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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Pinchado el globo del secesionismo toca minusvalorar a Rajoy

José Manuel Otero Lastres el

Admito que puedo no ser objetivo con Mariano Rajoy, porque, además del afecto personal, en esto de la gobernación soy resultadista: me dejo guiar por la eficiencia. Pero los que me conocen saben que me cuesta mucho decir lo que no pienso y mucho más si tengo que dejarlo por escrito. Porque al final, como decía el anuncio, somos lo que somos más que lo tenemos, lo que, en la faceta de escribir, significa que uno es lo que merece ser creído.

Viene esto a cuento porque ahora que parece haber pasado la tormenta y que el secesionismo catalán está en plena agonía por las divisiones internas sobre si debe tener lugar la DUI (Declaración Unilateral de Independencia), hay algunos que a la hora de valorar el peso de la estrategia de Rajoy tienden a minusvalorarla.

Comprendo que hay personas que –por ser suave- tienen poca simpatía por Rajoy y que piensan de él que está todo el día leyendo periódicos deportivos mientras deja pudrir los problemas hasta que acaban por resolverse solos. Él lo sabe y admite que es una de los precios que tiene que pagar. Sé también que a esos será imposible hacerlos cambiar de opinión, pero me parece poco racional achacar el destino de un país a la mayor o menos suerte de un líder político. Suerte es que te toque la lotería, lo demás lo compendia la frase de “cuanto más trabajo, más suerte tengo”.

Espero que nadie se atreva a discutir que Mariano Rajoy lleva gobernando en tiempos difíciles. Lo fueron cuando la crisis nos golpeaba severamente y cuando la pobreza sobrevolaba en círculo sobre un sector cada vez más amplio de ciudadanos españoles. Y mal que le pese a algunos, Mariano Rajoy estaba al frente del Gobierno cuando los españoles con nuestro esfuerzo logramos superar la atosigante crisis económica.

Y ahora, cuando empezábamos a salir de la crisis, el secesionismo catalán, como si fuera una ave de presa, ha empezó a hacer caídas en picado, tratando de convertir a todos los catalanes en presas desesperadas que no pueden soltarse de sus garras.

Pues bien, salvo que se crea en las causalidades todo parece indicar que el globo del independentismo catalán está pinchado y que, en lugar de ascender, empieza a perder altura y ha tomado rumbo de colisión con el suelo. Que en el pinchazo del globo soberanista tuvo una participación decisiva el Rey es indudable. Y lo es también que ha resultado sumamente relevante el cambio apresurado de las salas de mando de muchas empresas catalanas.

Pero ¿puede decir alguien dónde estaría ahora el globo independentista si el Gobierno hubieran tomado alguna de las medidas que vienen reclamando muchos españoles? Me temo que no. Nadie puede aventurar lo que habría podido suceder de haber sido las cosas de otro modo.

Que habrá que tomar medias parece evidente, pero también lo es que deben ser meditadas y certeras. Como dijo Tucídides, «para el gobierno son mejores los ingenios tardos y moderados que los agudísimos y veloces». Lo que vendrá nos van a afectar a todos, por eso no está de más reclamar que se desplieguen las velas hacia los vientos de la prudencia. Estamos en plena tempestad, pero no podemos dejar de cruzar el mar, porque de lo contrario naufragamos. No es momento de maniobras audaces, ni tiempos para la temeridad. Tenemos que capear la tormenta, ponernos al abrigo del viento huracanado del secesionismo.

Y para todo ello hay que pertrecharse con el coraje de la prudencia. Porque como escribió Quevedo, «el prudente sabe juntar muchas conjeturas de cosas para sacar un juicio cierto». El acierto del gobierno de la Nación es el acierto de todos. Piensen dónde estaríamos ahora si al mando de la nave estuviera cualquiera de los otros líderes políticos que tenemos.

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