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Úrsula y Caléndula

Úrsula y Caléndula
Santiago Isla el

 

Hace un par de veranos, mi hermana pequeña se reía de mí porque le decía que, si tuviese hijas, las llamaría Úrsula y Caléndula. Lo de Caléndula era más bien una exageración (mis preocupaciones suelen ser más estéticas que éticas, en este caso incluso fonéticas; la verdad es que Caléndula me redondeaba muy bien a Úrsula y probablemente las convertía en gemelas o mellizas rubias). Úrsula, la protagonista, funcionaba como homenaje a un nombre precioso, descubierto en Cien Años de Soledad. Una pena que me lo jodiera Disney.

 

Dibujos aparte, lo que mi hermana no entendía era cómo les podía hacer semejante feo a mis hipotéticas hijas del futuro, poniéndoles la etiqueta de raras desde el día cero. Insistía. La de putadas que les van a hacer en clase, y yo todavía no tan famoso como para justificar las nomenclaturas locas al estilo Jolie-Pitt. ¿Será posible? Tras un tira y afloja, al final me hizo ceder, y les incluí un María o un Pilar para aliviarles el peso de los delirios de su padre. Ya elegirán ellas de mayores.

 

¡Con lo bonitos que son los nombres raros! No los nombres fusión angloperuanos, ojo, sino las pequeñas joyitas del santoral viejo. Si quien lo porta tiene brillo, su individualidad se acentúa y se convierte en única. Como mis amigas Fuencisla y Graciela, de las que era (y sigo siendo) absolutamente fan, a nivel nombre y a nivel persona. Su imagen ya está perennemente asociada a ellos.

 

La maravilla de conocer a una chica en Malasaña, una de estas nihilistas free the nipple que fuma tabaco de liar, un poco veleta, que se tiñó de azul el pelo, hummus y droguitas, fotos en el espejo con la V frontal del tanga, la habitación hecha un puto asco y llena de botas sucias; en fin, el torrente de emoción que nos embarga al conocer una chica de estas características y que se llame Milagros, o Dolores, o Remedios. ¡España!

 

Y ese tal Juan, nombre sobrio, que se apellidaba Folla (hoja en gallego). Le entrevistaron una vez en La Voz de Galicia y salió este maravilloso titular: “tengo un apellido que imprime carácter”. Juan, gracias por tu saber estar y tu sabiduría. Aunque se desvía un pelín del tema, es la conclusión perfecta.

 

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Santiago Isla el

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