Me voy a servir de dos noticias que publican los digitales de hoy para plantear las dudas que me asaltan sobre la estrategia electoral del PSC.
La primera noticia son unas declaraciones del bufanda amarilla Puigdemont quien afirmó: “no queremos ni un nuevo Estatuto ni una reforma de la Constitución”. El depuesto a la fuga no puede ser más claro. El independentismo no se va a contentar con ningún caramelo que suponga seguir perteneciendo a España. Lo cual supone un claro aviso al PSOE y a todos aquellos partidos que siguen tratando de engañar a sus votantes con la matraca de que caben medidas políticas para que los independentistas vuelvan al redil de la legalidad vigente.
Por eso, pienso que se equivoca el PSC cuando, para tratar de diferenciarse del PP, se esfuerza una y otra vez haciendo política “seguidista” de los independentistas al poner de manifiesto que en la legislación vigente no tienen cabida. Razón por la cual hay que reformarla.
La segunda noticia es el recientísimo apoyo del PSC a los independentistas para cambiar en Gerona el nombre de la Plaza de la Constitución por el del 1 de octubre, fecha en la que tuvo lugar el “farsaréndum”.
Este apoyo del PSC al independentismo, que no se entiende en la lógica constitucionalista, además de una muestra más de “seguidismo”, puede interpretarse como un intento del PSC de captar a los independentistas tibios que aun no se han decidido por abrazar del todo la causa.
Sea de lo que antecede lo que fuere, la política del PSC parece, a primera vista, errática. Es verdad que las encuestas vaticinan un sensible aumento de votos para dicho partido. Pero me cuesta creer que estén reflejando la realidad. Ya falta poco para saber qué pasará, pero a día de hoy tengo serias dudas sobre que el 21 se confirmen para el PSC los datos que anuncian las encuestas.
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