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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

El coronavirus destapa la ineptitud de una parte de la clase política

José Manuel Otero Lastres el

En los dos últimos siglos, los ministros y altos cargos accedían a sus puestos tras una dilatada, exitosa y fructífera carrera profesional. Eran elegidos porque habían demostrado ser expertos en sus campos de conocimiento, y su sentido de la autocrítica les hacia dudar antes de aceptar la responsabilidad ministerial que les ofrecían. Hasta tal punto era estrecha la relación entre la meritoria carrera de una persona y su previsible salto a la política que cuando alguien sobresalía por sus capacidades profesionales sus conocidos y allegados le pronosticaban que “llegaría a ser ministro”.

Basta leer los currículums de muchos de los diputados, senadores, ministros y otros altos cargos de los siglos XIX y XX para caer de inmediato en la cuenta de que los puestos que ocupaban no les habían tocado en la lotería o en una tómbola, sino que eran una consecuencia lógica dentro de su fructífera y brillante carrera profesional.

Lo que se acaba de decir es especialmente loable si se tiene en cuenta que, como ya denunció Ortega y Gasset, en “La España invertebrada”, el pueblo español siempre se ha mostrado reacio a reconocer la excelencia de los más preparados. Lo cual tal vez sea debido, pienso yo, a un mal entendido sentido de la igualdad, que en lugar de quedar ceñida a los ámbitos en los que tiene todo su sentido, como son el de la igualdad ante la ley y el de la igualdad de oportunidades, se extienden sus efectos (hasta convertirse en un mal entendido igualitarismo) a los campos del saber, de la preparación profesional y, en definitiva, de la cultura. Por eso, como señala “Ciudadano Q14”, en su blog “La sangre del León Verde”, al hablar del elitismo Orteguiano, “el patán español… intenta refutar, contradecir o ridiculizar al hombre egregio antes que escucharlo y aprender de él”.

Y es que las benditas libertades democráticas de expresión y comunicación del artículo 20 de nuestra Constitución permiten que cualquier ciudadano tenga libertad para refutar y contradecir al profesional preparado (ingeniero, médico, jurista o filósofo), pero, por desgracia, no convierten sin más al “patán opinante” en uno de estos profesionales. Porque solo se accede a estas profesiones tras haber cursado con aprovechamiento las materias que integran las respetivas carreras.

Si a lo que antecede se añade la progresiva falta de exigencias para dedicarse a la actividad política propia de nuestro tiempo, no debe extrañar que en nuestros días hayan llegado a ocupar los altos cargos una pléyade de ignorantes, que creen que para ser político basta con soltar ocurrencias y cuanto más irracionales mejor.

Pues bien, todo lo que ha venido sucediendo pasaría inadvertido de no ser porque se desató una pandemia vírica para cuya eficaz contención no bastaba con “postureos”, mentiras, y consignas (como todas las que precedieron a la gravemente negligente manifestación del 8 de marzo), sino que hacía falta algo tan elitista como tener una sólida formación personal y gozar del criterio idóneo para elegir la mejor opción de las posibles. Y esto no se improvisa, ni se consigue falseando currículums o copiando tesis doctorales, sino que requiere una dilatada, exitosa y fructífera carrera profesional, en la que hay que haber demostrado ser expertos en alguno de los campos de conocimiento

Política
José Manuel Otero Lastres el

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