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París empieza en la oficina

París empieza en la oficina
Maria C. Orellana el

Termina la cumbre del clima con la aprobación del borrador por las delegaciones en París y ya es difícil encontrar rastro de la noticia en los medios.

El cambio climático es un reto sin precedentes en la historia de la humanidad, que no puede resolverse a golpe de reuniones recurrentes de las autoridades y los jefes de estado. No. La cuestión medioambiental debe grabarse en cada gesto del día a día de cada uno de nosotros. Y por supuesto, en los lugares de trabajo, donde pasamos una parte considerable de nuestro tiempo y adquirimos muchos de los hábitos de nuestra vida adulta.

A las empresas les gusta anunciar que aplican políticas sostenibles cuando en realidad su único gesto medioambiental es sembrar contenedores de reciclaje de papel, tintas, envases y trastos por aquí y por allá. Pues vaya sostenibilidad. Eso es puro marketing.

En muchos espacios de oficina en edificios modernos no puede controlarse localmente la iluminación o la calefacción, lo que supone que salas de reuniones o zonas desocupadas estén diez horas al día consumiendo luz eléctrica a 25 grados de temperatura en invierno. O que en una mañana luminosa haya que encender todas las luces porque las persianas bajan automáticamente.

Por no hablar de los suministros de agua. Si mayoritariamente en casa bebemos del grifo ¿por qué en la oficina nos vemos obligados a consumir botellas de agua mineral que generan diariamente montones de residuos?

Las empresas que realmente quieran ser ecológicas deben favorecer el trabajo desde el hogar, que evitaría muchísimos desplazamientos y sus consiguientes emisiones a la atmósfera. Incluyendo la administración pública, por qué no. Para eso tendrán que tomar medidas disruptivas, que van desde medir el trabajo realizado de forma diferente al tiempo transcurrido en la oficina, a sustituir las actuales áreas abiertas de mesas por salas de reuniones y de teleconferencias.

Y una empresa demostraría realmente su compromiso con el medioambiente si, en vez de elegir para sus directivos enormes Q7, X5 o Clase S, les propusieran para representar el espíritu de la firma utilitarios A1, Serie 1, Clase A o cualquier vehículo con menor consumo y emisiones.

Sueño que llegará el día en que estemos todos tan concienciados que en las entrevistas de trabajo para un nuevo puesto, preguntaremos por las políticas medioambientales que aplica la empresa, como factor diferencial para elegir a una u otra compañía. O que los clientes exigirán a sus proveedores pruebas reales de que aplican prácticas ecológicas eficaces que contribuyan a reducir el efecto invernadero del planeta.

Pero estoy soñando. Nadie habla de esto.

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Maria C. Orellana el

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