Hace diez años Joan y sus dos socios crearon una empresa tecnológica, de esas que ahora se llamarían start-up, que hoy cuenta con 250 empleados.
Joan tiene ese toque de arrojo y creatividad que se necesita para emprender, junto con el seny que garantiza el éxito de la aventura empresarial. Me cuenta que se están planteando implantar la holocracia (holacracy), un nuevo sistema de gestión en el que la autoridad se distribuye en grupos de individuos con roles definidos y reglas iguales y transparentes para toda la organización, y las decisiones se toman colaborativamente a través de reuniones de los grupos.
Soy una persona acostumbrada al cambio. Mi trabajo en el ámbito de los sistemas de información me mantiene abierta a las nuevas tecnologías, las metodologías ágiles para la gestión de los proyectos, las ideas rompedoras. Pero esto de la holocracia francamente no lo veo.
Primero, porque siempre hay individuos que tienden a escaquearse, protegidos por la responsabilidad compartida. Muchos habréis vivido en la Universidad experiencias de trabajo en equipo, en los que no faltaban uno o dos listos (o vagos) que desde el minuto uno ya habían decidido que no iban a mover un dedo y lo cumplían a rajatabla. Y segundo, porque esto de las reuniones aquí no funciona: para muchos, el trabajo consiste en reunirse y nada más. Reuniones interminables sin seguir la agenda, en las que todos opinan y no se deriva un trabajo claro.
Busco en internet y descubro que algunas empresas que recientemente abrazaron el modelo holocrático han fracasado. El caso más sonado fue el de Zappos, la tienda online de calzado en la que el 18% de los empleados se marcharon en 2015 desesperados por el nuevo método. También el mes pasado la consultora Medium abandonó oficialmente la holocracia, por considerarla fuente de desavenencias y de ineficiencias.
Es lógico pensar que el modelo jerárquico que aplica la mayoría de las organizaciones, creado en la revolución industrial, podría no ser el más adecuado para los nuevos tiempos. Las tecnologías digitales permiten compartir información y coordinar el trabajo colaborativo entre individuos con una facilidad que era impensable hace tan solo unos años. Y esto está conduciendo a muchos empresarios a buscar nuevos modelos de compañías auto-gestionadas. Si la holocracia no funciona, habrá que seguir experimentando.
Una reciente encuesta de Deloitte sobre 7.000 compañías reveló que la mayoría estaban moviéndose hacia modelos de gestión más flexibles; sólo el 38% de los encuestados se declaraban a favor de mantener las estructuras tradicionales top-down.
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