional. De hecho, es habitual el intercambio de dudas y conocimiento entre ambos.

Un viaje que quedará en el recuerdo para siempre, como este último crucero de instrucción, muy distinto a los anteriores. A nivel de navegación se ha utilizado mucho la vela para entrar y salir de los puertos ¿Es habitual?

La verdad que no es tan habitual como se está haciendo en este viaje, porque la maniobra requiere de pericia. El comandante no ha dudado y me parece fantástico, muy bonito. Forma parte de nuestra presencia naval, de la esencia del buque y es una de nuestras capacidades que hay que explotar.

¿Cuál ha sido la más emotiva o impactaste de las maniobras?

La entrada y salida de Cartagena fue una experiencia que me llevo de este crucero. Yo que soy de Cartagena, uno de mis anhelos era entrar con Elcano en mi ciudad.

Lo que no me esperaba era la salida a vela, dando el aparejo dentro de puerto y haciendo una virada por avante; son imágenes increíbles que se quedarán en mi retina para siempre, como colofón a este viaje.

¿Hay alguna maniobra que no haya vivido en sus nueve cruceros anteriores?

Nunca había realizado 15 o 16 viradas en un mismo día, como hicimos el viernes durante el adiestramiento de los guardiamarinas.

No deja de sorprenderme como se adapta el buque al mar, a pesar de los años que tiene. En situaciones como las del Mediterráneo o la de hace unas semanas es capaz de navegar con 13 o 14 nudos. La gente que navega a vela sabe que ir a 14 nudos es como coger la velocidad de misil de crucero para un barco que tiene 113 metros de eslora. Eso sí, siempre de forma segura, como se hizo.

Entonces ¿Qué tiene este barco que le hace tan buen navegante?

Estaba bien construido en su momento. Desde el punto de vista técnico el tipo de barco: un bergantín-goleta, que tiene un aparejo versátil y polivalente. Además, la Armada ha rehabilitado mucho sus capacidades marineras durante todos estos años.

la máxima expresión de la marina de guerra es saber conjugar la experiencia marinera con la capacidad de sobrevivir en el mar en un ambiente hostil, el espíritu descubridor y cumplir con la misión.

Elcano está cuidado por su dotación todos los días del año. Cuando no estáis navegando os encargáis de mantenerlo a punto para la próxima misión. Desde Armada se quiere que siga navegando cien años más ¿Lo ve posible? ¿Qué cambiaría?

Yo creo que sí. Desde la Jefatura de Mantenimiento se están haciendo esfuerzos para que el barco se mantenga renovado. Este año se harán varios cambios importantes, pero si estuviera en mi mamo, desde el punto de vista marinero pocas cosas se pueden cambiar de las que ya se hacen, pero sería necesario renovar la habitabilidad de la marinería. Habría que buscar una fórmula para mejorar su calidad de vida, es la parte más dura de este barco.

Seguro que se notó especialmente en el crucero del año pasado, en el que disteis la vuelta al mundo sin poder bajar en los puertos por la pandemia, con casi 300 días navegados. Es la que más se parece, salvando las distancias, a la que realizó Elcano hace 500 años, por el esfuerzo y sacrificio personal que supuso.

Eso sin lugar a duda. Los marineros de aquella gesta, y los de la época, son unos auténticos titanes, porque tenían que navegar sin las facilidades técnicas que tenemos ahora. Tiraron mucho de valores humanos: abnegación, entrega e instinto de supervivencia. A pesar de ello, me quedo con que el Juan Sebastián de Elcano acabó la misión con especias que dieron beneficio a los que participaron. Para mí, la máxima expresión de la marina de guerra es saber conjugar la experiencia marinera con la capacidad de sobrevivir en el mar en un ambiente hostil, el espíritu descubridor y cumplir con la misión.

Pero las condiciones humanas de la época eran durísimas: dormían en coys, iban descalzos, las primeras prendas de abrigo las consiguieron tras cazar algunas focas al llegar a San Julián porque no estaban acostumbrados a esa climatología.

Ellos lo pasaron infinitamente peor que nosotros. Es verdad que son diferentes valores, hoy tenemos internet, teléfono y otras comodidades. Pero desde el punto de vista de entrega personal sí que veo un parecido, porque estar un año encerrado en el barco es muy difícil a nivel mental para la dotación.

Era una mezcla entre la tristeza porque estás alejado de tus seres queridos, pero tus seres queridos también son esta segunda familia de Elcano, que te brinda calor humano.

Aunque donde se ha visto diferencias es entre el crucero del año pasado y este que estamos realizando ¿Verdad?

Sí, en el crucero anterior yo acababa de ser padre y me tuve que ir a navegar casi un año cuando mi hijo tenía cinco meses. Eso fue lo más duro. A nivel colectivo, yo tenía la suerte de tener mi camarote y podía evadirme, pero la mayoría de la dotación tenía que compartir alojamiento. No tener intimidad hace que cuando llegas a puerto y no puedes salir a tener tu espacio se convierta en una situación difícil de gestionar. Para tener buena convivencia hubo que tirar de pundonor. Fue duro, pero se consiguió cumplir la misión, no tuvimos desgracias humanas ni materiales. Salió bien.

Pero… ¿Hubo momentos buenos?

Por supuesto, muchísimos, tanto de convivencia como de trabajo. No había ninguna prisa por llegar a puerto, entonces se navegó mucho a vela. También la derrota que se eligió era muy velera, de vientos portantes, y se disfrutó.

Luego uno tiene dos familias: una en casa y otra aquí. Para momentos duros como la Navidad, que pasamos en manzanillo en México, nos dimos apoyo entre nosotros. Era una mezcla entre la tristeza porque estás alejado de tus seres queridos, pero tus seres queridos también son esta segunda familia de Elcano, que te brinda calor humano.

Después de todos estos años navegando ¿Te has planteado dejarlo y marcharte a casa con la familia?

Sí; de hecho, no me voy a casa, pero he pedido un destino que me permita estar más cerca. Creo que el ser humano… bueno, voy a hablar de mi – no hablaré del resto de los mortales -; yo tengo un límite, unas baterías que ahora mismo hay que recargarlas estando con mi familia. En el tiempo que llevo he servido a España y no creo que haya problema porque ahora elija un puesto menos exigente. Una actividad más liviana, que me permita ver crecer a mi hijo y estar con mi familia. Ahora buscaré, y si hace falta reciclarse se hará, con otro tipo de habilidades.

Aunque no ha terminado este crucero, la cabeza ya está en casa ¿Con qué se queda?

Igual es porque me hago mayor, pero me quedo con la faceta humana. Con el equipo humano del Juan Sebastián de Elcano. Tal vez sea un poco egoísta, pero me quedo con el servicio de maniobra y si me aprietas con los contramaestres. En mis viajes nunca he trabajo con gente con tanta compenetración y unos conocimientos como este año. Si me dan a elegir yo repito con ellos, con el servicio de maniobra en general. Además, solo hay tres cabos primeros – cuando suelen ser doce – y han trabajado muy bien.

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