Alguna vez escribí que el mundo del fútbol es un microcosmos tan completo en sí mismo que llega a ser una reproducción en pequeña escala de la propia vida. En este mes de julio, que está punto de concluir, han coincido dos acontecimientos a los que les he encontrado algún punto en común. Me refiero al campeonato del mundo de fútbol celebrado en Brasil y al recién terminado Congreso del PSOE.
Enlazo estos dos hechos porque al ver en la televisión el discurso de Pedro Sánchez y el fervor que desató en los asistentes a la clausura del Congreso me vinieron a la cabeza inmediatamente las imágenes de los jugadores de fútbol cuando están en el túnel de vestuarios a punto saltar al campo.
Cualquiera que haya visto alguna vez tales imágenes recordará que siempre hay un líder que lanza consignas: “¡a por ellos!”, los demás las corean “¡vamos!, ¡vamos!”, y se acaban animando unos a otros, “¡venga que los vamos a machacar! Es bueno que los jugadores salten al césped con moral, en lugar de atemorizados, porque es una manera de salir a disputar el partido con la máxima intensidad y sin darlo por perdido de antemano.
Lo mismo debieron pensar los nuevos dirigentes del PSOE: estaban repletos de euforia, auto-convencidos de que iban a enderezar los malos resultados del partido en las dos últimas elecciones, y querían levantar el ánimo de los asistentes creando una atmósfera de ilusión y de triunfalismo.
Por eso, pensé que el nuevo equipo del PSOE parecía que estaba en el túnel de vestuarios preparado para saltar al campo y jugar los próximos partidos de las elecciones municipales y autonómicas, y después el decisivo de las elecciones generales. Sienten que tienen un nuevo equipo liderado por un nuevo entrenador que hace también las veces de capitán, y pienso que si no dijera cosas como “hoy es un mal día para la derecha” o “estamos de nuevo en pie para cambiar España” (lo que no dicen es cómo nos van a dejar) sería preocupante.
Pero una cosa es el exceso de entusiasmo y el deseo de infundir ánimos a sus correligionarios y otra muy distinta creer que con eso basta para ganar los partidos. Estoy seguro de que los jugadores de la Selección de Brasil se envalentonaron mutuamente con soflamas y bravatas antes de iniciar su partido con Alemania recordando que son pentacampeones del mundo, y el resultado ya lo conocemos todos: la derrota más humillante de Brasil en toda su historia. Brasil perdió porque no estuvo ni técnica ni tácticamente a la altura de la selección de Alemania.
Lo que queda por saber es lo que pasará con el PSOE, pero algunas de las propuestas en materia económica (equivalente a la táctica para ganar los partidos de fútbol) no me parecen las más acertadas. Así, a la vista de los resultados que está dando la reforma laboral -según indican las cifras de desempleo- no sé si será muy acertado derogarla. Parece una propuesta demagógica para contentar a las bases más que lo que realmente necesita el país. Y mi experiencia de la vida me lleva a calificar de utópica la propuesta de hacer una reforma fiscal para que no paguen la crisis las clases medias y las trabajadoras. ¡Qué más quisiéramos! Espero que este nuevo entrador-capitán aprenda pronto que “hablar” y “hacer” son actos muy diferentes, tanto que han pasado a nuestro refranero: “del dicho al hecho hay un gran trecho”.
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