Estoy seguro de que casi todos ustedes conocen el juego de la Oca. Mi condición de abuelo ha servido para recordármelo, por eso al ver la toma de posesión del nuevo gobierno de la Generalitat y recordar las medidas que está preparando el Gobierno me vino a la cabeza la casilla 58.
En efecto, con el número 58 hay una casilla con el gráfico de una calavera o un esqueleto que alude a la muerte. Y la regla es que cuando un jugador cae en esa casilla vuelve a empezar la partida.
Pues bien, lamentablemente, en el tema catalán hemos caído -o, por mejor decir, nos han llevado- a la casilla de la muerte y nos toca, a todos, volver a empezar la partida.
De nada sirvió lo andado hasta ahora, ni las inquietudes que vivimos cuando los secesionistas declararon unilateralmente la república independiente de Cataluña, ni las comparecencias de los encausados ante el Tribunal Supremo rodeadas de algarabías de sus incondicionales, ni las largas sesiones del juicio en las que tuvimos que soportar las enloquecidas ensoñaciones de los procesados, ni los disturbios con los que se recibieron las sentencias condenatorias.
El Gobierno de España, por la necesidad imperiosa de los votos de los partidos independentistas, está preparando un indulto para los condenados y reformando en el Código Penal las penas para el delito de sedición, rebajándolas.
Pero no a cambio de que ellos abandonen su intransigente postura y se inserten en la vía Constitucional, sino a cambio de los votos para sostener al Gobierno. En la portada de hoy del ABC el abrazo que le da Junqueras al nuevo presidente Pere Aragones, es del que se está ahogando y se lleva con él al abrazado.
Hasta las pasadas elecciones de Madrid creía que actuaciones como ésta no le pasarían factura a Sánchez.
Ahora tengo más esperanzas de que el haber caído voluntariamente en la casilla de la muerte del juego de la Oca nacional con el consiguiente envío de todo el pueblo español a la casilla de partida para volver a jugar la partida política de Cataluña lo acabe pagando en las urnas.
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