Probablemente porque la mayoría esperábamos un gobierno verdaderamente “Frankenstein”; esto es, integrado por personas de algunos de los partidos que apoyaron la moción de censura y, en todo caso, de perfil bajo, la primera reacción de mucha gente ante el gobierno designado por Pedro Sánchez fue de sorpresa, en un doble sentido: nos pilló desprevenidos por inesperado y nos llamó la atención la calidad profesional de la mayoría de los nombrados.
Superada la fase inicial de favorable impresión, me parece conveniente efectuar, en los primeros momentos de su andadura, una valoración del equipo con el que el Secretario General del Pardito Socialista se propone afrontar los meses que dure como presidente del Gobierno, sin más datos que el desempeño de sus anteriores ocupaciones. Y claro, como todo en la vida, veo luces y sombras.
Entre las luces, brilla de manera especial, en mi opinión, Nadia Calviño. Aunque no tengo el gusto de conocerla personalmente, he seguido muy de cerca su brillantísima trayectoria profesional por dos razones. Porque conozco a sus padres, y especialmente a él, José María Calviño, ex Director General de Televisión Española, del que fui compañero de curso en primero de Derecho en la Universidad de Santiago en 1964-1965, siendo elegido José María Delegado de Curso y yo subdelegado (luego cambió de promoción porque hizo dos cursos en uno). Y porque Nadia se especializó en Defensa de la Competencia, una materia a la que siempre le hemos prestado gran atención los que pertenecemos a la Escuela de Derecho Industrial de Santiago de Compostela.
Pero si Nadia Calviño ha de ser considerada una especialista de primer nivel, el resto del equipo gubernamental tiene currículums que producen, cuando menos, tranquilidad. Alguna vez he oído que en una entrevista le preguntaron al General Vernon Walters, asesor de siete presidente de EEUU, cuál de ellos le había parecido el mejor y respondió sin dudarlo que Ronald Reagan porque le había ordenado que no contase con ningún colaborador que fuera menos inteligente que el propio Presidente. Algo de esto parece haber sucedido con el gobierno actual: da la impresión de que la gran mayoría los elegidos es mejor que Pedro Sánchez.
Entre las sombras, destacaría, en primer lugar, que no parece haber proporcionalidad entre los recursos económicos destinados a la formación del nuevo Gobierno (17 ministerios en lugar de los 13 anteriores) y la previsible duración de sus funciones (como mucho el Consejo de Ministros gobernará algo menos de dos años). Y, en segundo lugar, parece haber una excesiva diversificación en la gestión de la materia económica que se reparte ahora entre ocho ministerios: Hacienda, Economía, Administraciones Públicas, Fomento, Medio Ambiente, Ciencia e Innovación, y Agricultura. Puede parecer que se echará en falta que alguien se ocupe de su coordinación.
En todo caso, y deseándoles el mayor de los éxitos, porque el suyo será el de España, estamos ante un caso más en el que se hace especialmente visible la ventaja mediática que sabe sacar la izquierda a sus iniciativas frente a la pobreza habitual de la derecha: si hubiera que comparar el Gobierno saliente con el entrante, el resultado sería, como poco, el de empate. Y, sin embargo, la exagerada reacción de los medios, rayana en el asombro, ante el nuevo Gobierno lleva a pensar que es la primera vez que tenemos un Gobierno de calidad en España.
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