Hoy Madrid celebra la fiesta grande su patrón, San Isidro Labrador, por eso estos días la pradera que lleva su nombre se ha llenado de chulapos, modistillas, barquilleros y violeteras. La fiesta castiza por antonomasia está teniendo lugar entre el miedo de los feriantes a que la inflación les haga perder dinero y las ganas de celebración de una ciudad que lleva desde 2019 sin bailar un buen chotis.
San Isidro es el patrón de Madrid desde el año 1622, cuando el entonces Pontífice, Gregorio VI, canonizó a diferentes santos españoles como Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola o San Francisco Javier. Los madrileños venían pidiendo desde hacía años la canonización del labrador. La capital siempre ha sido muy devota de su patrón, un hombre humilde y trabajador al que se le atribuyen numerosos milagros. Este año se cumple el IV centenario de su canonización. Hoy arranca, por tanto, su año jubilar.
Hay algo que hace a San Isidro ser un santo especialmente venerado y querido por su pueblo, su historia nos habla de humildad, bondad, esfuerzo… Este santo era, a priori, un hombre corriente, lo que lo convierte en un caso inusual. Nació en un Madrid todavía árabe y estuvo trabajando para una poderosa familia de entonces, los Vargas. Se casó con Santa Maria de la Cabeza e, incluso, tuvo un hijo, San Illán.
La vida de San Isidro está llena de lecciones y episodios que demuestran su generosidad, pero sobre todo, de un gran número de milagros que se fueron narrando de generación en generación hasta nuestros días. Fueron los propios madrileños los que, impresionados por estos relatos, comenzaron a profesar una profunda fe por el labriego. Antes de ser Santo ya era venerado por miles de capitalinos. Estamos ante un patrón elegido por su propio pueblo.
Felipe II
El rey Felipe II jugó un papel muy importante en la canonización de Isidro Labrador. Tras convertir Madrid en la capital del reino, se dio cuenta de que aquella pequeña ciudad tenía un patrón que no era santo. Rápidamente instó a la Santa Sede a beatificar a Isidro. Así comenzó el proceso de canonización de este santo, aunque el monarca prudente murió antes de que Gregorio VI lo reconociera.
Quizás, el milagro más famoso de San Isidro sea el del pozo, en el que salvó a su hijo Illán de una muerte casi segura. El pequeño cayó al pozo mientras su padre araba las tierras cercanas. El llanto de su mujer advirtió al Santo de que algo pasaba. Al llegar donde esta se encontraba, temió por la vida de su hijo ante lo que estaba pasando. Rápidamente los dos se pusieron a rezar y el agua comenzó a aumentar su nivel hasta que el niño pudo salir del pozo flotando.
Estos días en la ermita del Santo, en la pradera, miles de madrileños van con sus frascos a por el agua de la fuente milagrosa, toda una tradición hoy en día. Lo cierto es que el agua de este manantial la hizo brotar el propio San Isidro. Un día de calor en el que se encontraba trabajando las tierras de don Iván de Vargas, este quiso visitarlas. Allí, le pidió un poco de agua a Isidro y, al no tener, el labrador la hizo brotar del suelo tras pronunciar la famosa frase “cuando Dios quería, aquí había agua”. En ese mismo punto es donde la emperatriz Isabel manda levantar la ermita en el año 1528.
Hay más de 400 milagros atribuidos a San Isidro, la mayoría relacionados con elementos de la naturaleza como el agua o la tierra. Se habla de que recibía ayuda divina en el trabajo. También se dice que de su olla salió infinita comida para los pobres. En sus casi 90 años de vida el labrador se dedicó al campo y, sobre todo, a ayudar a los demás. Este día es especial para los agricultores que, desde hace meses, vienen denunciando la situación insostenible que atraviesan. El sector está en horas bajas. Ojalá les ayude San Isidro.
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