Siempre me han producido una explicable curiosidad esas pelÃculas cuyo protagonista es un tarado antipático con el que es imposible conectar. O sea, con lo complicado que es ya que el espectador conecte con un personaje bien perfilado fÃsica y mentalmente, lo meritorio que ha de entenderse eso de presentar tipos repugnantes para que te atrapen. Es decir, que el director se somete a un esfuerzo extra al pretender hacerte tragar no lo tragable, sino lo intragable. Es el caso de ‘El perfume’, pelÃcula cuyo personaje protagonista es por completo impermeable al afecto (creo recordar que en el libro no era tan asÃ: compeltamente tarado, pero con cierto encanto) por loco, por inhumano y por feo… Aunque deja entrever, lógicamente, una sensibilidad extraordinaria, en especial a la altura de la nariz. ‘El perfume’ que deja el alemán Tom Tykwer es frÃo y eficaz: en tres o cuatro escenas (alguna como la primera, terrible) te deja esa impresión sórdida y asquerosa que te dejaban las páginas de arrancada de la novela sobre la infecta época y el infecto ParÃs. Creo que Tykwer ilustra bien la letra del libro, aunque también creo que no consigue atar ese hilo, por endeble que sea, entre el personaje y el espectador. La parte, digamos, poética de la historia (el elixir maravilloso) queda despedazada por lo siniestro. De todos modos, ‘El Perfume’ es un ejemplo magnÃfico del uso majestuoso y hasta ético de la elipsis. Una pelÃcula muy interesante y que da materia para diversos debates de largo alcance (el mal, querer que nos quieran, la madre que le parió a uno, el ideal estético…) aunque no sea todo lo recomendable que a uno le gustarÃa para los que disfrutan más del cine que de los debates.