Desde que aparecieron en su composición definitiva a principios de los sesenta del siglo pasado, soy fan de los Beatles y todavía hoy cada vez que oigo alguna de sus maravillosas canciones disfruto del momento. Lo que acabo de decir no impide, sin embargo, que no me haya preguntado por qué la música anglosajona se impuso en el mundo sobre la música latina con letras en español.
Lo cierto es que desde hace unos años vengo notando que los boleros cada vez me gustan más. Me lo expliqué por una razón de edad y lo atribuía a que me iba haciendo viejo. Pero recientemente mi gusto por los boleros ha recibido un espaldarazo importante.
Lo cuenta Rodrigo García Barcha en su libro “Gabo y Mercedes: una despedida”. “Mi papá admiraba y envidiaba muchísimo a los compositores de canciones por su habilidad para decir tanto y de manera tan elocuente en pocas palabras. Mientras escribía El amor en los tiempos del cólera se sometió a una dieta constante de canciones pop en español sobre el amor perdido o no correspondido. Me dijo –prosigue- que la novela de ninguna manera sería tan melodramática como muchas de estas canciones, pero que podía aprender mucho de ellas sobre las técnicas con las que evocaban sentimientos”.
Estoy de acuerdo y no me extraña nada que oyendo boleros Gabriel García Márquez mejorara una de las novelas más bellas de la literatura en español. Y es que si uno presta atención a las letras de muchos boleros comprobará que narran como si fueran poesías preciosas historias de amor, en muchas ocasiones, no correspondido. Musicar estos poemas les produce el efecto beneficioso de convertirlos en canciones que son cantadas, una y otra vez, en muchos lugares del mundo, amplificando con ello su difusión y su permanencia entre los seres humanos.
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