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Correos envenenados

Maria C. Orellana el

¿Alguna vez habéis conocido casos de venganzas laborales vía mail? Parece propio de una novela de intriga, pero sucede más a menudo de lo que creemos…

Ayer me hablaron de una persona que había sido despedida a raíz de un ERE, con la indemnización negociada y la excusa (creo que en este caso, fundada) de que su salario estaba por encima de su desempeño. El agraviado se tomó un par de semanas para ejecutar su venganza, que materializó con un mail de estilo impecable dirigido al director general de su empresa, en el que acusaba a sus jefes directos de desidia e incompetencia en su trabajo. Al parecer había enviado otro correo semejante al cliente para el que había estado trabajando los últimos seis meses.

Para dar más peso a las acusaciones, el autor firmó los mails con nombre y apellidos. Obviamente, la empresa no respondió a su ex-empleado. Probablemente el protagonista de la historia se quedó “más a gusto que un arbusto”, como se dice vulgarmente, pero perdió la posibilidad de obtener referencias profesionales que podrían haberle sido útiles en la consecución de un nuevo empleo.   

A menudo el veneno contra los jefes se suministra en forma de anónimo. Es fácil crear una cuenta de mail en un ordenador público, desde el que se lanzará el dardo emponzoñado a las personas deseadas. He conocido algunos casos, en los que las acusaciones han sido variadas: juergas y gastos contrarios a las políticas de la empresa, relaciones sentimentales en las que un directivo ha favorecido  a una subordinada, mala praxis en el desempeño de las responsabilidades de un comité de directores…  En un claro ejemplo de que la realidad puede superar la ficción, hace años conocí con todo detalle una historia verídica de chantaje económico con pruebas y facturas, de una de una secretaria despechada hacia su exjefe en la agencia de publicidad en la que ambos trabajaban, que me dejó boquiabierta durante una semana. 

Anónimos o firmados, dudo que los mails rencorosos obtengan el fin perseguido. Por el contrario, probablemente dejan mal sabor de boca en sus autores, que además arriesgan su reputación en caso de que su “hazaña” se conozca. Así que si se te ha ocurrido alguna vez esta idea ¡descártala! Sé elegante y profesional siempre.

 

Nota: Algunas empresas establecen procedimientos para denunciar de forma anónima comportamientos no éticos de los empleados, sea cual sea su cargo. Siempre con pruebas, claro.

 

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Maria C. Orellana el

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