José Manuel Otero Lastres el 02 oct, 2016 Dar la bienvenida es recibir a alguien con agrado o júbilo. Yo, más que despedirme de la pesadilla que fue Pedro Sánchez, prefiero mostrar mi agrado por la más que previsible llegada del PSOE que se había ido. En efecto, desde la llegada de Pedro Sánchez a la Secretaría General parecía que al Partido Socialista Obrero Español de vocación mayoritaria lo habían secuestrado. Y, aunque ayer no salieron a vociferar sus inquietudes en las inmediaciones de Ferraz, había ciudadanos que consideraban irreconocible la línea política que venía siguiendo la cesada dirección del PSOE. Es verdad que no era fácil trazar las líneas maestras de la oposición política al Gobierno del PP, después de haber sido el partido que sumió a España en la mayor crisis económica de nuestra reciente democracia. A pesar de todo, había quienes esperaban de un partido político que ha estado tantos años en el Gobierno una línea programática de Estado que colaborara con el partido en el Gobierno para resolver los residuos problemáticos que todavía perduran de la grave situación por la que pasamos, así como los nuevos retos que están lanzando los secesionistas catalanes. Los hechos demostraron, sin embargo, que el PSOE liderado por Sánchez no solo no colaboró en la ardua tarea de sacar a España de sus problemas generales, sino que se sumió en una línea política errática que recordaba a un boxeador noqueado que deambula por el ring sin enterarse de lo que pasa y que abraza a todo el que pasa por su lado menos a su adversario. Por eso, el PSOE que parece haberse ido se apuntaba a todas las manifestaciones, incluso a las que eran contradictorias entre sí. Y sus dirigentes defendían una idea en un lugar y la contraria en otro, fomentaban que se resquebrajara la unidad del partido en temas capitales como las cuestiones territoriales, y se sumaron a propuestas trasnochadas y utópicas más propias de otros partidos radicales, olvidando que la copia siempre tiene menos valor que el original. Su estado de aturdimiento y el irrefrenable afán de llegar a la presidencia del gobierno le impidió a Sánchez comprender que ser alternativa de poder obliga a alinearse con el Gobierno en cuestiones de Estado tan relevantes como defender la política económica general en momentos de crisis o hacer frente al desafío secesionista de Cataluña. La ofuscación en tratar de recuperar el poder con la única estrategia reconocible de desgastar como sea al Gobierno, sin hacer antes una profunda reflexión sobre lo que debe ser el socialismo en el siglo XXI, nos hizo pensar a algunos que la dimitida dirección del PSOE también escuchaba al pajarito de Hugo Chávez. Las rastreras maniobras que intentaron ayer los miembros de la Ejecutiva Federal “en funciones” para evitar el cumplimiento de los Estatutos recuerdan más a métodos del Chavismo que al gran partido de gobierno que fue. Por todo eso, los españoles necesitábamos que este partido recuperara cuanto antes sus señas de identidad y que propusiera una línea política clara, general, coherente, autónoma y sin copiar ocurrencias e improvisaciones. Todo parece indicar que ese el PSOE que acaba de llegar, razón por la cual le doy la bienvenida. Y si a alguien no le gusta el “nuevo PSOE de siempre”, ahora tiene un partido que se parece mucho al PSOE que se fue: ya saben el camino. Otros temas Comentarios José Manuel Otero Lastres el 02 oct, 2016