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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

La esquizofrenia política de los independentistas

José Manuel Otero Lastres el

Utilizo la palabra “esquizofrenia” en su sentido etimológico de “mente dividida” y con el único propósito de hacer un diagnóstico político de la inadmisible actuación de los independentistas catalanes ante el previsible comienzo de la legislatura del 155. Y es que solamente con una mente partida en dos se puede, con una de ellas, tener la desfachatez de “vivir” profesionalmente de las instituciones creadas por la Constitución; y, con la otra, reaccionar simultáneamente con un inusitado descaro contra la legalidad, constitucional y ordinaria, que les da de comer.

Habrá quien piense que esa esquizofrenia es puramente electoralista, y que, más que responder a lo que les dicta la razón, es un modo demagógico de decir lo que quieren oír sus más fanatizados adeptos. Pero aunque fuera ésta la razón de su desleal actuación institucional hay dos razones, al menos, por las que deberían abandonar la confrontación y optar por la moderación y la prudencia, a saber: la responsabilidad inherente a las posiciones políticas desde las que hablan y “viven”; y la razón última, pero esencial, de la convivencia pacífica de todos los ciudadanos corrientes que estamos haciendo en común España desde hace muchos siglos.

Hay muchas incógnitas sobre lo que pasará sobre todo en la cercana sesión de investidura del próximo presidente del gobierno de la Generalitat. Los mejor informados hablan de una división entre los independentistas: los folclóricos del prófugo Puigdemont, de un lado, y los de ERC, del otro.

Si ERC no se impone a los pintorescos deseos de Puigdemont, ya sea porque no puede, ya porque no quiere, y, por fin, acaba produciéndose su investidura “virtual”, muchos españoles estaríamos legitimados para pensar que a los independentistas les gusta todo, menos gobernar. Porque entre optar por la vía de ponerse de una vez a la inaplazable tarea de gestionar los asuntos propios de la competencia del gobierno de la Generalitat o por seguir viviendo del “cuento” de la inalcanzable República independiente de Cataluña, ERC habría elegido o, al menos, consentido esto último.

Situación ante la cual, tal vez habría que plantearse si no habría llegado ya el momento de “tratar” la esquizofrenia, estudiando la manera de que los independentistas no pudieran seguir con la desfachatez de “vivir” profesionalmente de las instituciones creadas por la Constitución.

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