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Siete contrariedades que pueden ocurrirte en la oficina

Siete contrariedades que pueden ocurrirte en la oficina
Maria C. Orellana el

 

Linkedin está plagado de guías rápidas que elaboran los gurús del talento, como “siete cualidades de un equipo excelente”, “siete rasgos de los auténticos líderes”, “siete pasos para alcanzar nuestros objetivos” … Nunca explican en qué estudio estadístico están basadas esas afirmaciones, por ejemplo, algo tan importante como el tamaño de la muestra o la población sobre la que ha tenido lugar. Pero a menudo entro al trapo y me descubro a mí misma contando cuántas de esas características me son atribuibles, o si al menos cumplo una de ellas.

Así que, lector, te voy a dar una oportunidad de comprobar si te ves reflejado en esta lista de siete pequeñas contrariedades que pueden suceder en un mal día en el trabajo, a saber:

Tu teléfono se queda sin batería justo en mitad de una importantísima conversación con tu jefe, dando la impresión de que le has colgado a propósito cuando el asunto se ponía complicado.

Derramas sin querer el café sobre tu mesa de trabajo, lo que asegura un desagradable olor durante toda la mañana. Esta contrariedad puede agravarse si el líquido cae sobre el teclado de tu portátil y pierdes quince minutos intentando por todos los medios limpiar con un clínex los restos entre las rendijas.

Te cancelan la cita con ese cliente al que habías estado persiguiendo con enorme dosis de perseverancia durante semanas.

Entrevistas a un candidato para cubrir una posición vacante en tu equipo y a los diez minutos te das cuenta de que no cumple el perfil que estabas buscando. Pese a que tienes el día súper cargado de trabajo, tienes que mantener el tipo con la entrevista durante media hora más, que se te hace eterna.

Justo antes de la reunión con un cliente, te enganchas la media con ese pequeño saliente bajo tu mesa, al que hace tiempo debías haber puesto un trozo de cinta adhesiva, y te provoca a la altura de la rodilla un considerable agujero que baja en carrera de un centímetro de ancho hacia el zapato.

Si eres varón, esta contrariedad es asimilable a la gota de aceite de la ensalada que dibuja una irreparable mancha en mitad de tu corbata, más el cerco blanco que deja el spray quita-grasas que de buena fe te facilitaron en el restaurante.

La función de auto-completado de Outlook te juega una mala pasada y envías por error a un cliente un correo que iba destinado a uno de tus colegas. El cliente te devuelve un mensaje cortés pero tajante que te hiela la sangre.

Se me ocurren muchas más, pero si sigo escribiendo no cumplo la regla de los siete de Linkedin.

 

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Maria C. Orellana el

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