Hace años tuve que elaborar una normativa de vestimenta para las mujeres en mi oficina. Si se exigía a los hombres traje de chaqueta cuando trataban con clientes, los socios de mi empresa querían para las mujeres una directriz similar, y yo fui la elegida para redactarla.
No fue fácil. No quería ser muy intrusiva, y no todos los bolsillos aguantan lo mismo, pero tenía que dejar claras unas normas básicas que delinearan un atuendo apropiado: “calzado de vestir”, “prescindir de pantalones de corte vaquero y los tejidos denim”, “evitar faldas demasiado cortas, ropa excesivamente ajustada o escotes generosos”, etc.
Es difícil establecer un patrón de elegancia y discreción para la vestimenta femenina. Mi amiga Amaya, abogada reconvertida en ejecutiva de cuentas por necesidad/casualidad, dice que no hay nada más profesional que un traje gris de consultora (que, dicho sea de paso, cada vez cuesta más encontrar en las tiendas). Pero como su ánimo no sobreviviría viéndose así cada día en la oficina, lleva siempre un look más personal, lleno de color y nunca apretado.
Algunas ejecutivas se deciden por el look traje pero, no resignándose a ser tan grises, compran dos tallas menos de lo que correspondería; queda profesional pero con un cierto aire “choni”. Según Amaya, si no eres un junco es preferible llevar ropa holgadita, o corres el riesgo de que en mitad de tu presentación, cuando te inclinas sobre la pantalla para explicar un detalle, tus compañeros varones solo atiendan a tu trasero.
He buscado en internet looks de altas directivas para averiguar cómo hay que vestir para triunfar. En general predomina el traje-ejecutiva, aunque alguna se atreve con un look más juvenil y desenfadado, como mi amiga.
Pilar López (Microsoft), Begoña Elices (Repsol), Almudena Román (ING), Marta Martinez (IBM), Maria Jose Aguiló (KPMG), Maria José Sobrini (Cisco), Eugenia Bieto (Esade), Nuria Cabutí (Random House).
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