Maria C. Orellana el 28 ago, 2015 Termina casi agosto y me visita en la playa mi amiga Charlotte, que está pasando unos días de vacaciones en España con su marido y sus tres niños. Hace ya más de siete años que Charlotte vive en Camerún: lo que empezó como un destino temporal de su marido se ha convertido en el escenario de vida de la familia a largo plazo. Tras unos primeros meses de adaptación y un par de episodios de malaria, mi amiga logró continuar su carrera professional como analista de mercados en Douala, la ciudad donde viven, y se ha especializado en la población de la región de África Negra. Le pregunto cómo es la situación de las mujeres allí, y asegura que pese a ser un país en vías de desarrollo, la mujer camerunesa tiene una participación activa en la sociedad y en la empresa. Toman decisiones en el seno de la familia y muchas de ellas constituyen la principal fuente de ingresos de la unidad familiar. Pero no en todos los países del entorno sucede así; por su trabajo, Charlotte debe viajar frecuentemente a Ghana, Costa de Marfil, Senegal… En uno de sus viajes profesionales, acudió a un evento donde el 99% de los participantes eran hombres. Uno de ellos, creyendo imposible que una mujer pudiera ejercer como especialista de investigación de mercados y viéndola ataviada con un elegante traje de chaqueta azul, solo pudo pensar que era azafata, y le preguntó para qué compañía aérea trabajaba. Divertida, mi amiga alabó su sagacidad, confirmándole que efectivamente trabajaba para Cameroon Airlines, y que de hecho ella era el piloto que había traído a los participantes en avión desde Douala. La cara de asombro de su interlocutor fue memorable y ya no preguntó más: se alejó como si Charlotte fuera el mismo diablo, probablemente jurando no volar con esa compañía en su vida. Sígueme en twitter @mariac_orellana mujersociedad Comentarios Maria C. Orellana el 28 ago, 2015