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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Censura y “desescalada” folklórica

José Manuel Otero Lastres el

Desde que se aprobó la Constitución de 1978, el derecho a recibir información veraz se ha convertido en uno de los principales fundamentos de la realidad democrática, que nos ha permitido consolidar una opinión pública plural y libremente formada, contribuyendo a la consolidación del Estado social y democrático de derecho. Durante los distintos gobiernos que tuvimos desde la entrada en vigor de la Constitución al pueblo no se le fueron ocultando las imágenes de las distintos sucesos que fueron azotando a España por muy trágicas y dramáticas que resultaran.

Y así, una y otra vez, vimos multitud de cuerpos sobre las playas de naufragados que venían en pateras y perecían antes de poder alcanzar la orilla. Y a pesar de su dureza no nos las censuraban. Vimos también los féretros cubiertos por las banderas de España de los fallecidos en el accidente aéreo del Yak-42. Contemplamos asimismo  los féretros de los fallecidos en el accidente del metro de Valencia. Igualmente nos ofrecieron los cadáveres de los muertos en el brutal atentado del 11 M en los trenes de Atocha. Y, por último, nos ofrecieron repetidas veces las impactantes imágenes del accidente del Alvia en Angrois en las proximidades de Santiago de Compostela.

No me importa ahora quién gobernaba durante todos esos sucesos porque el gobierno de turno cumplió con su deber democrático de no privarnos del derecho fundamental a la información y, tal vez por ello, hasta ahora nadie dudaba de que éramos una sociedad democráticamente madura y plural.

Pero, desde que ha comenzado el feroz ataque del coronavirus, de repente el Gobierno pensó que la sociedad española se había infantilizado y no podía soportar, como en ocasiones anteriores, las trágicas imágenes de la pandemia y, por eso, echó mano de la tenebrosa censura que creíamos sepultada para siempre. Y, como si hubiera desenterrado algo más que los restos de Franco, el Gobierno de la Nación no nos han dejado ver ni una sola imagen  de los más de 25.000 compatriotas que murieron, ni uno solo de los féretros que portaban los cadáveres personas pertenecientes a la mejor y más luchadora generación de españoles.

Y yo me pregunto, más maduro personal y democráticamente que nunca, tras 43 años de vida en democracia, ¿quién se ha arrogado sin mi consentimiento la decisión de lo que puedo ver y lo que no? ¿Quién me ha considerado un ciudadano que no podía contemplar esas imágenes para formarme mi propia opinión, libre, democrática y plural? ¿Dónde está escrito, en que ley, que cualquier gobernante por mucho que sea el poder que acumule, puede restringirme sin motivo alguno mi libertad de recibir información veraz y que sólo puedo recibir información previamente manipulada y censurada?

Desde hace unos días, como consecuencia de que se viene reduciendo la intensidad de los efectos del confinamiento, se ven imágenes de numerosos ciudadanos que al salir nuevamente a las calles y plazas incumplen ostensiblemente las recomendaciones de las autoridades para evitar el riesgo de nuevos contagios. Habrá a quien le extrañe, pero con las imágenes que hemos visto y las que no nos dejaron ver ¿piensa alguien que hemos podido adquirir una conciencia aproximada de la situación por la que hemos pasado? Si lo que nos han dejado ver ha sido a gente aplaudiendo en los balcones, o bailando, o cantando; y a esto se le añade que no hemos visto lo que sucedía en los hospitales, ni imágenes de los muertos, ni de los féretros ¿no sería un auténtico milagro que viviendo una pandemia folklórica tuviéramos una idea siquiera aproximada de lo que está suponiendo esta pandemia y los gravísimos peligros que encierra?

Y es que cuando en todas las listas de los derechos del ciudadano figuran la libertad de expresión y de información no es por capricho, sino porque, como decía al principio, es un derecho imprescindible para que en las sociedades exista una opinión pública libre, plural y democrática.

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José Manuel Otero Lastres el

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