Supongo que lo he dicho ya alguna vez, pero insistiré: no sólo ya no entiendo casi nada de lo que ocurre en mi mundo (me refiero a lo no importante, por supuesto), sino que sin darme cuenta me estoy yendo un poco más allá: ni me importa ni quiero entenderlo. Demasiado complicado para mÃ, y me agarro a la posibilidad de evadirme no dándole mayor importancia. Supongo que Ridley Scott tiene derecho a “defenderse” y quitar a Kevin Spacey de su pelÃcula…, y no tengo un criterio al respecto, veo la interpretación de Christopher Plummer y ni siquiera creo que Ridley Scott haya cometido un error porque lo hace de modo insuperable. Y algo parecido me ocurre con eso de ARCO, que supongo igualmente que tiene derecho a quitar esa obra de la que no sé nada (como del trabajo que hizo Spacey), pero me sorprendo ante las reacciones, razonables o no, que ya digo, que ni entiendo ni me importa, aludiendo a la libertad de expresión y a la condición del artista… Nadie se pone a defender a Kevin Spacey ni a su interpretación ni a su condición de artista, y yo, francamente, no veo la diferencia (o si la veo, es a favor de Spacey, que tiene una calidad artÃstica contrastada y demostrada en mil “paredes”), pues creo que en ambos casos se puede hablar de censura, o autocensura, o derecho a no tener lo que te incomoda, o yo qué sé…
Y no es que yo pretenda darle nuevos motivos al gremio de los actores, tan vivo y viva, para ponerle el termómetro a la ingle de la actualidad y gritar ¡fiebre!…, pero sà me gustarÃa sugerirles que han de tener cuidado con esto de quitar y poner obras de actores en la pared de una pelÃcula, porque hoy lo hacen por tal y cual motivo, pero mañana lo pueden hacer por cual y tal motivo… Francamente, me choca (pero no aspiro a entenderlo, y supongo que me deprimirÃa entender tal cosa) que ninguna voz de ningún actor haya dicho ni pÃo.
Tampoco recuerdo muy bien cómo fue aquello de la retirada de las fotografÃas de unos toreros en Barcelona, en la World Press Photo, o algo asÃ. Las explicaciones para tener derecho a bajar del cartel a un torero no creo que tengan mejor argumentación que para bajar del cartel a los que han quitado en ARCO, que por supuesto no me voy a tomar la molestia en averiguar ni quién son ni qué han hecho.
Pero, ya digo, no pretendo entenderlo. Ni esto ni tantÃsimas otras cosas poco importantes que ocurren cerca de mi mundo.
Por lo general, además, empiezo a sentir un desprecio infinito (en realidad, lo que siento está más cerca del bostezo infinito que del desprecio infinito) por los que suelen subir todos estos pensamientos y procederes al agora de la actualidad, los que siempre tienen cogido por el mango lo que está bien y lo que está mal, ¡qué tipos!, son más previsibles que un reloj… Tiene gracia que yo pueda saber antes lo que piensa de una cosa ese tal Echenique que lo que pienso yo mismo… Y digo Echenique, porque es de los más rápidos en tener un pensamiento global de cualquier asunto. Ocurre algo y, un minuto antes de saber qué es lo que pienso yo al respecto, ya sé con seguridad lo que piensa Echenique.
No entiendo nada. Y por eso me voy a limitar ahora a enlazar con el comentario que publiqué en ABC sobre dos estrenos de este pasado fin de semana, el de Ridley Scott, “Todo el dinero del mundo”, y el de Ramón Salazar, “La enfermedad del domingo”.
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